Lo admito. Sé que "El ejército de las tinieblas" tiene una combativa legión de fans de Sam Raimi que se encontraron encantados ante esta nueva aparición de Ash. Y, sin duda, es uno de esos personajes icónicos dentro de la cultura popular del género de terror-humor negro. Más si lo caracteriza como Bruce Campbell, quien se muestra muy cómodo y suelto cuando coge a este particular antihéroe.

Pero a mí no me convence en absoluto la farsa medieval que es este tercer acto. La primera fue un ejercicio de gran director, un tipo capaz de sacar petróleo de los escasos recursos que, aparentemente, daba una cabaña. La segunda implica una gamberrada soberbia, empezar con una especie de remake para dar un giro inesperado y gore. En este punto, nada en esta aventura de 1992 me emociona, ni siquiera esos guiños a Gulliver.

El film está hecho de manera descuidada. Antes, Raimi tenía pocos medios y gustaba de darle una estética canallla. Pero sendas incursiones estaban perfectamente rodadas dentro del estilo que exigía la historia a contar. Aquí las corografías de las batallas y un glosario de personajes prescindibles (salvo Ash) se van sucediendo con algo que no es humor negro, es casi una parodia de lo que había sido Evil Day.

La buena noticia fue que propició, mucho tiempo después, la excelente serie que hoy día disfrutamos. Y gracias a Raimi, al César lo que es del César. Pero este cierre de trilogía me resultó totalmente prescindible.