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8
6.8
895
Drama. Romance
Carloni, a middle-aged detective gets a new mission from his boss: to find out as much as he can about the past of a beautiful young woman called Paola. The orderer is her husband, a wealthy upper-class managing director who has been married to Paola for only a year. The director gets jealous after finding a couple of old photographs of his wife and he wants to find out if she still meets one of her old fiancés.
Language of the review:
- es
August 31, 2014
35 of 36 users found this review helpful
Al fin y al cabo, el enamoramiento pasa y el confort, económico y social, hunde sus babas en el tiempo. Pero, ¿qué es una vida sin pasión sino el preludio soso de la muerte?
Así se encuentra Paola (Lucia Bosé) al comienzo de la cinta, cuando su marido, ingeniero, madurito e industrial exitoso, y con menos sex-appeal que una mofeta, decide hacerla investigar. Hay algo de tragedia griega en el hecho de que sea precisamente la puesta en marcha de la investigación, lo que hace que Paola y Guido (Massimo Girotti) se reencuentren, después de siete años. El marido, como Layo (padre de Edipo y rey de Tebas), provoca lo que teme. El destino, en la vida y en el arte, se ríe de nosotros.
Paola, hasta entonces fiel (al menos en lo físico) se hace consciente de que la comodidad y el lujo no le bastan. Ni le sobran. El drama está servido.
Este es, en esencia, el planteamiento de la historia.
Antonioni la convierte en un mecanismo cinematográfico perfectamente articulado. Señala Noël Burch en su ‘Praxis del cine’ la maestría con que el italiano maneja en esta obra las entradas y salidas de cuadro de los personajes, el preciso ballet entre el encuadre y los actores, la belleza plástica de cada plano.
Para Burch, la estructura del film se basa en la disociación entre la imagen y el texto, lo que se nos muestra y las palabras. Palabras que evocan, a menudo, el pasado o un incierto porvenir. “En sentido anecdótico, no sucede prácticamente nada en la pantalla. Y sin embargo, si es verdad que no se trata de un film de acción, tampoco se puede afirmar que se trate de un film «sin historia», puesto que el relato comporta dos muertes violentas, un proyecto de asesinato e incluso una investigación policíaca.”
‘Crónica de un amor’ es un logro formal de primer orden.
Le emoción, en esta cinta, me llega por la vía de lo que Claude Lanzmann llamaría un vacío de la memoria. Me explico. Cuenta Lanzmann en su voluminoso tomo de recuerdos ‘La liebre de Patagonia’ que en la Prinz-Albrecht-Strasse y sus alrededores se encontraban los edificios centrales del totalitarismo institucional nazi, en Berlín Este. El lugar fue denominado «topografía del terror» por algún alemán desconocido. “Pensaba que si quienes iban a proyectar y construir el nuevo Berlín estaban dispuestos a asumir su responsabilidad ante la Historia, no deberían tocar ninguno de esos lugares, sino dejar un vacío en el corazón de la ciudad, ese agujero que yo llamaba para mí un «trou de mémoire»” Esta expresión, difícil de traducir en este contexto vendría a ser como un vacío de la memoria. La palabra francesa “trou” (agujero) expresa intensamente la idea que quiere transmitirnos Lanzmann en el texto. Algo así como una zona cero en la memoria colectiva de Berlín.
Pues bien, en ‘Crónica de un amor’ también hay un vacío en la memoria de sus dos protagonistas. Un vacío común, que configura todo el film. Se trata de Giovanna, un ejemplar no personaje, es decir, un personaje que no llega a aparecer, pero cuyo vacío impregna toda la película. Giovanna, prometida de él y gran amiga de ella, murió pocos días antes de la boda, cayendo por el hueco de un ascensor. Por aquel entonces, Paola y Guido ya se amaban; deseaban que ella desapareciera y no impidieron la caída. El suceso aconteció años antes del principio de la acción que se nos muestra.
Siendo este el primer largometraje de Antonioni, ya se atisban aquí las líneas maestras de su filmografía posterior: las calles se le vacían; los planos se le alargan; surge el problema de la incomunicación –más allá de un trato superficial– entre los seres, de la insatisfacción existencial; el paisaje –interior, exterior– es desolado.
Finalmente, el vacío se reabre –en clara simetría. La felicidad no puede cimentarse en el abismo de una muerte deseada.
[En el spoiler, un momento y una escena que muestran, para mí, la poética profunda de Antonioni.]
