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6,9
79.169
10
3 de mayo de 2007
3 de mayo de 2007
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la polémica presentación de Daniel Craig como nuevo James Bond no he sido yo uno de sus más firmes defensores; antes del estreno de Casino Royale venía llamándolo no-Bond en cierto aire jocoso. Craig es un fantástico actor, pero no me daba el perfil de 007. Sin embargo, ahora mismo me da igual, porque al final Casino Royale ha resultado ser una de las mejores películas de todo 2006 (sí, hala, directamente, para qué negarlo) y la mejor de las de Bond que yo haya visto.
Siendo el bautizo de fuego de James Bond, es increíble cómo los guionistas (y con ésto me gustaría resaltar a Paul Haggis y no a los que perpetraron Die Another Day) han logrado que todo en el filme roce la perfección, de principio a fin. No podía haber un "Bond Begins" más brillante.
Siendo el bautizo de fuego de James Bond, es increíble cómo los guionistas (y con ésto me gustaría resaltar a Paul Haggis y no a los que perpetraron Die Another Day) han logrado que todo en el filme roce la perfección, de principio a fin. No podía haber un "Bond Begins" más brillante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El principio es de infarto, y supone un fantástico aperitivo para una película que no decae en ningún momento. Y es que Casino Royale cuenta con una escena introductoria sensacional, en la que vemos los dos primeros asesinatos de Bond que le permiten convertirse en agente 00. Y enlazando con su primera víctima -en flashback- surge un 'gun barrel' atípico pero prodigiosamente insertado.
Ésto da lugar a unos títulos de crédito iniciales que son una joya del diseño. A cargo de los mismos está Daniel Kleinman, director artístico de las secuencias iniciales desde GoldenEye. Kleinman basó su idea en la portada original del libro en el Reino Unido, que mostraba ocho corazones de póker sangrando. A partir de técnicas rotoscópicas y usando los elementos de la baraja ha creado un introducción portentosa que además encaja como un guante con el fabuloso tema de Chris Cornell, You Know My Name (acertadamente retocado tras su versión inicial).
Las primeras secuencias de acción en Madagascar y Miami, además de muy intensas (Craig es, sin duda, uno de los mejores 007 para este tipo de escenas), nos dan también los primeros indicios de la vulnerabilidad de Bond, que más adelante se potencia con el intento de envenenamiento por parte de Le Chiffre o la implicación emocional que se desata con Vesper Lynd.
Y es que Casino cuenta también con la mejor y más guapa chica Bond que recuerdo: una impresionante Eva Green en un papel mítico que definirá ya para siempre la personalidad de 007.
La relación de Bond con Vesper da pie a algunas de las escenas más brillantes de la película a nivel plástico y de guión, como aquella en la que James reconforta a Vesper en el plato de la ducha tras el asesinato de dos hombres. Los diálogos con ella originan algunas de las mejores frases de Bond, gracias a una química perfecta entre ambos actores.
No menos interesante es el principal villano del filme, Le Chiffre, que no necesita del ego desmesurado de otros 'malos' para convertirse en una auténtica amenaza para la vida de Bond. De hecho, al igual que 007, cuenta con sus propias muestras de fragilidad.
Pero hay muchos otros elementos que no podían faltar en el nuevo inicio de la saga y que están conseguidos de la forma más acertada posible. Tras sus primeros asesinatos, Bond consigue su Aston Martin, se enfunda un esmoquin y va descubriendo las bondades del martini con vodka. Todo nos conduce por una fabulosamente llevada evolución del personaje, hasta la conclusión con la mítica frase de Bond que además supone un cierre redondo para la película, con el tema de Monty Norman sonando por primera vez.
