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9
20 de mayo de 2008
20 de mayo de 2008
83 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Edgar Neville, amén de mucho más que discreto dramaturgo, demuestra en varias películas, como aquí, sus dotes como director rayanas en lo extraordinario.
He visto críticas que achacan a ésta falta de medios. Pero ¿son mejores los de cualquier otra producción extranjera de más o menos los mismos años? No citaré títulos: están en la memoria de todos.
Aquí, al menos, se mantiene constantemente la intriga. No es cubrir metros de cinta como justificación del pago de una entrada, como en tantas de Karloff o Lugosi. Aquí subyace un hilo argumental siempre interesante. Incluso el artificio está tan bien ensamblado que todas las incongruencias del guión nos parecen hechas a propósito, con lo cual en ningún momento se nos ocurre romper el convenio tácito de creernos todo lo que se nos cuenta. El director ha conseguido, pues, lo más difícil, demostrándonos su maestría.
Además, continuamente destila un humor sorprendente, cercano a lo surrealista, que no pasa de moda. Hay detalles que provienen ya de la novela de Carrere, y otros los inventa. Para las antologías queda aquella escena en que, en plena aparición del fantasma de Robinson de Mantua ante la cama de Beltrán, se introduce por equivocación el espíritu de Napoleón, invocado por la medium del piso de arriba. Ambos espectros se presentan mutuamente y, al abandonar el cuarto, pugnan por mostrarse a cual más amable:
-"Pase usted delante, doctor."
-"No, por favor, majestad, usted primero".
-"Insisto, insisto..."
Es memorable la secuencia del casino de juego, o la de las cenas con la Bella Medusa y su madre. Una imaginativa y épica vena humorística encadena casi sin solución de continuidad ocurrentes sucesos todo a lo largo de la película.
La trama se desarrolla en un momento deprimente de la historia de España. Es el cambio de siglos, el momento de los últimos de Filipinas y de la Guerra de África. Acaba de suceder el revés del 98. La gente viste trajes cochambrosos y se mete en los figones a bailar el chotis y oír a las cantantes malas mientras se emborracha. Ya lo dice la zarzuela de Chueca: "Yo soy un baile de criadas y de horteras / a mí me bailan / las cocineras..." Mientras tanto, medio Madrid ofrece un aspecto lamentable.
La interpretación es adorable. La credulidad candorosa de Inés (Isabel de Pomés) no podía contar con más afortunado rostro para encarnarse, la confusión inocente de Beltrán halla su contrapunto en un Antonio Casal que se hace querer, un jorobado Guillermo Marín nos muestra lo más hipócrita y ambiguo de su rostro... pero Félix de Pomes, señores, está que se sale.
Merecedor de mejor suerte, este filme avanza con los años a pasos de gigante desde su discreto puesto a retaguardia, y acabará colocándose en un lugar destacado entre la antología de la cinefilia mundial. Creo que no tardará demasiado en convertirse en un icono, no ya de nuestro cine fantástico, sino quizás de todo el europeo. Tal vez lo sea ya.
He visto críticas que achacan a ésta falta de medios. Pero ¿son mejores los de cualquier otra producción extranjera de más o menos los mismos años? No citaré títulos: están en la memoria de todos.
Aquí, al menos, se mantiene constantemente la intriga. No es cubrir metros de cinta como justificación del pago de una entrada, como en tantas de Karloff o Lugosi. Aquí subyace un hilo argumental siempre interesante. Incluso el artificio está tan bien ensamblado que todas las incongruencias del guión nos parecen hechas a propósito, con lo cual en ningún momento se nos ocurre romper el convenio tácito de creernos todo lo que se nos cuenta. El director ha conseguido, pues, lo más difícil, demostrándonos su maestría.
Además, continuamente destila un humor sorprendente, cercano a lo surrealista, que no pasa de moda. Hay detalles que provienen ya de la novela de Carrere, y otros los inventa. Para las antologías queda aquella escena en que, en plena aparición del fantasma de Robinson de Mantua ante la cama de Beltrán, se introduce por equivocación el espíritu de Napoleón, invocado por la medium del piso de arriba. Ambos espectros se presentan mutuamente y, al abandonar el cuarto, pugnan por mostrarse a cual más amable:
-"Pase usted delante, doctor."
-"No, por favor, majestad, usted primero".
-"Insisto, insisto..."
