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Vivoleyendo rating:
8
Drama. Mystery. Film noir Ellen Berent (Gene Tierney) meets and falls desperately in love with Richard Harland (Cornell Wilde), an author who resembles her late father. Ellen is pathologically possessive of Richard, jealous of anyone who he pays the slightest attention to. In order to be completely alone with him, she convinces him to live in a isolated, but beautiful lakeside home in a spot called "Back of the Moon. " She dismisses the local handyman and then ... [+]
Language of the review:
  • es
December 17, 2013
6 of 7 users found this review helpful
Ya una vez lo dije: era un desperdicio filmar a Gene Tierney en blanco y negro. Yo también creo que fue la actriz más hermosa de la historia del cine, por delante de otras bellezas en una competencia estelar, y con el mérito de que entonces las divas no se hacían cientos de operaciones. Esas caras y esos cuerpos eran tal y como los había moldeado la naturaleza, sin toques de bisturí.
El Technicolor no se inventó por ella, obviamente, porque entre otras cosas ella aún no había nacido cuando esta técnica vio la luz, pero con ella conoció el esplendor de hacer resplandecer a la más bella. Ni siquiera Vivien Leigh en "Lo que el viento se llevó", realmente espléndida, la alcanza.
Y ahí quedó para la historia.
Gene tenía una sólida educación, se casó muy joven (cómo no, los tíos a su alrededor estaban que se las pelaban), rindió a Hollywood a sus pies, protagonizó buenas películas en los cuarenta, fue desgraciada en su vida personal, tuvo una hija discapacitada, se divorció y se volvió a casar y tuvo algún romance tormentoso, su declive profesional comenzó, fue muy solidaria con las instituciones sobre la discapacidad infantil y murió a los setenta años.
Cuando uno la ve en pleno 1945, en la flor de su juventud, da las gracias a quien introdujo el color en el celuloide, que por cierto "Que el cielo la juzgue" ganó el Oscar por su espectacular fotografía.
También supo interpretar muy correctamente roles de malvada. Aquí pone los pelos de punta como la posesiva Ellen Harland, que transfiere su brutal complejo de Electra desde su recién fallecido padre al nuevo objeto de su obsesión (que no amor, es incapaz de amar, sólo sabe poseer), su marido Richard Harland. Ese complejo la ha conducido siempre a asfixiar y aislar a la persona por la que Ellen siente su agobiante afán de posesión absoluta. Desde el principio es más que evidente que ella se "enamora" de Richard simplemente porque físicamente le recuerda al padre perdido, con lo cual ella no se vincula emocionalmente con el ser y su individualidad, con el hombre por lo que lo hace único, sino con el reflejo de otro que ella cree ver, la figura paterna, centro de su patético y retorcido universo infantil y juvenil. Es antisocial porque el contacto con los demás, ya sea la misma madre, la hermana adoptiva o el hermano de Richard, supone que ellos lo "acaparan", se "interponen", le roban los minutos a su lado, "reclaman" porciones de su corazón que sólo debe pertenecerle por entero a ella, y quiere adueñarse de su pasado, odia a cualquier chica con la que él hubiera flirteado años atrás, ve potenciales rivales en cualquier mujer joven que esté cerca, detesta que trabaje en el libro que esté escribiendo, no soporta ni que el pobre vaya al baño cinco minutos por las obvias necesidades fisiológicas, que hasta del wáter tendrá celos la muy bruja.
Muy conseguido el progresivo clima de tensión, de peligro inminente, el paso de la chispa y alegría iniciales a las suspicacias imaginarias, a los desplantes familiares, al lastre que cuelga de los hombros de Richard en cuanto se da cuenta de que se ha casado con un verdadero monstruo. Y entonces ya ni todo el Technicolor del mundo le serviría al infeliz desengañado para ver hermosura alguna en ella, no, ya no ve sus ojazos azules ni sus labios a los que tan bien sienta el rojo, ve a una completa extraña a la que no ha conocido hasta ahora, y sabe que si la colocaran en un retrato semejante al de Dorian Gray, saldría su alma espantosa, atormentada, patética, capaz de agostar bosques enteros y de destrozar toda energía positiva porque es uno de esos entes que no han venido para regalar felicidad y dejar algo bueno a su paso, sino para destruir, chupar la esencia vital, anular hasta reducir a la nada. Una mantis religiosa que atrae por el reclamo de su belleza física y que una vez que caza a su atontada víctima, se la zampa bocado a bocado, en un horrible ritual antropófago, el ritual definitivo, porque al devorar a su presa la aniquila, borra su voluntad y la hace realmente suya, ya no volverá a alejarse de su lado, ya no mirará a ninguna otra, no podrá respirar por su cuenta, porque hasta el aire es culpable de rozar sus pulmones y por lo tanto un enemigo mortal entre tantos.
Sales magnífica, Gene. Casi has conseguido parecerme fea. Casi.
Vivoleyendo
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