Martín Cuenca se marca una peli difícil, no para todos los paladares (¿LO HABEÍS COGIDO?¿EH?¿EH?). De primeras, y sólo viendo el título, uno ya se va haciendo a la idea de lo que va a encontrar: A de la Torre haciendo de cocinitas. Pero claro, después de tanto Hannibal Lecter y sucedáneos montándose sus barbaquiús, pues es normal irse preparando para la descripción del asesinolocoperointeligenteeleganteymetódico de marras. Ahora bien, aquí no, no no nou. Todo ese arquetipo caníbal queda vestigial, latente en un automatismo secundario, al igual que el clásico toma y daca con la el detective de turno. Hay una tensión sostenida que se mantiene prácticamente hasta el final. Ya, ya sé que la mayoría va buscando el cuchillo YA, muertos y vísceras, – y, ahora que caigo, ¿no nos convierte así a nosotros en caníbales? – pero no y no. Llega el invierno, en Granada hace frío y, claro, no todo va a ser matar, cojones, también hay que meter la puntita.

Que al final la cosa se lía y mira, cada uno a su casa y la Virgen en la de todos.¡Y tan pichi hostia!