Desde mi situación de tetrapléjico, desde el primer momento veo la película con una bola en la boca del estómago. Las analepsis (flashbacks) constantes mediante las cuales se nos hace patente el antes y el después del protagonista resultan la mejor forma de provocarnos la emoción. El hombre libre, activo, vital y el contraste con su presente parálisis total. La memoria imposible de erradicar es el único lugar donde se le permite seguir habitando; por mucho que duela la nostalgia, es lo mejor que le queda. El punto de vista subjetivo resulta tan verosímil gracias a la buena adaptación del libro; las visiones borrosas de la realidad, el estado confuso… Todo eso con lo que me identifiqué desde el primer momento al comenzar a ver la película. Todo demasiado parecido a lo que yo había vivido en el hospital de Querétaro. Demasiadas concomitancias. Mi hijo Guzmán con un pelo largo, tan parecido al hijo del protagonista. La alegría de ver que a nuestros hijos les queda toda la vida por delante y están llenos de energía y gracia, aunque esto mismo resulte doloroso porque nada ya podemos hacer por recuperar nuestro espacio en sus vidas. Ni siquiera acariciarlos. El cariño de su ex mujer y las terapeutas. El vitalismo, el epicureísmo derrotado por un nefasto azar. Magnífica película.