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7,5
989
9
12 de noviembre de 2012
12 de noviembre de 2012
35 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Violencia: comportamiento deliberado que puede provocar daños físicos o psíquicos al prójimo. Es importante tener en cuenta que, más allá de la agresión física, la violencia puede ser emocional mediante ofensas o amenazas. Por eso la violencia puede causar tanto secuelas físicas como psicológicas.
Nada mejor que el visionado de El Incidente para describir con imágenes la definición de violencia descrita en el párrafo anterior.
El Incidente, obra maestra de Larry Peerce, es increiblemente una película prácticamente desconocida, incluso para los grandes fans del idolatrado Michael Haneke, el director más premiado del cine contemporáneo.
La cinta comienza con una breve descripción de los personajes que más adelante cruzarán sus destinos en la madrugada de un Domingo en un vagón de metro de NY.
Peerce describe hábilmente en el inicio de la película los perfiles de los personajes: un ex alcohólico, un homosexual, una pareja de ancianos, dos parejas de la clase media blanca, una pareja de afroamericanos (en la que el hombre es racista), una pareja de soldados, y dos delincuentes (en los que se vislumbra tendencia homosexual al estilo de La Soga). Y como testigo un vagabundo que duerme profundamente ante la indiferencia de todos.
Cuando el azar hace que la vida de los personajes se crucen en el vagón de metro, toda la rabia y violencia latente en la sociedad americana se despierta y se inicia un juego macabro, inquietante, de una violencia soterrada pocas veces filmada en una película, mostrando la cobardía y la indiferencia que muestra el ser humano en la sociedad actual. El hecho de que los acontecimientos se sucedan a tiempo real, hace que la película sea tremendamente desasosegante.
El vagabundo es precisamente, el elemento simbólico de la película, imagen de una sociedad urbana americana dormida, inerte, indiferente, individualista, deshumanizada, en la que los problemas del vecino solo despiertan curiosidad, una sociedad carente de solidaridad.
Estamos, por tanto, ante una obra maestra que los amantes del cine no pueden perderse.
Imprescindible para los que crean que Haneke es un innovador en el género de la violencia psicológica.
Nada mejor que el visionado de El Incidente para describir con imágenes la definición de violencia descrita en el párrafo anterior.
El Incidente, obra maestra de Larry Peerce, es increiblemente una película prácticamente desconocida, incluso para los grandes fans del idolatrado Michael Haneke, el director más premiado del cine contemporáneo.
La cinta comienza con una breve descripción de los personajes que más adelante cruzarán sus destinos en la madrugada de un Domingo en un vagón de metro de NY.
Peerce describe hábilmente en el inicio de la película los perfiles de los personajes: un ex alcohólico, un homosexual, una pareja de ancianos, dos parejas de la clase media blanca, una pareja de afroamericanos (en la que el hombre es racista), una pareja de soldados, y dos delincuentes (en los que se vislumbra tendencia homosexual al estilo de La Soga). Y como testigo un vagabundo que duerme profundamente ante la indiferencia de todos.
Cuando el azar hace que la vida de los personajes se crucen en el vagón de metro, toda la rabia y violencia latente en la sociedad americana se despierta y se inicia un juego macabro, inquietante, de una violencia soterrada pocas veces filmada en una película, mostrando la cobardía y la indiferencia que muestra el ser humano en la sociedad actual. El hecho de que los acontecimientos se sucedan a tiempo real, hace que la película sea tremendamente desasosegante.
El vagabundo es precisamente, el elemento simbólico de la película, imagen de una sociedad urbana americana dormida, inerte, indiferente, individualista, deshumanizada, en la que los problemas del vecino solo despiertan curiosidad, una sociedad carente de solidaridad.
Estamos, por tanto, ante una obra maestra que los amantes del cine no pueden perderse.
Imprescindible para los que crean que Haneke es un innovador en el género de la violencia psicológica.

6,7
293
9
4 de diciembre de 2013
4 de diciembre de 2013
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pareja de arqueros compuesta por los míticos Michael Powell y Emeric Pressburger realizaron en 1949 la que , incomprensiblemente, es una de sus películas más desconocidas entre el público español: The Small Back Room, cinta rodada en colaboración con la London Films de los hermanos Korda.