Es memorable la secuencia del casino de juego, o la de las cenas con la Bella Medusa y su madre. Una imaginativa y épica vena humorística encadena casi sin solución de continuidad ocurrentes sucesos todo a lo largo de la película.
La trama se desarrolla en un momento deprimente de la historia de España. Es el cambio de siglos, el momento de los últimos de Filipinas y de la Guerra de África. Acaba de suceder el revés del 98. La gente viste trajes cochambrosos y se mete en los figones a bailar el chotis y oír a las cantantes malas mientras se emborracha. Ya lo dice la zarzuela de Chueca: "Yo soy un baile de criadas y de horteras / a mí me bailan / las cocineras..." Mientras tanto, medio Madrid ofrece un aspecto lamentable.
La interpretación es adorable. La credulidad candorosa de Inés (Isabel de Pomés) no podía contar con más afortunado rostro para encarnarse, la confusión inocente de Beltrán halla su contrapunto en un Antonio Casal que se hace querer, un jorobado Guillermo Marín nos muestra lo más hipócrita y ambiguo de su rostro... pero Félix de Pomes, señores, está que se sale.
Merecedor de mejor suerte, este filme avanza con los años a pasos de gigante desde su discreto puesto a retaguardia, y acabará colocándose en un lugar destacado entre la antología de la cinefilia mundial. Creo que no tardará demasiado en convertirse en un icono, no ya de nuestro cine fantástico, sino quizás de todo el europeo. Tal vez lo sea ya.

7,1
2.243
10
19 de septiembre de 2005
19 de septiembre de 2005
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata, quizás, de una de las obras de la literatura universal de la que más versiones se han rodado. Hasta los soviéticos se interesaron por ella... ¡y no es el Quijote!
No obstante, ninguna interpretación más personal y recordada con nostalgia que ésta. No es la única incursión de Fleming en el género infantil (recordemos la también inolvidable "Capitanes intrépidos", versión de otra novela para niños con Freddie Bartolomew y Spencer Tracy, y un icono de la infancia de muchos). ¿Dónde subyace el secreto de esta "Isla del Tesoro"? En varios factores: la misteriosa ingenuidad en la interpretación, destacable en escenas como la de la taberna llena de piratas en plena pelea que, inmediatamente, se transforman en personas amistosas y afables cuando entran el doctor Livesey y el magistrado Trelawney (todos bailando, ¡qué risa!); el insustituible reparto en cuanto al caricaturesco aspecto físico de los personajes (sólo comparable, y de lejos, al de los "Piratas" de Roman Polanski, que tan tributaria le es), la simpatía del John Silver interpretado por Wallace Beery (inolvidable "Campeón"); el rostro simplón de Jackie Cooper, casi cómico, y su personalidad sentimetal y bondadosa, que le convierte en un personaje con el que todo niño corriente e incluso con algún complejo, se puede identificar... En fin, que sólo se echa en falta aquel maravilloso technicolor con que otras producciones poco posteriores se adornaron (el mismo Fleming lo utilizó tan afortunadamente en "Lo que el Viento se llevó"). ¡Qué no sería esta película, iluminada como el "Robin Hood" aquel de Errol Flynn con Olivia de Havilland..! Esta "Isla del Tesoro" no lo necesitó para ser la versión de mayor referencia, la canónica.
No obstante, ninguna interpretación más personal y recordada con nostalgia que ésta. No es la única incursión de Fleming en el género infantil (recordemos la también inolvidable "Capitanes intrépidos", versión de otra novela para niños con Freddie Bartolomew y Spencer Tracy, y un icono de la infancia de muchos). ¿Dónde subyace el secreto de esta "Isla del Tesoro"? En varios factores: la misteriosa ingenuidad en la interpretación, destacable en escenas como la de la taberna llena de piratas en plena pelea que, inmediatamente, se transforman en personas amistosas y afables cuando entran el doctor Livesey y el magistrado Trelawney (todos bailando, ¡qué risa!); el insustituible reparto en cuanto al caricaturesco aspecto físico de los personajes (sólo comparable, y de lejos, al de los "Piratas" de Roman Polanski, que tan tributaria le es), la simpatía del John Silver interpretado por Wallace Beery (inolvidable "Campeón"); el rostro simplón de Jackie Cooper, casi cómico, y su personalidad sentimetal y bondadosa, que le convierte en un personaje con el que todo niño corriente e incluso con algún complejo, se puede identificar... En fin, que sólo se echa en falta aquel maravilloso technicolor con que otras producciones poco posteriores se adornaron (el mismo Fleming lo utilizó tan afortunadamente en "Lo que el Viento se llevó"). ¡Qué no sería esta película, iluminada como el "Robin Hood" aquel de Errol Flynn con Olivia de Havilland..! Esta "Isla del Tesoro" no lo necesitó para ser la versión de mayor referencia, la canónica.