"JAMES BOND WILL RETURN"... ya estoy ansioso ^_^
Ésto da lugar a unos títulos de crédito iniciales que son una joya del diseño. A cargo de los mismos está Daniel Kleinman, director artístico de las secuencias iniciales desde GoldenEye. Kleinman basó su idea en la portada original del libro en el Reino Unido, que mostraba ocho corazones de póker sangrando. A partir de técnicas rotoscópicas y usando los elementos de la baraja ha creado un introducción portentosa que además encaja como un guante con el fabuloso tema de Chris Cornell, You Know My Name (acertadamente retocado tras su versión inicial).
Las primeras secuencias de acción en Madagascar y Miami, además de muy intensas (Craig es, sin duda, uno de los mejores 007 para este tipo de escenas), nos dan también los primeros indicios de la vulnerabilidad de Bond, que más adelante se potencia con el intento de envenenamiento por parte de Le Chiffre o la implicación emocional que se desata con Vesper Lynd.
Y es que Casino cuenta también con la mejor y más guapa chica Bond que recuerdo: una impresionante Eva Green en un papel mítico que definirá ya para siempre la personalidad de 007.
La relación de Bond con Vesper da pie a algunas de las escenas más brillantes de la película a nivel plástico y de guión, como aquella en la que James reconforta a Vesper en el plato de la ducha tras el asesinato de dos hombres. Los diálogos con ella originan algunas de las mejores frases de Bond, gracias a una química perfecta entre ambos actores.
No menos interesante es el principal villano del filme, Le Chiffre, que no necesita del ego desmesurado de otros 'malos' para convertirse en una auténtica amenaza para la vida de Bond. De hecho, al igual que 007, cuenta con sus propias muestras de fragilidad.
Pero hay muchos otros elementos que no podían faltar en el nuevo inicio de la saga y que están conseguidos de la forma más acertada posible. Tras sus primeros asesinatos, Bond consigue su Aston Martin, se enfunda un esmoquin y va descubriendo las bondades del martini con vodka. Todo nos conduce por una fabulosamente llevada evolución del personaje, hasta la conclusión con la mítica frase de Bond que además supone un cierre redondo para la película, con el tema de Monty Norman sonando por primera vez.
"JAMES BOND WILL RETURN"... ya estoy ansioso ^_^

6,7
48.768
10
3 de mayo de 2007
3 de mayo de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El veterano Mike Nichols, uno de los directores que mejor sabe tratar los conflictos sentimentales de las relaciones amorosas, regresó al cine tras unos años de dedicación a la pequeña pantalla con un nuevo melodrama protagonizado por algunos de los más convincentes actores del momento.
Ya desde su debut en 1966 con la imprescindible "¿Quién teme a Virginia Woolf?" Nichols fue marcando esas líneas que huyen de las directrices hollywoodienses de relaciones sencillas, y flechazos que fraguan parejas felices. Con el amor se sufre; y también se puede hacer mucho daño. Fue ya con aquel primer filme cuando demostró su valía en este terreno, al enfrentar a dos grandes como Elizabeth Taylor y Richard Burton en una angustiosa autodestrucción conyugal que no parecía tener límites.
En esta ocasión Nichols se vale de la exitosa obra teatral de Patrick Marber (que también firma el guión) para tratar de forma directa y sin tapujos el doloroso cruce de parejas que se produce entre cuatro personajes totalmente diferentes. Todo comienza cuando un escritor frustrado que redacta necrológicas (Jude Law), y que vive con una encantadora bailarina de striptease (Natalie Portman), no puede evitar la tentación de enamorarse de una fotógrafa (Julia Roberts) emparejada con un dermatólogo (Clive Owen).
Todos ellos logran unas notables actuaciones; pero es Clive Owen (que curiosamente había desempeñado el papel que ahora tiene Law cuando la obra se escenificó en Broadway) el que sobresale con una fantástica interpretación, sacándole todo el jugo a un gran personaje. Por la parte femenina destaca Natalie Portman, que vuelve a demostrar que sabe elegir buenos proyectos y borda también un fantástico papel lleno de matices.