Así la fotografía supeditada a filmar espacios y planos abiertos se transmuta en lacónicas instantáneas de interior pintadas en un asfixiante blanco y negro influenciado por el expresionismo alemán en el que sobresalen unos hipnóticos claro oscuros que chocan contra los primerísimos planos de los rostros de los actores, unos intérpretes cuyo estado mental se encuentra en serio peligro de derrumbamiento motivado por el aislamiento que domina sus vidas y el alcoholismo.
Las pocas escenas de exterior (magníficamente fotografiadas, especialmente las escenas filmadas en el Stonehenge y la escena final de la playa) sirven para dibujar un entorno amenazante alejado de glamour que impide la evasión del ambiente pesimista de la trama. La influencia del entorno exterior en el temperamento de los personajes da paso al interiorismo más radical, marcadamente claustrofóbico, en el que los alrededores no son más que un elemento de adorno que no influye en la individualidad que domina el contexto de la historia.
Al contrario que en sus anteriores películas, la cinta adopta una estructura intimista, sucia, oscura, exenta de ornamentos exteriores para centrar la escenificación en espacios cerrados que remarcan la atmósfera opresiva, cuasi enfermiza, y malsana que emana la cinta.
Resulta complejo definir el género que mejor se ajusta al hilo argumental de la cinta. Podríamos considerarla como una película bélica (ya que la trama se centra en las relaciones de un grupo de científicos que están desarrollando un poderoso cañón militar en plena Segunda Guerra Mundial), igualmente podríamos indicar que se trata de un drama sobre el alcoholismo ya que este hecho juega un papel muy importante en el desarrollo de la historia, del mismo modo podríamos encajarla en el género noir por el sentido tenebroso, repleto de brumas y tinieblas interiores que brotan con total normalidad de los personajes y también por la subtrama de intriga referida a la aparición de una serie de misteriosas bombas imposibles de desactivar que están provocando numerosas bajas entre la población.
Sin embargo, The Small Back Room presenta tantas aristas que resulta imposible aseverar con rotundidad el género que mejor se adapta a su filosofía. Para rematar la indefinición planteada, resaltar que la película supone un anticipo al cine de autor que se extendería a lo largo de la década de los sesenta, puesto que los silencios, las elipsis surrealistas, el estilo curvilíneo del argumento y la carencia de un hilo fácil de seguir son otros rasgos presentes en la obra. Este carácter poliédrico dificulta el seguimiento de la trama, dado que para disfrutar en su plenitud de ella es preciso estar atento en todo momento a la pantalla, ya que cualquier distracción puede resultar fatal para la comprensión de la fábula planteada.
El cosmos que impregna The Small Back Room claramente referenciado al mundo de las pesadillas y las sombras que se esconden en nuestro alma, convierte a la epopeya en un cuento tenebroso, en el que se exalta el universo surrealista e inconexo de impactos súbitos y emociones expresionistas, tal como lo son los sueños que alberga nuestra mente.
Continua spoiler
Así la fotografía supeditada a filmar espacios y planos abiertos se transmuta en lacónicas instantáneas de interior pintadas en un asfixiante blanco y negro influenciado por el expresionismo alemán en el que sobresalen unos hipnóticos claro oscuros que chocan contra los primerísimos planos de los rostros de los actores, unos intérpretes cuyo estado mental se encuentra en serio peligro de derrumbamiento motivado por el aislamiento que domina sus vidas y el alcoholismo.
Las pocas escenas de exterior (magníficamente fotografiadas, especialmente las escenas filmadas en el Stonehenge y la escena final de la playa) sirven para dibujar un entorno amenazante alejado de glamour que impide la evasión del ambiente pesimista de la trama. La influencia del entorno exterior en el temperamento de los personajes da paso al interiorismo más radical, marcadamente claustrofóbico, en el que los alrededores no son más que un elemento de adorno que no influye en la individualidad que domina el contexto de la historia.
Al contrario que en sus anteriores películas, la cinta adopta una estructura intimista, sucia, oscura, exenta de ornamentos exteriores para centrar la escenificación en espacios cerrados que remarcan la atmósfera opresiva, cuasi enfermiza, y malsana que emana la cinta.
