Sin más preámbulos, una buena película y muy sensata. Es evidente que es una proclama dirigida al pueblo americano que está en guerra contra Japón en ese momento, el caso es que como film cumple perfectamente su cometido ensalzando el valor de sus soldados, como es lógico y haría cualquiera en su lugar, no van a decir que el enemigo es cojonudo y que los suyos son unos mierdas y que Dios les asista. Alguno opina que ya por eso son unos fascistas y su película es pura propaganda más fascista aún. Creo que hay que darse cuenta de la perspectiva temporal y no juzgar hechos de hace un porrón de años; aparte de eso, se supone que cada cual hace sus películas como le da la gana.

El caso es que hoy queda como una película intrigante en un escenario de juicio militar en el que un tribunal japonés pretende condenar a muerte a un puñado de soldados americanos por el ataque con un bombardero a la población civil.

Los sibilinos y maquiavélicos ademanes de los japoneses, su altivez y sus sonrisas diabólicas proporcionan una gran intensidad a la película.

El fiscal militar quiere salirse con la suya desprestigiando a su colega de la Armada nipona afirmando que el bombardero partió de un portaviones que se acercó a un mar seguro, y está decidido a que los prisioneros lo confiesen. El presidente del tribunal lo dice: el mismo Emperador está interesado en esclarecer el origen de ese ataque, y como no puede ser de otra forma, nosotros también. Así pues, interesante película.