La película está llena de diálogos brillantes, en los que la sinceridad es un arma arrojadiza, y cuenta con gran cantidad de detalles interpretativos que la dotan de realismo (como cuando, en los primeros minutos, Portman limpia las gafas de Law mientras dialogan); pero también juega con situaciones sorprendentes, y arriesgadas para el desarrollo del filme, que requieren la complicidad del espectador para funcionar.
El filme hace gala de unas inteligentes elipsis temporales que, aunque al principio pueden desconcertar a ciertos espectadores, imprimen un buen ritmo para el avance de la trama; con ello Nichols hace de paso hincapié en la perdurabilidad de ciertos sentimientos: no sólo el amor, sino también la venganza y hasta el odio.
No puede pasarse por alto la cuidada fotografía, con atractivos juegos de sombras y contrastes escénicos, que pone la guinda a uno de los más interesantes y realistas filmes de los últimos años.
Ya desde su debut en 1966 con la imprescindible "¿Quién teme a Virginia Woolf?" Nichols fue marcando esas líneas que huyen de las directrices hollywoodienses de relaciones sencillas, y flechazos que fraguan parejas felices. Con el amor se sufre; y también se puede hacer mucho daño. Fue ya con aquel primer filme cuando demostró su valía en este terreno, al enfrentar a dos grandes como Elizabeth Taylor y Richard Burton en una angustiosa autodestrucción conyugal que no parecía tener límites.
En esta ocasión Nichols se vale de la exitosa obra teatral de Patrick Marber (que también firma el guión) para tratar de forma directa y sin tapujos el doloroso cruce de parejas que se produce entre cuatro personajes totalmente diferentes. Todo comienza cuando un escritor frustrado que redacta necrológicas (Jude Law), y que vive con una encantadora bailarina de striptease (Natalie Portman), no puede evitar la tentación de enamorarse de una fotógrafa (Julia Roberts) emparejada con un dermatólogo (Clive Owen).
Todos ellos logran unas notables actuaciones; pero es Clive Owen (que curiosamente había desempeñado el papel que ahora tiene Law cuando la obra se escenificó en Broadway) el que sobresale con una fantástica interpretación, sacándole todo el jugo a un gran personaje. Por la parte femenina destaca Natalie Portman, que vuelve a demostrar que sabe elegir buenos proyectos y borda también un fantástico papel lleno de matices.
La película está llena de diálogos brillantes, en los que la sinceridad es un arma arrojadiza, y cuenta con gran cantidad de detalles interpretativos que la dotan de realismo (como cuando, en los primeros minutos, Portman limpia las gafas de Law mientras dialogan); pero también juega con situaciones sorprendentes, y arriesgadas para el desarrollo del filme, que requieren la complicidad del espectador para funcionar.
El filme hace gala de unas inteligentes elipsis temporales que, aunque al principio pueden desconcertar a ciertos espectadores, imprimen un buen ritmo para el avance de la trama; con ello Nichols hace de paso hincapié en la perdurabilidad de ciertos sentimientos: no sólo el amor, sino también la venganza y hasta el odio.
No puede pasarse por alto la cuidada fotografía, con atractivos juegos de sombras y contrastes escénicos, que pone la guinda a uno de los más interesantes y realistas filmes de los últimos años.

4,6
16.884
3
3 de mayo de 2007
3 de mayo de 2007
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película de Oliver Stone parte del que probablemente sea el mayor evento de la historia a nivel audiovisual y lo convierte en dos horas de aburrida... nada.
Se trata de la historia de dos policías atrapados bajo el WTC; pero hubiera dado igual que estuvieran sepultados por cualquier otro montón de escombros, porque el edificio y sus víctimas se desvanecen en la mayor parte de este filme.
Dice bastante de la película que a lo largo de todo su metraje sólo y únicamente aparezcan retratados policías, bomberos y marines, con la excepción de los familiares de los dos protagonistas. El resto de las otras 2400 víctimas civiles parecen no pintar nada en absoluto.
