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7,8
117.007
10
5 de marzo de 2024
5 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una exploración magistral de la evolución humana, nuestra relación con la tecnología y la búsqueda eterna de significado. Al revisionar y adentrarme nuevamente en esta obra maestra, he descubierto capas de interpretación que antes me eran esquivas, revelándome no solo su belleza estética sino también su profunda filosofía.
La película comienza con una oscuridad total, rota únicamente por sonidos que desorientan y perturban, bajo una música que calificaríamos de ominosa. Este momento, creo, es una recreación simbólica de la existencia pre-natal, donde Kubrick nos invita a experimentar la ansiedad y expectación del nacimiento humano. Esta elección no es meramente estética, sino profundamente simbólica, prefigurando los temas de nacimiento, evolución y conciencia que la película abordará.
La película comienza con una oscuridad total, rota únicamente por sonidos que desorientan y perturban, bajo una música que calificaríamos de ominosa. Este momento, creo, es una recreación simbólica de la existencia pre-natal, donde Kubrick nos invita a experimentar la ansiedad y expectación del nacimiento humano. Esta elección no es meramente estética, sino profundamente simbólica, prefigurando los temas de nacimiento, evolución y conciencia que la película abordará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Nos encontramos en los albores del homo sapiens, con sus rutinas, sus peligros. De repente, el monolito se erige como una figura enigmática, un catalizador de cambio y conciencia. Esa figura vuelve a proyectarse en el homínido, pero esta vez dando lugar al primer brote en la capacidad de procesar ideas o pensamientos más complejos o abstractos, marcando el inicio de la supremacía humana.
La siguiente elipsis temporal nos lleva a un futuro en la carrera espacial y justo ahí vuelve a surgir y presentarse ante el hombre, sobre la superficie lunar, ya fuera de la Tierra, la figura del monolito. En esta ocasión como antesala de la creación de una nueva inteligencia, en este caso artificial.
Rumbo hacia el siguiente destino en la trayectoria de la humanidad, es la interacción con HAL 9000, la inteligencia artificial, donde Kubrick profundiza en la dicotomía de la creación y su creador. HAL, con su creciente conciencia y emociones aparentemente humanas, se convierte en un espejo de la humanidad misma, reflejando las complejidades y paradojas de nuestra propia existencia.
La música ominosa y desorientadora regresa en un punto crucial, cuando se revela que HAL podría comprometer la supervivencia humana. Este retorno musical no es casual, simboliza el círculo completo de la vida, desde el nacimiento hasta la confrontación con nuestras propias creaciones. La "muerte" de HAL, ejecutada por un humano que actúa bajo el temor a la extinción, evoca la paradoja de un ser artificial experimentando el temor humano más primario: el miedo a dejar de existir. En este acto, Kubrick no sólo cuestiona quién juega a ser Dios, sino también las consecuencias de nuestras ambiciones y miedos más profundos.
Ya al cierre de la película, vuelve a aparecer fugazmente el monolito para dar pie al siguiente salto en la evolución. Kubrick nos sumerge, bajo un halo de ensoñación, en un viaje que atraviesa las barreras de la física para trasladarse a una visión del futuro en la que vemos sus últimos momentos vitales. El astronauta, ya de anciano, se observa a sí mismo desde una mirada alienada bajo la escafandra.
Postrado en su lecho de muerte, con el rostro ya muy envejecido, vuelve a aparecer la imagen, ahora nítida, de esa figura enigmática, una puerta que parece esconder tras ella los grandes enigmas. Cuando el director devuelve la mirada a la cama, vemos ahora la transformación del anciano en un feto 'estelar'. Este ciclo de vida, muerte y renacimiento se presenta como una espiral infinita de búsqueda y descubrimiento, donde las grandes preguntas de nuestra existencia permanecerán eternamente abiertas a interpretación y contemplación.
La siguiente elipsis temporal nos lleva a un futuro en la carrera espacial y justo ahí vuelve a surgir y presentarse ante el hombre, sobre la superficie lunar, ya fuera de la Tierra, la figura del monolito. En esta ocasión como antesala de la creación de una nueva inteligencia, en este caso artificial.
Rumbo hacia el siguiente destino en la trayectoria de la humanidad, es la interacción con HAL 9000, la inteligencia artificial, donde Kubrick profundiza en la dicotomía de la creación y su creador. HAL, con su creciente conciencia y emociones aparentemente humanas, se convierte en un espejo de la humanidad misma, reflejando las complejidades y paradojas de nuestra propia existencia.
La música ominosa y desorientadora regresa en un punto crucial, cuando se revela que HAL podría comprometer la supervivencia humana. Este retorno musical no es casual, simboliza el círculo completo de la vida, desde el nacimiento hasta la confrontación con nuestras propias creaciones. La "muerte" de HAL, ejecutada por un humano que actúa bajo el temor a la extinción, evoca la paradoja de un ser artificial experimentando el temor humano más primario: el miedo a dejar de existir. En este acto, Kubrick no sólo cuestiona quién juega a ser Dios, sino también las consecuencias de nuestras ambiciones y miedos más profundos.
Ya al cierre de la película, vuelve a aparecer fugazmente el monolito para dar pie al siguiente salto en la evolución. Kubrick nos sumerge, bajo un halo de ensoñación, en un viaje que atraviesa las barreras de la física para trasladarse a una visión del futuro en la que vemos sus últimos momentos vitales. El astronauta, ya de anciano, se observa a sí mismo desde una mirada alienada bajo la escafandra.
Postrado en su lecho de muerte, con el rostro ya muy envejecido, vuelve a aparecer la imagen, ahora nítida, de esa figura enigmática, una puerta que parece esconder tras ella los grandes enigmas. Cuando el director devuelve la mirada a la cama, vemos ahora la transformación del anciano en un feto 'estelar'. Este ciclo de vida, muerte y renacimiento se presenta como una espiral infinita de búsqueda y descubrimiento, donde las grandes preguntas de nuestra existencia permanecerán eternamente abiertas a interpretación y contemplación.
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