Resulta complejo definir el género que mejor se ajusta al hilo argumental de la cinta. Podríamos considerarla como una película bélica (ya que la trama se centra en las relaciones de un grupo de científicos que están desarrollando un poderoso cañón militar en plena Segunda Guerra Mundial), igualmente podríamos indicar que se trata de un drama sobre el alcoholismo ya que este hecho juega un papel muy importante en el desarrollo de la historia, del mismo modo podríamos encajarla en el género noir por el sentido tenebroso, repleto de brumas y tinieblas interiores que brotan con total normalidad de los personajes y también por la subtrama de intriga referida a la aparición de una serie de misteriosas bombas imposibles de desactivar que están provocando numerosas bajas entre la población.
Sin embargo, The Small Back Room presenta tantas aristas que resulta imposible aseverar con rotundidad el género que mejor se adapta a su filosofía. Para rematar la indefinición planteada, resaltar que la película supone un anticipo al cine de autor que se extendería a lo largo de la década de los sesenta, puesto que los silencios, las elipsis surrealistas, el estilo curvilíneo del argumento y la carencia de un hilo fácil de seguir son otros rasgos presentes en la obra. Este carácter poliédrico dificulta el seguimiento de la trama, dado que para disfrutar en su plenitud de ella es preciso estar atento en todo momento a la pantalla, ya que cualquier distracción puede resultar fatal para la comprensión de la fábula planteada.
El cosmos que impregna The Small Back Room claramente referenciado al mundo de las pesadillas y las sombras que se esconden en nuestro alma, convierte a la epopeya en un cuento tenebroso, en el que se exalta el universo surrealista e inconexo de impactos súbitos y emociones expresionistas, tal como lo son los sueños que alberga nuestra mente.
Continua spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A pesar de lo comentado en los párrafos anteriores, he de decir que encuentro en la película, como buenos autores que eran Powell y Pressburger, varios elementos de su cine. El primero de ellos es el carácter del protagonista, el científico Sammy Rice. Como sucedía con los protagonistas de Narciso Negro, Las zapatillas rojas, Un cuento de Canterbury, El fotógrafo del pánico, Sammy es un hombre marcado por su pasado traumático, hecho éste que le impide relacionarse con plenitud con sus semejantes y le incita a aislarse por medio del alcohol del entorno que le rodea. El carácter individualista de Sammy es otro de los leitmotiv del cine de Powell y Pressburger que plasman en la idiosincrasia de Sammy su visión pesimista de una vida en sociedad que exige un exilio del hombre para la realización de éste como persona, exaltando el enfoque individualista y la reflexión introspectiva como medio para enfrentarse a los problemas de la sociedad y el desarrollo del ser humano (encontramos este punto de vista en películas como las anteriormente mencionadas a las que podemos unir por poner dos ejemplos adicionales Sé a donde voy y Espías en el mar).
Un individualismo que es resaltado por los espacios en los que tiene lugar la trama: habitaciones cerradas, aisladas de todo contacto con la sociedad, en los que se desarrolla en silencio el trabajo de unos científicos que trabajan en la sombra en habitáculos subterráneos para garantizar el bienestar de los ciudadanos que deambulan sobre las aceras que sirven de techo a los sombríos laboratorios gubernamentales. Los contactos sociales de los científicos con los miembros del gobierno, sirven a Powell y Pressburger para denunciar los nauseabundos e interesados juegos políticos que dominan las relaciones en las altas esferas, el peloteo, los egos desacerbados de los altos cargos públicos y las falsas apariencias.
Lo iconoclasta del argumento inserta en la trama varios Macguffin que favorecen el avance de la sinopsis principal (que no es otra que la lucha de Sammy contra sus demonios interiores), tales como la subtrama de las luchas desacerbadas entre los miembros del ejército y los científicos puestas de manifiesto a través de las pruebas fallidas para poner en funcionamiento el cañón ideado por los investigadores y la subtrama de la investigación acerca de la aparición de las misteriosas bombas alemanas. He de resaltar el poderío visual que supieron transmitir la pareja de directores británicos, dejando para la historia varias escenas que impactan en los sentidos bruscamente. Sin lugar a dudas mi escena favorita es la de la pesadilla de Sammy, planificada al más puro estilo surrealista como si de un cuadro de Dalí se tratara, en la que los relojes que marcan el paso del tiempo se derriten en la mente de Sammy para mutarle en un minúsculo ser atrapado en una gigantesca botella de whisky, secuencia colmada de sombras e iluminación fantasmal.