Es innegable que los bomberos y policías arriesgaron sus vidas por rescatar a las víctimas, llegando a ser encumbrados a la categoría de héroes; pero el filme transmite la idea de que allá sólo había gente de uniforme, dándole en parte un toque bélico al asunto como ya han criticado muchos medios.
Cuestionable es también la enorme carga religiosa: misiones mesiánicas y apariciones divinas resueltas de forma chirriante, que -eso sí- a buen seguro conectarán con el público norteamericano. Aunque teniendo en cuenta que el 'motivo' de los terroristas fue religioso, esto plantea una poco acertada confrontación ideológica.
Tampoco hay nada muy destacable a nivel visual, si acaso un par de planos de calles desoladas, o la visión en primera persona del anticipado rescate. "United 93" era mucho más sugerente en el aspecto fotográfico dentro de un avión y un par de salas de control, que "WTC", cuyo punto de partida era un poderosísimo elemento como son las dos torres ardiendo. De hecho, parece increíble cómo Stone desperdia semejante icono visual y obvia casi por completo la fuerza del suceso.
La falta de tensión dramática es otro de los grandes pinchazos del filme. A diferencia de otras películas históricas recientes, el conocido final de la cinta también actúa en su contra: todo se vuelve tremendamente repetitivo, anodino, superfluo, y nada logra manter el interés. Curiosamente esto no pasaba en "United 93" donde el conocido desenlace no empañaba un final verdaderamente emotivo.
En definitiva, esta no es la película que el 11-S se merecía; y la decepción es si cabe mayor por estar detrás de la cámara Oliver Stone, creador de "Nacido el 4 de julio" y "JFK".
Se trata de la historia de dos policías atrapados bajo el WTC; pero hubiera dado igual que estuvieran sepultados por cualquier otro montón de escombros, porque el edificio y sus víctimas se desvanecen en la mayor parte de este filme.
Dice bastante de la película que a lo largo de todo su metraje sólo y únicamente aparezcan retratados policías, bomberos y marines, con la excepción de los familiares de los dos protagonistas. El resto de las otras 2400 víctimas civiles parecen no pintar nada en absoluto.
Es innegable que los bomberos y policías arriesgaron sus vidas por rescatar a las víctimas, llegando a ser encumbrados a la categoría de héroes; pero el filme transmite la idea de que allá sólo había gente de uniforme, dándole en parte un toque bélico al asunto como ya han criticado muchos medios.
Cuestionable es también la enorme carga religiosa: misiones mesiánicas y apariciones divinas resueltas de forma chirriante, que -eso sí- a buen seguro conectarán con el público norteamericano. Aunque teniendo en cuenta que el 'motivo' de los terroristas fue religioso, esto plantea una poco acertada confrontación ideológica.
Tampoco hay nada muy destacable a nivel visual, si acaso un par de planos de calles desoladas, o la visión en primera persona del anticipado rescate. "United 93" era mucho más sugerente en el aspecto fotográfico dentro de un avión y un par de salas de control, que "WTC", cuyo punto de partida era un poderosísimo elemento como son las dos torres ardiendo. De hecho, parece increíble cómo Stone desperdia semejante icono visual y obvia casi por completo la fuerza del suceso.
La falta de tensión dramática es otro de los grandes pinchazos del filme. A diferencia de otras películas históricas recientes, el conocido final de la cinta también actúa en su contra: todo se vuelve tremendamente repetitivo, anodino, superfluo, y nada logra manter el interés. Curiosamente esto no pasaba en "United 93" donde el conocido desenlace no empañaba un final verdaderamente emotivo.
En definitiva, esta no es la película que el 11-S se merecía; y la decepción es si cabe mayor por estar detrás de la cámara Oliver Stone, creador de "Nacido el 4 de julio" y "JFK".

