Las 3 o 4 primeras copas suelen estar bien, la emoción se dispara, la exaltación de la amistad crece y el absurdo resulta divertido y ocurrente. Apartir de entonces nada de lo anterior se prolonga, todo decae, el azul se torna en gris y la oscura e inminente resaca hace que lo bueno del principio no haya valido casi la pena. Exactamente lo mismo que a el alcohol, le pasa a "Julia" y a Tilda. Solo brillan en el primer acto.

La cosa empieza bien, pero cuando no te diriges a ninguna parte o no sabes llegar, el único destino posible es la pérdida. Tilda crece con cada copa, pero a medida que pasan los minutos la sorpresa se apaga, el film se vuelve mediocre y la señora Swinton se tambalea, especialmente cuando no tiene la botella en la mano.

De la dramática descripción narrativa con momentos introspectivos, salta a un thriller sin mucho interés y muy mal interpretado. Los secundarios son telenovelescos y el niño es incapaz de mostrar algo que no sea la más absoluta indiferencia. Érick Zonca abre puertas que no sabe cerrar, el caos se apodera del guión y mucho antes de llegar a el final de esos eternos y aburridos 138 minutos, a mi ya no me importa una mierda nada de lo que pase. No se que pretende contarme cortando cocaína con trankimazin, ni a donde quiere llegar con semejante despropósito. No es que no haya entendido el mensaje, lo entiendo perfectamente, pero sus miras estan desenfocadas. Abarcando más de lo que puede apretar solo consigue una cinta inclasificable, sin personalidad, intentando buscar para dar empaque a la cosa esos ambientes sórdidos que tanto suelen gustar.

El resultado final, es un arriesgado y desconcertante experimento que se queda muy por debajo de toda pretensión y expectativa infundida en el. Pese a la resaca, prefería haber invertido mi tiempo bebiendo.