Emotiva película que no deja de lado el sarcasmo y el humor, aún manteniendo por ocasiones situaciones de tensión provocadas por la falta de comunicación entre el padre y el hijo. Los papeles inconmensurables de Mastroianni (como siempre) y el de Troiusi hacen que la película logre empatizar con ambos; entendiendo las discrepancias desde las que parten.
Scola logra un film ligero, que no se descentra de la historia, en la que el espectador resulta un cómplice acompañante de esta pareja paternofilial.