Hagamos de cuenta que vamos en una nave que maneja el comandante Rochel, que soy yo. Un caminante lunar, en una nave que rastrea engramas en el tiempo. Esa nave llamada “Capitolio” es inmensa, es blanca y esta tripulada por seres del calibre de un Henry Fonda, un Charles Laughton y una hermosísima Gene Tierney. Todos ellos asumiendo roles, dentro de la política del imperio más poderoso del planeta. Debatiendo e intercambiando puntos de vista desde un plano físico, entre intrigas políticas y juegos sucios y peligrosos en pos de mantener la estabilidad de una nación poderosa.
Esa nave ha aterrizado en Washington, en el año 62 y vemos los entretelones de la manipulación de conciencias, de política y más política.
Algún dia despertamos a la realidad y yo Rochel, y toda la tripulación de “Capitolio” descubrimos que esos roles y los dejamos atrás, así como esas comidas a veces manjares, a veces mendrugos, y nuestras ropas, y nuestras manías. Porque todo eso era parte de un juego irreal. Los Fonda, los Laughton, los Pigdon las Tierney; fueron también ropajes que desechamos, y que gracias a la magia del cine los recordamos con cariño. Los verdaderos titanes se han quedado conmigo en este viaje. Se han quedado conmigo, con Rochel… más allá de la luz lunar. En el sendero de la vida eterna.