6,2
6.458
8
20 de julio de 2015
20 de julio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
'2 Días en París' es un proyecto extremadamente personal de Julie Delpy; se diría que hasta altamente autobiográfico. No sólo se desarrolla en la ciudad que la vio nacer, sino que ella misma interpreta el papel protagonista -con sus mismos 35 años-; el resto del reparto lo completan buenos amigos de la actriz, y hasta sus padres hacen de ídem en la película (ambos son reputados actores franceses). Es fácil deducir que, por tanto, todos los diálogos que hilvanan la historia se basan en experiencias personales y sentimientos propios.
En esta ficción a medias Delpy encarna a una fotógrafa con un defecto en la vista que, tras un tour turístico por media Europa con su novio neoyorkino, hace escala en París (donde viven sus padres) antes de volver a Estados Unidos.
Sobre esta base se conforma una película claramente heredera de 'Antes del Amanecer' y 'Antes del Atardecer', dos pequeñas obras maestras anteriores -también muy personales- escritas al alimón por ella, su buen amigo Ethan Hawke y el polifacético Richard Linklater.
Sin embargo, '2 Días en París' no resulta tan intimista como aquellas, y recurre más a técnicas de comedia propias de filmes de Woody Allen, con habituales gags que cuajan de maravilla entre el público europeo: acertadas críticas a Bush, la guerra de Irak, los conflictos 'originados' por el interculturalismo, un desenfadado trato verbal y visual de temas sexuales... En fin, que Delpy no ha tenido tapujos al elegir la sustancia que da vida a su película, y de esta manera logra una inmediata conexión con el público que no tarda en sentirse identificado.
A pesar de ello, hay un par de cosas que empañan en parte el resultado del filme. Por una parte está el hecho de que, a diferencia de los dos citados filmes de Linklater (y en especial el segundo que también transcurre en París y con unos personajes con mayor bagaje personal), la voz en off ensucia algo el desarrollo de la trama. El hecho de que sea una historia narrada (al menos en su principio y final) choca un poco con el hecho de que se nos cuenten sucesos no vividos por la propia Delpy. Por otra parte, aunque se trata de un filme corto (96'), en ocasiones el ritmo se ralentiza en exceso, y algunas escenas se vuelven algo redundantes y restan fuerza al momento.
Si el filme se visualiza en castellano, cabe criticar también el hecho de que -por haberse estrenado en salas muy comerciales- la película esté doblada... pero sólo en parte. Siendo un filme en el que constantemente se habla en dos idiomas (inglés y francés), que uno de ellos (el inglés) esté doblado al español resulta profundamente estúpido, pues al fin y al cabo el espectador va a tener que leer subtítulos para la otra mitad. Así, el contraste entre los fragmentos en VOS y los doblados al español acaba por pasar factura a la fuerza interpretativa de los actores (que se resiente totalmente en la parte doblada, como no podía ser menos).
Y aunque quizá la película tarda algo en centrarse (en este sentido reluce aún más la presteza con la que daba comienzo 'Antes del Atardecer'), según avanza va atrapando al espectador. Y tras noquearnos con la dolorosa certidumbre de que nunca conoceremos del todo a las personas que viven con nosotros, desemboca en un final que titubea en la línea de la ambigüedad pero despierta una chispa de esperanza en todo aquél que aún ande buscando a ése alguien con quien compartir su vida.
En esta ficción a medias Delpy encarna a una fotógrafa con un defecto en la vista que, tras un tour turístico por media Europa con su novio neoyorkino, hace escala en París (donde viven sus padres) antes de volver a Estados Unidos.
Sobre esta base se conforma una película claramente heredera de 'Antes del Amanecer' y 'Antes del Atardecer', dos pequeñas obras maestras anteriores -también muy personales- escritas al alimón por ella, su buen amigo Ethan Hawke y el polifacético Richard Linklater.
