Habida cuenta de que los responsables del rodaje de "King Kong" no salieron de los estudios de la RKO y que el "monstruo" apenas medía sesenta centímetros, solamente puede decirse que este clásico del género cumple sobradamente los requisitos para ser considerada una cinta de culto. No en vano, David O. Selznick, sabueso de olfato fino, vio que había mucho potencial en esta fabula mitológica.

Aunque hoy muchas cosas nos puedan parecer ridículas en esta jungla pintada, no puede olvidarse el impacto que tuvo esta obra en los Estados Unidos de plena Depresión. Willis O´Brien, el principal responsable de los efectos especiales, era un excelente artesano con un gran sentido de lo comercial. Las luchas que imagina para Kong en las dos selvas (la natural y la de asfalto) hacen pensar que en esta era del cine de superhéroes su inventiva le haría ser uno de los más cotizados en la industria.

La historia es un remake de la bella (espléndida Fay Wray y su cara de hambre cuando es reclutada en New York) y la bestia, fusionada sanamente con otros elementos de la cultura popular (el laberinto del Minotauro, la leyenda del golem, etc.). El singular carácter de Merian C. Cooper y Schoedsack ayuda a crear una historia bien contada en poco tiempo, repleta de ritmo. Recientemente, José Luis Garci no ha dudado en colocar a "la octava maravilla del mundo" como una de las películas imprescindibles en todo reclinatorio que se precie.

Con simplicidad, activa una serie de botones de nuestro inconsciente que la hacen un mito del celuloide.