La segunda película de su director, otra vez sobre un guión original y propio. Fue la triunfadora del cine español de ese año, lo cual puede explicarse por el seco y sincero realismo social que recorre la película, un segundo paso igualmente alentador y magnífico del artífice de "Familia".
Con una destacada vocación de autenticidad y apegada a un neorrealismo actual, dónde en el vientre de las grandes ciudades (aquí Madrid) conviven los extremos de la opulencia y la pobreza, "Barrio" es la historia de tres adolescentes en uno de esos barrios madrileños que, como todos los veranos, pasan sus vacaciones entre los cementos de una urbe que los tiene aprisionados. Para evadirse un poco sueñan con todo aquello que toda persona quisiera: un coche, un buen trabajo, una chica guapa, unas vacaciones.
Utilizando los diálogos al cabo de la jerga juvenil y callejera, "Barrio" es, no obstante, mejor en la propuesta que en el resultado, aunque deja tras de sí la estela de un cineasta capaz, modesto y sincero que no se deja llevar por los trillados caminos de la fácil emotividad o del drama clicheado. Aquí, estando todo ello presente, se nos muestra con soltura y sin apegos excesivos, medidamente palpables.
"Barrio" está interpretada por tres desconocidos, seleccionados expresamente de entre los barrios de Madrid, pero son el veterano Paco Algora y la joven Marieta Orozco quienes están a gran altura y con ellos se logran los mejores momentos de la película, que es francamente elogiable en su conjunto.