Bailar en la oscuridad es un melodrama, pero además es una vuelta de tuerca a un género tan dado a los excesos como es el musical, aquí Lars von Trier se aleja de ese tipo de artificios (ya tiene suficiente con los propios) para crear una historia tan entrañable como desconcertante. Björk interpreta a Selma, una enamorada del musical que se está quedando ciega. Asustada de que su hijo acabe igual que ella decide ahorrar lo suficiente para pagarle la operación que podría evitarlo. Desafortunadamente no todo el mundo es tan puro de corazón como ella, y el descubrirlo resultará fatal…

Lo que en manos de otro director podría haber dado lugar a un melodrama más o menos formal (o incluso televisivo, teniendo en cuenta el material) en manos de Lars von Trier se convierte en un compendio tan realista como tedioso o frío en algunos momentos. Sobresalen las atípicas escenas musicales, insertadas en la trama con cuidado y maestría, gracias en parte al director pero sobretodo a Björk, siendo su interpretación lo mejor de la película. El resto del reparto también realiza una encomiable labor, destacando la presencia de Catherine Deneuve, quién da vida a la compañera y mejor amiga de la protagonista.

El guión conjuga con gracia el drama más clásico, aquel en el que se mezclan enfermedad y superación a partes iguales. Por otro lado, el director deja un poco de lado sus "autoimpuestas" normas referentes al movimiento Dogma (no rodar en decorados, no utilizar música a no ser que la misma suene durante la filmación…), así pues, aunque mantiene algunas constantes propias de su cine como puede ser el rodar cámara en mano, se permite ciertas licencias, completamente necesarias para llevar a buen puerto un musical. Un proyecto así, capitaneado por dos artistas tan admirados como detestados, acaba ofreciendo un resultado final que (afortunadamente) no deja indiferente.