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7
6.8
738
Film noir. Mystery. Drama
This dramatization of a factual incident opens in a quiet Connecticut town where a kindly priest is murdered while waiting at a street corner. The citizens are horrified and demand action from the police. All of the witnesses identify John Waldron, a nervous out-of-towner, as the killer. Although Waldron vehemently denies the crime, no one will believe him. District Attorney Henry Harvey is then put on the case and faces political ... [+]
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August 17, 2011
13 of 14 users found this review helpful
Segundo largometraje de Elia Kazan (1909-2003) (“La ley del silencio”, 1954), escrito por Richard Murphy y basado en hechos reales ocurridos en Connecticut en 1924. El guión se basa en el artículo “The Perfect Case”, de Anthony Abbot, publicado en el “Reader’s Digest” de diciembre de 1945. Se rueda en localizaciones reales de Connecticut, Stamford (Connecticut), White Plains (NY) y NY. Producido por Louis De Rochemont para la Fox, se estrena el 5-III-1947 (NYC). La acción principal tiene lugar en una pequeña población de Connecticut, que comienza el 29 de septiembre de 1945 y se extiende durante varios meses.
Los protagonistas son el fiscal del Estado, Henry L. Harvey (Andrews), profesional recto, riguroso, independiente y enemigo de presiones y componendas. El jefe local de policía es Harold R. “Robbie” Robinson (Cobb), honesto, veterano y tozudo. John Waldron (Kennedy), acusado del asesinato del P. Lambert (Birch), anciano pastor espiscopaliano, rector de la parroquia desde su fundación hace algo más de 30 años. La víctima era un hombre justo, comprensivo, amable, servicial y querido de todos. Dave Word (Lavene), cronista de sucesos del diario local “Morning Record”, es severo en sus escritos, crítico implacable, pero honesto.
El film es un trabajo modesto, breve, sencillo, relativamente previsible, pero consistente y convincente. Explica y justifica algunos principios básicos de la justicia, cuya aplicación requiere rigor, independencia y fortaleza. La narración es conducida por un narrador omnisciente que introduce el relato, lo contextualiza y lo explica de modo objetivo, veraz y sin prejuicios. Los hechos ponen de manifiesto las dificultades que con frecuencia ha de afrontar la investigación de un crimen cuyas causas y móviles no se conocen.
Elia Kazan aprovecha el desarrollo del drama para componer una denuncia social a su gusto. Ésta alcanza a los políticos y a sus manejos egoístas y cortos de miras, a los poderosos que tratan de influir sobre el curso de los acontecimientos en beneficio de intereses particulares, a la afición de la prensa al sensacionalismo y a los resultados rápidos, a las presiones ciudadanas que reclaman respuestas eficaces inmediatas, etc. Elabora las denuncias en paralelo al desarrollo de la historia y como factores de potenciación del drama. Prisas, intereses espurios, presiones interesadas y acciones movidas por celos excesivos, van formando gradualmente un entramado causal de difícil control que genera tensión y conflictos. La atmósfera que envuelve el film adquiere una textura densa y agobiante, que cala en el ánimo del espectador, le interesa y retiene su atención.
Los protagonistas son el fiscal del Estado, Henry L. Harvey (Andrews), profesional recto, riguroso, independiente y enemigo de presiones y componendas. El jefe local de policía es Harold R. “Robbie” Robinson (Cobb), honesto, veterano y tozudo. John Waldron (Kennedy), acusado del asesinato del P. Lambert (Birch), anciano pastor espiscopaliano, rector de la parroquia desde su fundación hace algo más de 30 años. La víctima era un hombre justo, comprensivo, amable, servicial y querido de todos. Dave Word (Lavene), cronista de sucesos del diario local “Morning Record”, es severo en sus escritos, crítico implacable, pero honesto.
El film es un trabajo modesto, breve, sencillo, relativamente previsible, pero consistente y convincente. Explica y justifica algunos principios básicos de la justicia, cuya aplicación requiere rigor, independencia y fortaleza. La narración es conducida por un narrador omnisciente que introduce el relato, lo contextualiza y lo explica de modo objetivo, veraz y sin prejuicios. Los hechos ponen de manifiesto las dificultades que con frecuencia ha de afrontar la investigación de un crimen cuyas causas y móviles no se conocen.
Elia Kazan aprovecha el desarrollo del drama para componer una denuncia social a su gusto. Ésta alcanza a los políticos y a sus manejos egoístas y cortos de miras, a los poderosos que tratan de influir sobre el curso de los acontecimientos en beneficio de intereses particulares, a la afición de la prensa al sensacionalismo y a los resultados rápidos, a las presiones ciudadanas que reclaman respuestas eficaces inmediatas, etc. Elabora las denuncias en paralelo al desarrollo de la historia y como factores de potenciación del drama. Prisas, intereses espurios, presiones interesadas y acciones movidas por celos excesivos, van formando gradualmente un entramado causal de difícil control que genera tensión y conflictos. La atmósfera que envuelve el film adquiere una textura densa y agobiante, que cala en el ánimo del espectador, le interesa y retiene su atención.
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Spoiler:
El realizador incluyen propuestas de carácter positivo, como el apoyo que reclama a favor de los agentes de la policía que llevan la investigación; la capacidad de espera que se ha de tener porque los procesos de investigación criminal requieren tiempo, grandes esfuerzos y la realización de tareas complejas, etc. Defiende de modo comprensible y convincente el principio del “In dubio pro reo” (En caso de duda, a favor del reo), derivado del derecho romano y, de aceptación general tanto en el ámbito del derecho latino como en el anglosajón. Las interpretaciones son sobrias, contenidas y pausadas. Destacan las de Andrews, Cobb, Kennedy y Lavene.
La banda sonora, de David Buttolph (“La soga”, Hitchcock, 1942), es breve, de ambientación dramática. Como música añadida ofrece al principio y al final el tema titulado “America, the Beautiful”, con música de Samuel Ward. La fotografía, de Norbert Brodine (“Mercado de ladrones”, Dassin, 1949), en B/N, crea imágenes realistas, de marcada orientación documentalista, con abundantes tomas en los lugares en los que ocurrieron los hechos. Hace uso de luces intensas, fuertes contrastes, algunos escenarios oscuros propios del cine negro, numerosas escenas que reúnen a muchos actores y extras, una secuencia intimista de excelente factura y sobrios juegos de perspectivas generales y singulares en el interior de la sala de la Corte.
La banda sonora, de David Buttolph (“La soga”, Hitchcock, 1942), es breve, de ambientación dramática. Como música añadida ofrece al principio y al final el tema titulado “America, the Beautiful”, con música de Samuel Ward. La fotografía, de Norbert Brodine (“Mercado de ladrones”, Dassin, 1949), en B/N, crea imágenes realistas, de marcada orientación documentalista, con abundantes tomas en los lugares en los que ocurrieron los hechos. Hace uso de luces intensas, fuertes contrastes, algunos escenarios oscuros propios del cine negro, numerosas escenas que reúnen a muchos actores y extras, una secuencia intimista de excelente factura y sobrios juegos de perspectivas generales y singulares en el interior de la sala de la Corte.