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Hector Zuleta rating:
10
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December 31, 2010
31 of 36 users found this review helpful
Robert Redford era el rey de Hollywood, pese a su obstinado odio por lo que este representaba, pero le faltaba el personaje y la película que le mitificaran internacionalmente. Ambos vendrían de la mano de “El gran Gatsby”, adaptación de la célebre novela de Scott FitzGerald.
Llevada anteriormente a la pantalla, con resultado catastrófico tanto artístico como comercial, la novela había adquirido fama de ser inadaptable para el cine. Pero en 1.972, en plena ola nostálgica, la Paramount se decidió a convertirla en una costosísima superproducción que marcara un hito, y lo curioso fue que, como tantas otras veces, Redford llegó a ella de rebote. La Paramount contaba con Ali McGraw para el principal papel femenino, pero dudaba sobre quién encarnaría al misterioso Gatsby, comodín de la decadente e intrincada trama. Los primeros candidatos, Warren Beatty y Jack Nicholson, muy interesados al principio, acabaron renunciado al negarse a compartir honores estelares con la McGraw, recién descubierta en “Love Story” y, en su criterio, sin suficiente categoría. Robert Evans, jefe de producción de la Paramount y esposo de la estrella, pensó entonces en el gran Marlon Brando, pese a sus cincuenta años, pero el divo pedía demasiado y fue descartado. El papel recaería finalmente en Redford, que lo aceptó como un desafío. “Era una oportunidad de eludir una imagen estereotipada”, confesó a raíz de estrenarse la película.
Llevada anteriormente a la pantalla, con resultado catastrófico tanto artístico como comercial, la novela había adquirido fama de ser inadaptable para el cine. Pero en 1.972, en plena ola nostálgica, la Paramount se decidió a convertirla en una costosísima superproducción que marcara un hito, y lo curioso fue que, como tantas otras veces, Redford llegó a ella de rebote. La Paramount contaba con Ali McGraw para el principal papel femenino, pero dudaba sobre quién encarnaría al misterioso Gatsby, comodín de la decadente e intrincada trama. Los primeros candidatos, Warren Beatty y Jack Nicholson, muy interesados al principio, acabaron renunciado al negarse a compartir honores estelares con la McGraw, recién descubierta en “Love Story” y, en su criterio, sin suficiente categoría. Robert Evans, jefe de producción de la Paramount y esposo de la estrella, pensó entonces en el gran Marlon Brando, pese a sus cincuenta años, pero el divo pedía demasiado y fue descartado. El papel recaería finalmente en Redford, que lo aceptó como un desafío. “Era una oportunidad de eludir una imagen estereotipada”, confesó a raíz de estrenarse la película.
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Cuando el rodaje estaba a punto de comenzar volvieron a surgir complicaciones. Ali McGraw solicitó el divorcio a Evans para legalizar su unión con Steve McQueen, al que acababa de conocer durante la filmación de “La huida”. Entre las presiones de Evans, que gozaba de gran influencia en los estudios, y las imposiciones de McQueen, que solo permitía actuar a la, actriz si él interpretaba a Gatsby, Ali McGraw perdió la película que curiosamente se había organizado para ella. Tras barajarse los nombres de Faye Dunawey, Candice Bergen y Katherine Ross, el papel cayó en Mia Farrow y la filmación pudo comenzar en medio de un orquestado vendaval publicitario. El Gran Gatsby, era la gran partida de la Paramount, que pretendía con ella repetir sus reales éxitos anteriores, “Love Story y El padrino”. Alrededor de la película se había montado un complicado enredo comercial estratégicamente dispuesto para financiar el film antes de su estreno. Se creó la moda Gatsby de peinados, vestidos, ropa deportiva, zapatos, y demás cosas, todo diseñado por el mítico modisto Haston, Norteamérica y el mundo fueron inundados con una lucrativa campaña de promoción de la película, que reportó unos beneficios netos de 6 millones de dólares. Redford no veía con buenos ojos el descarado negocio organizado en torno a él y se quejaba de los modelos de ropa que tenía que lucir: “Era como estar metido en una camisa de fuerza.” Cuando finalizó el rodaje se había convertido en el film más esperado de la década, a la vez que establecía un raro precedente: los beneficios por ventas anticipadas y publicidad superaban los 18 millones de dólares, mientras que los costos de producción apenas habían sobrepasado los 6 millones. Sin embargo, cuando se estrenó, el público, abrumado por la atosigante campaña publicitaria, quedó defraudado. Irónicamente, la gran “bomba” de la Paramount para 1.974 se iba a librar del desastre gracias a la tramoya urdida entorno a ella. La crítica fue despiadada con la película y con los actores, y ni el mismo Robert Redford se libró de sus mordacidades. Pero lo cierto es que a partir de entonces su nombre quedará íntimamente unido al de este film y la imagen un poco delicada y enigmática de Jay Gatsby se asociará casi irremediablemente con el rubio actor californiano.