Julia es una actriz consagrada que arrasa en los escenarios pero que lleva una vida anodina con su marido que la adora, la cuida y la protege en todos los aspectos.

¿Y cómo se lo paga?

Julia se aburre y decide echarse de amante a un amigo de su marido que podría ser su hijo. A partir de ahí Anette Bening no para de soltar carcajadas una tras otra, tanto que de rijosa se hace insoportable.

Pero risas aparte, se lía con su amante y va y viene a su capricho.

Sin embargo, cuando descubre que su hijo ha tenido una aventura con una joven aspirante a actriz (ambos son veinteañeros) y que su amante también lo es de ella, la malvada Julia decide dar un escarmiento a la joven actriz. Y lo hace con gran crueldad.

Mientras que a ella nadie le reprochó sus infidelidades (incluso le fueron con el cuento a su marido y este no hizo nada salvo confiar en su esposa), cuando se entera de que es ella la engañada, se venga de una forma terrible arruinando el debut y probablemente la carrera de la joven actriz. Se ríe de ella, la ridiculiza, la maltrata, la desprecia abusando de sus muchas tablas sobre el escenario mientras que la joven, que apenas está empezando su carrera, nada puede hacer. He ahí el abuso.

Julia es mala, es fría, es cruel, es vengativa.

Nada le importa que ella misma engañara a su marido. Si es su amante quien la engaña a ella, destruirá a la joven actriz que nada tiene de culpa.

Pues bien, aunque el público aplauda puesto en pié la interpretación de la diva, yo la desprecio.