Sin embargo, '2 Días en París' no resulta tan intimista como aquellas, y recurre más a técnicas de comedia propias de filmes de Woody Allen, con habituales gags que cuajan de maravilla entre el público europeo: acertadas críticas a Bush, la guerra de Irak, los conflictos 'originados' por el interculturalismo, un desenfadado trato verbal y visual de temas sexuales... En fin, que Delpy no ha tenido tapujos al elegir la sustancia que da vida a su película, y de esta manera logra una inmediata conexión con el público que no tarda en sentirse identificado.
A pesar de ello, hay un par de cosas que empañan en parte el resultado del filme. Por una parte está el hecho de que, a diferencia de los dos citados filmes de Linklater (y en especial el segundo que también transcurre en París y con unos personajes con mayor bagaje personal), la voz en off ensucia algo el desarrollo de la trama. El hecho de que sea una historia narrada (al menos en su principio y final) choca un poco con el hecho de que se nos cuenten sucesos no vividos por la propia Delpy. Por otra parte, aunque se trata de un filme corto (96'), en ocasiones el ritmo se ralentiza en exceso, y algunas escenas se vuelven algo redundantes y restan fuerza al momento.
Si el filme se visualiza en castellano, cabe criticar también el hecho de que -por haberse estrenado en salas muy comerciales- la película esté doblada... pero sólo en parte. Siendo un filme en el que constantemente se habla en dos idiomas (inglés y francés), que uno de ellos (el inglés) esté doblado al español resulta profundamente estúpido, pues al fin y al cabo el espectador va a tener que leer subtítulos para la otra mitad. Así, el contraste entre los fragmentos en VOS y los doblados al español acaba por pasar factura a la fuerza interpretativa de los actores (que se resiente totalmente en la parte doblada, como no podía ser menos).
Y aunque quizá la película tarda algo en centrarse (en este sentido reluce aún más la presteza con la que daba comienzo 'Antes del Atardecer'), según avanza va atrapando al espectador. Y tras noquearnos con la dolorosa certidumbre de que nunca conoceremos del todo a las personas que viven con nosotros, desemboca en un final que titubea en la línea de la ambigüedad pero despierta una chispa de esperanza en todo aquél que aún ande buscando a ése alguien con quien compartir su vida.

6,3
6.663
9
20 de julio de 2015
20 de julio de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Una de las sorpresas del cine español de 2007, este filme de Jaime Rosales pasó tímidamente por las salas en su estreno, pero triunfó en los Goya alzándose con el premio a mejor película.
'La soledad' no es una película fácil de ver. Tiene una duración considerable para un filme de sus características (133 minutos), requiere de un desarrollo pausado para poder transmitir la reflexión y el tipo de realismo que busca, y es arriesgada en su realización.
Similar a otros retratos sociales de las notables 'En la ciudad' (Cesc Gay, 2003) y 'Un año en la luna' (Antonio María Gárate, 2005), 'La soledad' destaca por enfocar desde una nueva perspectiva la vida de una serie de personajes con un punto de conexión en sus vidas: en este caso una familia con tres hermanas y la compañera de piso de una de ellas. De hecho, se trata de un filme eminentemente de mujeres.
La película está sujeta a una serie de decisiones artístico-estilísticas acertadas para el tema que busca retratar, pero que conllevan una calculada frialdad y suponen un muro contra la emotividad. Todo el metraje está rodado a base de planos fijos, sin música, y en la mayoría de las ocasiones buscando no inmiscuirse en la acción: la cámara se sitúa casi siempre detrás de los quicios de las puertas, en los pasillos o a la distancia oportuna para dejar un marcado espacio en torno a los protagonistas. A menudo las cosas incluso suceden fuera de plano.
Ya desde el principio observamos una de las principales características formales de la película: un interesante juego de doble plano que nos permite observar simultáneamente dos ambientes diferentes (aunque siempre dentro de un mismo entorno).
