Entrega de oficio y transición de una franquicia que resucitó el género de la piratería para la gran pantalla. Han pasado los años y ya cuesta más seguir sintiendo la misma fascinación por el encanto de Jack Sparrow (por más carisma que le otorgue Johny Depp), sin embargo, es de justicia añadir que, en esta ocasión, esta secuela carece de las pretensiones de la tercera y no comete el error de tomarse demasiado en serio a sí misma.

Se han perdido importantes piezas por el camino. Ya no está ese magnífico payaso serio que era Norrintong (imperial Jack Davenport), sin que ningún nuevo miembro de la Armada de Su Graciosa Majestad parezca alcanzar esa altura como Némesis de los Barbosa de turno. Eso sí, el gran Geoffrey Rush sí repite, se hará de rogar, pero cuando él emerja entre tanto amorío pseudo-adolescente impuesto por taquilla, vuelve a repetirse alguna magia del pasado.

Hay alguna buena escena de acción y pelea de barcos. Javier Bardem funciona como "matador español", incluyendo un delicioso flashback que es, tal vez, lo mejor de toda esta epopeya alocada y de grandes casualidades. Un buen villano, algo que siempre se agradece. Pero hay maneras funcionariales y de cobro de cheque en los cameos de Will y Elizabeth.

¿Habrá sexta cinta? ¿No estaremos ya muy cansados cuando suceda? Observemos qué indica la brújula...