MISSISSIPI GRIND la vi porque soy un ludópata que se dice capaz del auto/control: tremenda contradicción. Un vicio es un vicio, y arroja como balance una debilidad en el carácter. El que juega, y no para de jugar, no sólo busca burlar a la muerte, el tedio y hastío de la existencia, sino que termina siendo un suicida social porque no sólo atenta contra sí mismo sino con la gente que debes querer y te rodean. Esta comprobación o tesis es la que se utiliza en MISSISSIPI GRIND. Dos jugadores del montón, de poca monta, derrotados existencialmente y reñidos con el compromiso y la responsabilidad, perdidos en la vida, toman la carretera para domar la suerte y reencontrarse a sí mismos, sólo que no lo logran porque están enfermos de jugar y se asirse a la nada. Este planteamiento pudo haber servido para ahondar en ésta psicologías auto-destructivas o reflexionar sobre la banalidad que hay en perseguir la suerte a como dé lugar. Por el contrario, la película se extravía en los lugares comunes y apenas brinda un consuelo al que esperaba grandes cosas.