El director hace uso precisamente de esta técnica para, como contraste a la frialdad del rodar 'desde fuera de la habitación', abordar con gran proximidad los diálogos entre personajes. No se trata de un mero plano-contraplano, sino que uno de los personajes habla a cámara -adoptando así el espectador el papel de oyente- mientras el otro enfoque muestra de perfil a 'quien somos'. Es una interesante forma de recibir y digerir personalmente (de forma subjetiva) las palabras de quien [nos] habla, y a la vez adoptar un punto de vista externo (objetivo) para ver cómo reacciona el personaje que encarnamos transitoriamente.
Aunque centrada en las relaciones familiares, 'La soledad' parece huir sin embargo de los temas amorosos y sexuales de unos personajes perfectamente delineados e interpretados con maestría: la vida sentimental queda al margen, siendo ésta casi la única faceta no abordada de todos ellos. De hecho, aunque retrata con tremendo realismo inesperados y duros momentos de dolor, las humanamente necesarias catarsis ulteriores quedan siempre eliminadas por unas inteligentes elipsis.
En suma, un magnífico filme que retrata la vida desde la distancia, con respeto a la intimidad de ambientes y situaciones, y a la vez va directo a los sentimientos de las personas.
'La soledad' no es una película fácil de ver. Tiene una duración considerable para un filme de sus características (133 minutos), requiere de un desarrollo pausado para poder transmitir la reflexión y el tipo de realismo que busca, y es arriesgada en su realización.
Similar a otros retratos sociales de las notables 'En la ciudad' (Cesc Gay, 2003) y 'Un año en la luna' (Antonio María Gárate, 2005), 'La soledad' destaca por enfocar desde una nueva perspectiva la vida de una serie de personajes con un punto de conexión en sus vidas: en este caso una familia con tres hermanas y la compañera de piso de una de ellas. De hecho, se trata de un filme eminentemente de mujeres.
La película está sujeta a una serie de decisiones artístico-estilísticas acertadas para el tema que busca retratar, pero que conllevan una calculada frialdad y suponen un muro contra la emotividad. Todo el metraje está rodado a base de planos fijos, sin música, y en la mayoría de las ocasiones buscando no inmiscuirse en la acción: la cámara se sitúa casi siempre detrás de los quicios de las puertas, en los pasillos o a la distancia oportuna para dejar un marcado espacio en torno a los protagonistas. A menudo las cosas incluso suceden fuera de plano.
Ya desde el principio observamos una de las principales características formales de la película: un interesante juego de doble plano que nos permite observar simultáneamente dos ambientes diferentes (aunque siempre dentro de un mismo entorno).
El director hace uso precisamente de esta técnica para, como contraste a la frialdad del rodar 'desde fuera de la habitación', abordar con gran proximidad los diálogos entre personajes. No se trata de un mero plano-contraplano, sino que uno de los personajes habla a cámara -adoptando así el espectador el papel de oyente- mientras el otro enfoque muestra de perfil a 'quien somos'. Es una interesante forma de recibir y digerir personalmente (de forma subjetiva) las palabras de quien [nos] habla, y a la vez adoptar un punto de vista externo (objetivo) para ver cómo reacciona el personaje que encarnamos transitoriamente.
Aunque centrada en las relaciones familiares, 'La soledad' parece huir sin embargo de los temas amorosos y sexuales de unos personajes perfectamente delineados e interpretados con maestría: la vida sentimental queda al margen, siendo ésta casi la única faceta no abordada de todos ellos. De hecho, aunque retrata con tremendo realismo inesperados y duros momentos de dolor, las humanamente necesarias catarsis ulteriores quedan siempre eliminadas por unas inteligentes elipsis.
En suma, un magnífico filme que retrata la vida desde la distancia, con respeto a la intimidad de ambientes y situaciones, y a la vez va directo a los sentimientos de las personas.
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