5,8
5.938
8
23 de noviembre de 2015
23 de noviembre de 2015
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro tremendo ejemplo de que una película muy buena puede hacerse con un presupuesto ínfimo. Sobresalientes los tres actores que llevan el peso del argumento: Mónica Bellucci, Morgan Freeman y Gene Hackmann, destacando sobre todo la genial actuación de este último. Thomas Jane, conocido por su papel en "The Mist", no les va a la zaga en su más corto papel de policía imbécil que merecería ser encarcelado. Consigue hacerse detestar por el público, lo que no es fácil en un actor con aspecto de galán "bueno" como el suyo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por lo que se puede observar en algunas otras críticas, la capacidad de comprensión de los textos y relaciones está cayendo en picado. ¿Efecto de lo infravaloradas que están hoy en día las asignaturas de Humanidades en la educación? ¿O quizás de lo absurdamente explícito que se ha vuelto el cine, que nos muestra hasta las cosas tan obvias que no necesitan ser enseñadas, sin dejar ningún margen para que el espectador piense y deduzca por sí mismo? Cada vez es más obvio que el efecto de cierta censura era beneficioso para la inteligencia del público.
He aquí a lo que me refiero: ¿cómo que "confuso el final"? ¿Qué se necesita para dar a entender al espectador que Hackmann no es culpable, toda vez que se ha descubierto al indudable verdadero asesino? ¿Mostrarles el asesinato también en pantalla?
Y otra: ¿cómo que no se comprende por qué Hackmann se confiesa culpable sin serlo? ¿Son incapaces de entender que, una vez que cree descubrir que definitivamente no queda en su esposa un resquicio de espacio para tener amor hacia él ("ella misma ha puesto las fotos allí para inculparme", llega a declarar), su libertad y el resto de su vida pierden sentido para él y se derrumba, aun a pesar de todo su dinero y de la estima social de la que goza, posesiones que se nos muestran intencionadamente a lo largo de la película? ¿Acaso no queda suficientemente claro que él AMA A SU MUJER más que todo lo demás? ¿Que prefiere no seguir viviendo a vivir una vida sin amor?
Todo esto sí lo entienden tanto el personaje de Freeman como el de Bellucci. De ahí que estos dos resulten a la postre igual de destrozados que él. Se han quedado sin palabras. ¿Ustedes no lo harían, señores y señoras? Me pregunto cuál sería el sentimiento, cuál la sensación de pena y vergüenza por haber tratado así a un inocente. Fíjense que Bellucci no es quien se aparta de él al final, en el banco: es él quien decide rehuirla a ella. ¿Habrá reconciliación posterior? Por ciertos indicios es de suponer que sí: parece ser que su mujer también le ama a él, pues toda su separación no era más que una cuestión de celos por su parte y no ha sido ella, como Hackmann cree, quien ha proporcionado las fotografías inculpadoras. No obstante, no lo podemos saber a ciencia cierta, y esta es la parte abierta de la conclusión.
Es más, yo diría que el final de la cinta es GENIAL. Simplemente genial. Pero éste es demasiado bocado para algunos. Con el cine de consumo, el ruido de consumo al que llaman "música", la pintura de consumo a la que llaman "arte" y todas las demás manifestaciones pseudoartísticas que existen, la peña ya se adocena y deja de pensar por sí misma.
He aquí a lo que me refiero: ¿cómo que "confuso el final"? ¿Qué se necesita para dar a entender al espectador que Hackmann no es culpable, toda vez que se ha descubierto al indudable verdadero asesino? ¿Mostrarles el asesinato también en pantalla?
Y otra: ¿cómo que no se comprende por qué Hackmann se confiesa culpable sin serlo? ¿Son incapaces de entender que, una vez que cree descubrir que definitivamente no queda en su esposa un resquicio de espacio para tener amor hacia él ("ella misma ha puesto las fotos allí para inculparme", llega a declarar), su libertad y el resto de su vida pierden sentido para él y se derrumba, aun a pesar de todo su dinero y de la estima social de la que goza, posesiones que se nos muestran intencionadamente a lo largo de la película? ¿Acaso no queda suficientemente claro que él AMA A SU MUJER más que todo lo demás? ¿Que prefiere no seguir viviendo a vivir una vida sin amor?