Así se encuentra Paola (Lucia Bosé) al comienzo de la cinta, cuando su marido, ingeniero, madurito e industrial exitoso, y con menos sex-appeal que una mofeta, decide hacerla investigar. Hay algo de tragedia griega en el hecho de que sea precisamente la puesta en marcha de la investigación, lo que hace que Paola y Guido (Massimo Girotti) se reencuentren, después de siete años. El marido, como Layo (padre de Edipo y rey de Tebas), provoca lo que teme. El destino, en la vida y en el arte, se ríe de nosotros.
Paola, hasta entonces fiel (al menos en lo físico) se hace consciente de que la comodidad y el lujo no le bastan. Ni le sobran. El drama está servido.
Este es, en esencia, el planteamiento de la historia.
Antonioni la convierte en un mecanismo cinematográfico perfectamente articulado. Señala Noël Burch en su ‘Praxis del cine’ la maestría con que el italiano maneja en esta obra las entradas y salidas de cuadro de los personajes, el preciso ballet entre el encuadre y los actores, la belleza plástica de cada plano.
Para Burch, la estructura del film se basa en la disociación entre la imagen y el texto, lo que se nos muestra y las palabras. Palabras que evocan, a menudo, el pasado o un incierto porvenir. “En sentido anecdótico, no sucede prácticamente nada en la pantalla. Y sin embargo, si es verdad que no se trata de un film de acción, tampoco se puede afirmar que se trate de un film «sin historia», puesto que el relato comporta dos muertes violentas, un proyecto de asesinato e incluso una investigación policíaca.”
‘Crónica de un amor’ es un logro formal de primer orden.
Le emoción, en esta cinta, me llega por la vía de lo que Claude Lanzmann llamaría un vacío de la memoria. Me explico. Cuenta Lanzmann en su voluminoso tomo de recuerdos ‘La liebre de Patagonia’ que en la Prinz-Albrecht-Strasse y sus alrededores se encontraban los edificios centrales del totalitarismo institucional nazi, en Berlín Este. El lugar fue denominado «topografía del terror» por algún alemán desconocido. “Pensaba que si quienes iban a proyectar y construir el nuevo Berlín estaban dispuestos a asumir su responsabilidad ante la Historia, no deberían tocar ninguno de esos lugares, sino dejar un vacío en el corazón de la ciudad, ese agujero que yo llamaba para mí un «trou de mémoire»” Esta expresión, difícil de traducir en este contexto vendría a ser como un vacío de la memoria. La palabra francesa “trou” (agujero) expresa intensamente la idea que quiere transmitirnos Lanzmann en el texto. Algo así como una zona cero en la memoria colectiva de Berlín.
Pues bien, en ‘Crónica de un amor’ también hay un vacío en la memoria de sus dos protagonistas. Un vacío común, que configura todo el film. Se trata de Giovanna, un ejemplar no personaje, es decir, un personaje que no llega a aparecer, pero cuyo vacío impregna toda la película. Giovanna, prometida de él y gran amiga de ella, murió pocos días antes de la boda, cayendo por el hueco de un ascensor. Por aquel entonces, Paola y Guido ya se amaban; deseaban que ella desapareciera y no impidieron la caída. El suceso aconteció años antes del principio de la acción que se nos muestra.
Siendo este el primer largometraje de Antonioni, ya se atisban aquí las líneas maestras de su filmografía posterior: las calles se le vacían; los planos se le alargan; surge el problema de la incomunicación –más allá de un trato superficial– entre los seres, de la insatisfacción existencial; el paisaje –interior, exterior– es desolado.
Finalmente, el vacío se reabre –en clara simetría. La felicidad no puede cimentarse en el abismo de una muerte deseada.
[En el spoiler, un momento y una escena que muestran, para mí, la poética profunda de Antonioni.]
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
• En el minuto 10:10 comienza un plano al que llamaré “plano de Matilde”, ya que es el único plano de toda la película en que aparece dicho personaje (al margen del plano que le sigue, en que se ven sólo sus manos mientras escribe a Guido). El plano dura más de minuto y medio y, hacia el final del mismo, Matilde, mientras mira por la ventana, pregunta retóricamente a su marido cuándo aprenderá a no meterse en lo que no le incumbe. A mitad de frase, la cámara se acerca a ella. Él contesta, fuera de cuadro, que lo que le incumbe a ella le incumbe a él también, al menos mientras sigan viviendo, quién sabe por qué razón, bajo el mismo techo. Al acabar la frase del marido, tenemos la impresión de que Matilde mira desde la ventana de una celda. Apenas tiene espacio. He ahí la imagen de su matrimonio. Luego, respetuosamente, la cámara se retira. El marido ya no está en la habitación.
