Recuerdo que la primera vez que vi Amélie tenía quince años y estaba en clase de ética en el instituto. Supuestamente mi profesor quiso representar el valor de la bondad y la ingenuidad a través de ella. Y lo consiguió. Reconozco que fui una de las pocas alumnas que se enamoró de esta película a primera vista.

Cuando empezaron a proyectarla me quedé embobada con todos y cada uno de los elementos que la conformaban. Las imágenes, la viveza de los colores, la genial banda sonora (bendito seas Yann Tiersen), el papel principal de una brillantísima Audrey Tautou que interpretaba a la inocente protagonista, un genial Mathieu Kassovitz que interpetaba al despistado y particular amor de Amelie, los sonidos, las sensaciones...todo este cúmulo de cosas consiguieron que se me erizase la piel desde el principio hasta el fin de la película. Y la historia entre Amelie y Nino es tan bizarra y a la vez tan dulce que hace enternecerse al público.Cabe destacar también diálogos/monólogos que son brillantes, especialmente cada parrafada que suelta el hombre de los huesos de cristal.

En definitiva, si crees en la magia, ve esta película. Porque es MAGIA, con mayúsculas. Y porque hará que el espectador se enamore un poco más de París (como si no fuera preciosa ya de por sí).