Todo esto sí lo entienden tanto el personaje de Freeman como el de Bellucci. De ahí que estos dos resulten a la postre igual de destrozados que él. Se han quedado sin palabras. ¿Ustedes no lo harían, señores y señoras? Me pregunto cuál sería el sentimiento, cuál la sensación de pena y vergüenza por haber tratado así a un inocente. Fíjense que Bellucci no es quien se aparta de él al final, en el banco: es él quien decide rehuirla a ella. ¿Habrá reconciliación posterior? Por ciertos indicios es de suponer que sí: parece ser que su mujer también le ama a él, pues toda su separación no era más que una cuestión de celos por su parte y no ha sido ella, como Hackmann cree, quien ha proporcionado las fotografías inculpadoras. No obstante, no lo podemos saber a ciencia cierta, y esta es la parte abierta de la conclusión.
Es más, yo diría que el final de la cinta es GENIAL. Simplemente genial. Pero éste es demasiado bocado para algunos. Con el cine de consumo, el ruido de consumo al que llaman "música", la pintura de consumo a la que llaman "arte" y todas las demás manifestaciones pseudoartísticas que existen, la peña ya se adocena y deja de pensar por sí misma.

7,0
7.439
9
30 de noviembre de 2014
30 de noviembre de 2014
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa producción de serie A que muchos inconscientemente (¿o debería decir "ignorantemente"?) mezclan o comparan con otras de serie B o Z contemporáneas suyas.
En efecto, MGM invirtió en esta película una, para la época, inmensa cantidad de dólares, que nunca llegó a recuperar. ¿Por qué? Simplemente por una causa: se trata de una obra adelantada a su tiempo. No se podía esperar que los mismos que llenaban los cines para morderse las uñas con el asalto de hormigas gigantes alienígenas o a festejar las escenas del exterminio de unas rayas gigantes venusianas, recibiesen de igual modo los diálogos largos de una cuadrilla de individuos sentados en un laboratorio, con un coeficiente intelectual amplificado para ser mayor no ya que el de esos espectadores, sino que el de la media, y razonando acerca de las profundidades del subconsciente humano. Por mucho que los efectos especiales, la fotografía y las actuaciones fueran mejores.
Los efectos visuales eran de la mejor calidad para su época. Para su desdicha en este sentido, "Planeta Prohibido" coincidió en año con "Los Diez Mandamientos", que le arrebató el Óscar en este terreno. Pero entonces, debido a lo que costaban, cuando estaban bien hechos todavía no se abusaba de ellos y se utilizaban exacta y exclusivamente donde se necesitaban. Los diálogos son muy irregulares, pero llegan a lo que hoy se echa de menos, es decir, a lo brillante, en lo que se trasluce la inocultable fuente shakesperiana. La ambientación es acertada, luminosa y colorista, y realmente da una extraña sensación alienígena. El vestuario parece incluso más moderno que el de producciones veinte años posteriores... el de "La Guerra de las Galaxias" mismo. Hasta el robot "Robbie" hizo fortuna y llegó a rodar unas cuantas películas más -muy inferiores a ésta-, incluso convirtiéndose en un verdadero icono de la década de 1950.
El elenco de intérpretes principales era muy acertado. Walter Pidgeon, por entonces en el ecuador de su carrera, era ya un actor consagrado y universalmente reconocido. Su factura en la película es la de un inolvidable científico "loco" que se ha convertido en prototípico para el imaginario colectivo. Para Leslie Nilsen era su segunda película, y el tiempo demostraría que no era la suya una moda fallida. Y en cuanto a Anne Francis... bueno, de ella me enamoré a los ocho años, cuando vi la película por primera vez, y no he vuelto a desenamorarme más. Espero que ella lo sepa y me aguarde para regresar al universo físico conmigo en nuestra próxima reencarnación.
El total de la producción dio pie a una pléyade de copiadores de ideas, siempre trasladadas al ámbito de lo más comercial y todas de muy baja calidad en comparación con el original. Habría que esperar a la década siguiente para encotrar algo que no fueran simples imitaciones, sino otras verdaderas joyas del género, inmensas en la infinitud de lo pequeño ("Viaje Alucinante" de Fleischer) o en la pequeñez de lo infinito (el inconmensurable "2001" de Kubrick).