• A los ciento tres minutos y medio comienza la mejor escena de la cinta. Paola se refugia en un edificio y Guido viene a su encuentro. Se han citado en la calle pero al ver el coche de Enrico, su marido, Paola ha preferido ocultarse. Toda la escena transcurre en el hall y la escalera del inmueble. La escalera rodea el hueco del ascensor. Es como si, al querer esconderse del marido, se dieran de bruces con la sombra, el vacío (el hueco del ascensor evoca, aunque no sea el mismo, la trágica muerte de Giovanna) de la antigua amiga/prometida. Antes de ver el ascensor, oímos su persistente sonido mecánico (que les acompaña a lo largo de toda la secuencia) y vemos su sombra, sin saber aún de qué se trata. A medida que suben por las escaleras, aumenta la tensión. Germina la idea del asesinato del marido. Lo que produce escalofríos es que el punto de vista parece ser el de la muerta, o, más exactamente, el punto de vista es el del ascensor, el de su hueco. La idea de la muerte deseada les observa. Paola, hablando de su marido, acaba estallando: “Le odio, le odio.” En el silencio subsiguiente, el sonido del ascensor nos pone la carne de gallina. Guido mira hacia el hueco. Tenemos la impresión (claramente buscada) de que el siguiente plano es subjetivo. Pero no, de pronto descubrimos con sorpresa a los amantes al fondo del encuadre, cercados por las cuerdas temblorosas. Seguía siendo el hueco quien miraba. Paola agarra a Guido, le lleva contra la pared y le pide un beso, pero él se zafa y sale huyendo. La escena dura tres minutos.
• La simetría en la composición de la historia, con las muertes, en principio accidentales, de Giovanna y Enrico, es evidente. El fantasma del suicidio está presente en ambas. Y en ambos casos, se trata de muertes deseadas por Paola y Guido.
• El matrimonio pobre de Matilde y el matrimonio rico de Paola, conducen, por caminos distintos, a la infelicidad.
• Lo triste de esta crónica de amor y muerte es que la muerte gana la partida. Hay huecos en el alma…
• A los ciento tres minutos y medio comienza la mejor escena de la cinta. Paola se refugia en un edificio y Guido viene a su encuentro. Se han citado en la calle pero al ver el coche de Enrico, su marido, Paola ha preferido ocultarse. Toda la escena transcurre en el hall y la escalera del inmueble. La escalera rodea el hueco del ascensor. Es como si, al querer esconderse del marido, se dieran de bruces con la sombra, el vacío (el hueco del ascensor evoca, aunque no sea el mismo, la trágica muerte de Giovanna) de la antigua amiga/prometida. Antes de ver el ascensor, oímos su persistente sonido mecánico (que les acompaña a lo largo de toda la secuencia) y vemos su sombra, sin saber aún de qué se trata. A medida que suben por las escaleras, aumenta la tensión. Germina la idea del asesinato del marido. Lo que produce escalofríos es que el punto de vista parece ser el de la muerta, o, más exactamente, el punto de vista es el del ascensor, el de su hueco. La idea de la muerte deseada les observa. Paola, hablando de su marido, acaba estallando: “Le odio, le odio.” En el silencio subsiguiente, el sonido del ascensor nos pone la carne de gallina. Guido mira hacia el hueco. Tenemos la impresión (claramente buscada) de que el siguiente plano es subjetivo. Pero no, de pronto descubrimos con sorpresa a los amantes al fondo del encuadre, cercados por las cuerdas temblorosas. Seguía siendo el hueco quien miraba. Paola agarra a Guido, le lleva contra la pared y le pide un beso, pero él se zafa y sale huyendo. La escena dura tres minutos.
• La simetría en la composición de la historia, con las muertes, en principio accidentales, de Giovanna y Enrico, es evidente. El fantasma del suicidio está presente en ambas. Y en ambos casos, se trata de muertes deseadas por Paola y Guido.
• El matrimonio pobre de Matilde y el matrimonio rico de Paola, conducen, por caminos distintos, a la infelicidad.
• Lo triste de esta crónica de amor y muerte es que la muerte gana la partida. Hay huecos en el alma…