Desternillante falso documental que narra la vida cotidiana de cuatro vampiros en Nueva Zelanda, tratando de adaptarse a los nuevos tiempos pero sin perder su esencia inmortal.
Es muy muy divertida, con escenas jocosas como el primer encuentro con los licántropos, y otros momentos descarrachantes.
Pero en todo momento está el trasfondo vampírico, aquel que no rehúye las escenas sangrientas y las disquisiciones de lo que conlleva el ser vampiro: sus pros y sus desventajas como el ver cómo desaparecen las personas a las que aman o amigo/as.
Todo ello bajo el prisma del humor, pero bien combinado.
Muy buenas interpretaciones, excelentes efectos especiales y una dirección artística de interiores admirables, además de una fotografía ocre a cargo de Richard Bluck y DJ Stipsen brillante en su rico cromatismo.
Un excelente film, en parte original, sorprendente argumentalmente y siempre chispeante, que consiguió algunos premios internacionales, como el del Público en el Festival de Sitges de 2014.

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