Con todo esto, esta producción ha resistido al tiempo, mientras que otras no, o se han quedado para los incondicionales. Incluso se ha convertido en película de culto, diría yo. Bueno, yo y unos cuantos miles de aficionados más.
"Planeta Prohibido" es una perla ensartada en la historia del cine de ciencia ficción.
En efecto, MGM invirtió en esta película una, para la época, inmensa cantidad de dólares, que nunca llegó a recuperar. ¿Por qué? Simplemente por una causa: se trata de una obra adelantada a su tiempo. No se podía esperar que los mismos que llenaban los cines para morderse las uñas con el asalto de hormigas gigantes alienígenas o a festejar las escenas del exterminio de unas rayas gigantes venusianas, recibiesen de igual modo los diálogos largos de una cuadrilla de individuos sentados en un laboratorio, con un coeficiente intelectual amplificado para ser mayor no ya que el de esos espectadores, sino que el de la media, y razonando acerca de las profundidades del subconsciente humano. Por mucho que los efectos especiales, la fotografía y las actuaciones fueran mejores.
Los efectos visuales eran de la mejor calidad para su época. Para su desdicha en este sentido, "Planeta Prohibido" coincidió en año con "Los Diez Mandamientos", que le arrebató el Óscar en este terreno. Pero entonces, debido a lo que costaban, cuando estaban bien hechos todavía no se abusaba de ellos y se utilizaban exacta y exclusivamente donde se necesitaban. Los diálogos son muy irregulares, pero llegan a lo que hoy se echa de menos, es decir, a lo brillante, en lo que se trasluce la inocultable fuente shakesperiana. La ambientación es acertada, luminosa y colorista, y realmente da una extraña sensación alienígena. El vestuario parece incluso más moderno que el de producciones veinte años posteriores... el de "La Guerra de las Galaxias" mismo. Hasta el robot "Robbie" hizo fortuna y llegó a rodar unas cuantas películas más -muy inferiores a ésta-, incluso convirtiéndose en un verdadero icono de la década de 1950.
El elenco de intérpretes principales era muy acertado. Walter Pidgeon, por entonces en el ecuador de su carrera, era ya un actor consagrado y universalmente reconocido. Su factura en la película es la de un inolvidable científico "loco" que se ha convertido en prototípico para el imaginario colectivo. Para Leslie Nilsen era su segunda película, y el tiempo demostraría que no era la suya una moda fallida. Y en cuanto a Anne Francis... bueno, de ella me enamoré a los ocho años, cuando vi la película por primera vez, y no he vuelto a desenamorarme más. Espero que ella lo sepa y me aguarde para regresar al universo físico conmigo en nuestra próxima reencarnación.
El total de la producción dio pie a una pléyade de copiadores de ideas, siempre trasladadas al ámbito de lo más comercial y todas de muy baja calidad en comparación con el original. Habría que esperar a la década siguiente para encotrar algo que no fueran simples imitaciones, sino otras verdaderas joyas del género, inmensas en la infinitud de lo pequeño ("Viaje Alucinante" de Fleischer) o en la pequeñez de lo infinito (el inconmensurable "2001" de Kubrick).
Con todo esto, esta producción ha resistido al tiempo, mientras que otras no, o se han quedado para los incondicionales. Incluso se ha convertido en película de culto, diría yo. Bueno, yo y unos cuantos miles de aficionados más.
"Planeta Prohibido" es una perla ensartada en la historia del cine de ciencia ficción.
3
1 de junio de 2012
1 de junio de 2012
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Infumable -y pretencioso- tostón lleno de personajes con forma de humanos en busca de su animalidad. Por si fuera poco, está llena de rituales tópicos de ésos que todo el mundo cuenta que se hacen en las sociedades secretas, y de minifábulas tan manidas que ya todos nos las sabemos de memoria. El colmo es ya la representación del consabido cuento de los discípulos que siempre contaban uno menos de los que sabían que tenía que haber porque cada uno se olvidaba siempre de contarse a sí mismo. Si hasta le hacen un funeral al que falta. Hubo momentos (como éste) que me sentí lleno de vergüenza ajena y verdaderamente estúpido viendo esta película. Como si la gente fuera idiota, vamos. Después del visionado, la reflexión es que las drogas que tomaba esta gente en la época psicodélica le reblandecían tanto los cerebros que cualquier historieta hilarante falta de ingenio les parecía de lo más elaborado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final se ha hecho digno de ser parodiado en "Los caballeros de la Mesa Cuadrada" de los Monty Python.
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