Han pasado 30 años desde los hechos acontecidos en Star Wars VI. El Imperio ha sido derrotado y La República se está instaurando de nuevo en la Galaxia. Un momento... La República está más débil que nunca y por arte de magia ha surgido la llamada Primera Orden con un presupuesto al que la crisis no ha afectado. Hay que ver, estos republicanos no valen ni para hacerse cargo de la comunidad de vecinos.

Kylo Ren, el hijo de la princesa Leia y Han Solo domina La Fuerza y es capaz de detener un disparo láser con la mente. Pero si algo le sale mal, le entra una rabieta y destroza todos los muebles de la habitación. A eso se le llama autocontrol, si señor.

La Primera Orden ha construido el arma definitiva con la que controlar y someter a todos los planetas. Vaya, se parece sospechosamente a la antigua Estrella de la Muerte. Por lo menos no se han olvidado de poner un conducto al punto débil por donde pueda colarse digamos por ejemplo un X-Wing y volarla en mil pedazos. Buena planificación, sin duda.

Para destruir los escudos de esta nueva estación de combate ubicados en el planeta vecino, no es necesario un experimentado comando de asalto. Con tres amigos y buena voluntad es suficiente. Es importante llevar a un experto en sanitarios porque siempre se le puede ocurrir algo.

Un buen lugar para guardar la espada láser original del mítico Luke Skywalker es un pub espacial. La varita elegirá a su dueño. Perdón, quería decir el sable láser.

Para aprender a utilizar dicha arma no es necesario un duro y largo entrenamiento. Estos nuevos modelos son aptos para cualquier persona y en poco tiempo un simple soldado de asalto pone contra las cuerdas a Kylo Ren. Si es la chica protagonista, que acaba de descubrir La Fuerza, quien coge el arma, que se de por jodido el poderoso guerrero.

Si Darth Vader levantara la cabeza le daría verguenza contemplar su legado.
Bienvenidos a la era Disney Star Wars.
Madre mía, que despropósito. Lo dicho, el timo de la estampita.