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Vivoleyendo rating:
7
Comedy. Drama Terry Randall, rich society beauty, has decided to see if she can break into the Broadway theatre scene without her family connections. She goes to live in a theatrical boarding house and finds her life caught up with those of the other inmates and the ever-present disappointment that theatrical hopefuls must live with. Her smart-mouth roommate, Jean, is approached by a powerful producer for more than just a role. And Terry's father has ... [+]
Language of the review:
  • es
April 23, 2015
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Gregory La Cava fe un director que hizo lo que quiso, se pasó las productoras por los forros y todo cristo se lo rifaba. Dirigió brillantemente a las actrices (era un gran director de papeles femeninos) y fue autor de mordaces “screwballs”, con esos diálogos acelerados y corrosivos que dan la sensación de estar asistiendo a un rápido partido de tenis en el que las réplicas son la pelota que va de un lado a otro sin parar. De la noche a la mañana cayó en la cuneta de los olvidados; sus poderosos detractores esperaron a su primer fracaso para hacerle un vacío tan ominoso que ya no pudo levantar cabeza.
La Gran Depresión marcó los aspectos sociales y culturales de los treinta. El paro azotó a todos los sectores (menos al del hampa y el contrabando) y multitudes de gente sin trabajo deambulaban desesperadas de cola en cola y de puerta en puerta buscando vacantes inexistentes y oportunidades que ya ni las pintaban calvas, y mendigando sobras que también debían de escasear. Se puede medir la prosperidad de un lugar por el valor de lo que es desechado y la calidad de lo que se puede encontrar en la basura.
El Footlight Club es una pensión neoyorquina para actrices. O que pretenden serlo si les surge el tan soñado contrato. Muchas llevan meses o más de un año recibiendo negativas y contemplan otras opciones, como cazar a algún carnicero o maderero del oeste con el que casarse, o aceptar empleos menores de bailarinas de cabaret, y eso con suerte. La mayoría forman una gran familia de cínicas a fuerza de descalabros, con poca privacidad (comparten las habitaciones) y muchas amarguras a cuestas, llevadas con descarado sentido del humor. Se lleven mejor o peor, sean más dulces o más agrias, conviven en esa olla de grillos. Ginger Rogers resalta con un papel que por una vez no es de musical. No la acompaña un feo Fred Astaire con pies alados. Su hermosa estampa de rubia esbelta no era su única cualidad; era una actriz de verdad, de las buenas, y lo demostró aquí, en esta comedia dramática sobre esa época oscura y frustrante que ataca a cualquiera que ve pasar los días sin propósito, contando la exigua calderilla que le queda en la cartera y encajando humillantes rechazos y puertas cerradas en las narices.
Junto a Ginger, otra figura que no necesita ser presentada. Katharine Hepburn, grande entre las grandes. Para su personaje, la búsqueda de un puesto en el teatro carece de esa angustia crónica de las demás, pues su padre, que la adora, es rico y si ella no logra sus aspiraciones no volverá a casa con el rabo entre las piernas.
Adolphe Menjou representa al empresario buitre de cuyos caprichos depende el futuro de muchas chicas. Y que no se corta en seducir y despreciar a la que se le antoje con la arrogancia que le otorga el dinero, sobre todo si se trata de jóvenes sin recursos ni apellidos sonados. En cuanto llega la primera que no come de su mano, él, por la tontería humana de desdeñar lo que está a los pies y babear por lo esquivo, se pone a mover la cola como un perrito.
No me ha resultado tan brillante como la describen, aparte de los diálogos, de lo mejor de aquellos años, pero vale la pena, aunque sea por la magia de ese cine de mucho antes de que la mayoría de nosotros hubiéramos nacido.
Vivoleyendo
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