Cualquiera que me conozca un poco sabe que algo producido, guionizado o dirigido por Ryan Murphy va a atraer mi interés. Pocas veces sus historias no me llaman la atención. No importa en qué medida participe de ellas. En este caso Murphy sólo es productor ejecutivo (ahí es “na”), pero se nota su manita. Algunos han comentado que esto era sólo Ewan McGregor y ya, y siento discrepar (en realidad no lo siento). No conocía la historia de este diseñador, tampoco que había sido tan amigo de Liza Minnelli o de Joel Schumacher (que no tenía ni idea de que primero se dedicó al mundo de la moda), así que en conjunto me ha parecido interesante todo. Es cierto que parece una vida muy común para los famosos de estas décadas. En concreto hablo de Studio 54, el SIDA, la Coca, etcétera. Era la «moda», si se puede llamar así a todo lo que les pasó a muchos (a demasiados, desgraciadamente). Gracias al destino y a las fuertes voluntades o simplemente a la suerte, algunos salieron mejor parados que otros.

Lo que le ocurre a Halston les pasó a muchos, pero bien contado es el tipo de narrativas que sirven para aprender o para centrar la atención en algún personaje de la historia sin aburrirte. Murphy, con su estética tan particular y exquisita no puede dejar al espectador indiferente. Todos hacen un papel sublime. Krysta Rodríguez como Minnelli, McGregor como Halston o Rory Culkin como Schumacher sólo son la guinda a ‘un todo’, como siempre, de buen gusto, refinado y que dura lo máximo para contar lo que es y lo que fue.

No hay mucho más que añadir. No necesita que os dé detalles. Si os apetece sumergiros en los años setenta y ochenta a buen ritmo, con un buen guion, una fotografía excelente, un vestuario increíble y unos personajes carismáticos –aunque conocidos por ser lugares comunes de esos años- dejad de leer críticas y poneos al tema.