Esta inserción surrealista inspirada en Freud, se conecta con la experimentada por la pareja de cineastas en A vida o Muerte, si bien en la película que estamos reseñando desechan inspirarse en el mundo de los sueños para dirigirse directamente al mundo de las pesadillas y el horror.
Finalmente debemos resaltar el magnífico erotismo que emana la película gracias a la enorme química que desprende la pareja protagonista compuesta por el siempre atractivo David Farrar (Sammy) y la enigmática Kathleen Byron (Susan), pareja que ya había compartido plano en Narciso Negro (la Byron era la novicia que acaba cayendo en la locura debido al rechazo sexual de David en esa película).
Igualmente son reseñables las escenas filmadas en los bares y salas de fiestas londinenses en los cuales los soldados olvidaban sus obligaciones con alegres bailarinas y los perdedores ahogaban sus penas en el vicio y el alcohol.
Un individualismo que es resaltado por los espacios en los que tiene lugar la trama: habitaciones cerradas, aisladas de todo contacto con la sociedad, en los que se desarrolla en silencio el trabajo de unos científicos que trabajan en la sombra en habitáculos subterráneos para garantizar el bienestar de los ciudadanos que deambulan sobre las aceras que sirven de techo a los sombríos laboratorios gubernamentales. Los contactos sociales de los científicos con los miembros del gobierno, sirven a Powell y Pressburger para denunciar los nauseabundos e interesados juegos políticos que dominan las relaciones en las altas esferas, el peloteo, los egos desacerbados de los altos cargos públicos y las falsas apariencias.
Lo iconoclasta del argumento inserta en la trama varios Macguffin que favorecen el avance de la sinopsis principal (que no es otra que la lucha de Sammy contra sus demonios interiores), tales como la subtrama de las luchas desacerbadas entre los miembros del ejército y los científicos puestas de manifiesto a través de las pruebas fallidas para poner en funcionamiento el cañón ideado por los investigadores y la subtrama de la investigación acerca de la aparición de las misteriosas bombas alemanas. He de resaltar el poderío visual que supieron transmitir la pareja de directores británicos, dejando para la historia varias escenas que impactan en los sentidos bruscamente. Sin lugar a dudas mi escena favorita es la de la pesadilla de Sammy, planificada al más puro estilo surrealista como si de un cuadro de Dalí se tratara, en la que los relojes que marcan el paso del tiempo se derriten en la mente de Sammy para mutarle en un minúsculo ser atrapado en una gigantesca botella de whisky, secuencia colmada de sombras e iluminación fantasmal.
Esta inserción surrealista inspirada en Freud, se conecta con la experimentada por la pareja de cineastas en A vida o Muerte, si bien en la película que estamos reseñando desechan inspirarse en el mundo de los sueños para dirigirse directamente al mundo de las pesadillas y el horror.
Finalmente debemos resaltar el magnífico erotismo que emana la película gracias a la enorme química que desprende la pareja protagonista compuesta por el siempre atractivo David Farrar (Sammy) y la enigmática Kathleen Byron (Susan), pareja que ya había compartido plano en Narciso Negro (la Byron era la novicia que acaba cayendo en la locura debido al rechazo sexual de David en esa película).
Igualmente son reseñables las escenas filmadas en los bares y salas de fiestas londinenses en los cuales los soldados olvidaban sus obligaciones con alegres bailarinas y los perdedores ahogaban sus penas en el vicio y el alcohol.

6,2
197
7
20 de noviembre de 2012
20 de noviembre de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Edgar G Ulmer fue uno de esos directores de origen germano, emigrados al cine nortearicano, que imprimieron a la industria del cine estadounidense un marcado estilo europeo.
A diferencia de Wilder, Lang, Wyler, Zinemman, Siodmark, Sirk, su carrera se redujo a pequeñas películas, hechas con un gran talento y sentido de la narración, en la que la carencia de recursos y el hecho de que sus películas se rodaran en pequeños estudios independientes, hizo que no se le reivindicara como a sus coetaneos.
Extraña Ilusión es una película claramente menor, rodada para los PRC estudios (estudios para los que Ulmer filmaría: Detour o Barba Azul), con muy buenos planos en exteriores (se dice que la casa de los protagonistas es la misma que la de Extraños en un Tren), y una muy cuidada fotografía y ambientación, que disfraza la carencia de recursos.
La película empieza con un sueño, tenebroso, entre brumas del protagonista, en el cual siente la amenaza de una presencia masculina que acecha a su madre (enviudada de su padre, juez, por un accidente extraño).
A partir de ahí la historia se convierte en una especie de Hamlet con tintes noir,con esa amenaza masculina , pervertida, extraña convirtiéndose en realidad, rodada con gran ritmo y cuidada fotografía y claro oscuros. En la narración predomina, como en las buenas películas de Ulmer, un cierto pesimismo y oscuridad en los personajes, los cuales muestran sus debilidades.
El desenlace, quizás algo forzado, vuelve a establecer un vínculo con los sueños del protagonista, cerrando el círculo narrativo de Ulmer, por lo que la película acaba y termina en el mundo de los sueños.
En una entrevista con Tavernier, éste indica que Ulmer dijo que Extraña Ilusión era un claro precedente de Psicosis. Revisada por el director francés, se comprobó que tal afirmación era un delirio de grandeza del director austríaco, ya que en verdad se trataba de una revisión de Hamlet en estilo noir. Esta afirmación dejaba patente la megalomanía del director, conocedor de su enorme talento y que debido a diversas circunstancias nunca pudo demostrarlo con un gran presupuesto.
Por tanto estamos ante una película altamente interesante que merece una revisión.
A diferencia de Wilder, Lang, Wyler, Zinemman, Siodmark, Sirk, su carrera se redujo a pequeñas películas, hechas con un gran talento y sentido de la narración, en la que la carencia de recursos y el hecho de que sus películas se rodaran en pequeños estudios independientes, hizo que no se le reivindicara como a sus coetaneos.
Extraña Ilusión es una película claramente menor, rodada para los PRC estudios (estudios para los que Ulmer filmaría: Detour o Barba Azul), con muy buenos planos en exteriores (se dice que la casa de los protagonistas es la misma que la de Extraños en un Tren), y una muy cuidada fotografía y ambientación, que disfraza la carencia de recursos.
La película empieza con un sueño, tenebroso, entre brumas del protagonista, en el cual siente la amenaza de una presencia masculina que acecha a su madre (enviudada de su padre, juez, por un accidente extraño).
A partir de ahí la historia se convierte en una especie de Hamlet con tintes noir,con esa amenaza masculina , pervertida, extraña convirtiéndose en realidad, rodada con gran ritmo y cuidada fotografía y claro oscuros. En la narración predomina, como en las buenas películas de Ulmer, un cierto pesimismo y oscuridad en los personajes, los cuales muestran sus debilidades.
El desenlace, quizás algo forzado, vuelve a establecer un vínculo con los sueños del protagonista, cerrando el círculo narrativo de Ulmer, por lo que la película acaba y termina en el mundo de los sueños.
En una entrevista con Tavernier, éste indica que Ulmer dijo que Extraña Ilusión era un claro precedente de Psicosis. Revisada por el director francés, se comprobó que tal afirmación era un delirio de grandeza del director austríaco, ya que en verdad se trataba de una revisión de Hamlet en estilo noir. Esta afirmación dejaba patente la megalomanía del director, conocedor de su enorme talento y que debido a diversas circunstancias nunca pudo demostrarlo con un gran presupuesto.
Por tanto estamos ante una película altamente interesante que merece una revisión.
10 de diciembre de 2012
10 de diciembre de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Añado esta crítica, como reivindicación al cine Mexicano. Cine no muy explorado en España, cuenta con una cinematografía de gran calidad y diversidad de géneros, dió cobijo en su mejor etapa creativa a nuestro mejor director (Luis Buñuel), trató temas proscritos en otras cinematrografías supuestamente más avanzadas y cuenta con un cartel de cineastas y películas de calidad suprema. (aprovecho para reivindacar una de las obras más complejas y de más alto contenido filosófico que jamás se hayan rodado: Macario)
Dentro de la cinematografía Mexicana, Arturo Ripstein ocupa un lugar de privilegio. Su cine, desgarrado, ecléctico, algo irregular, se sitúa en un punto intermedio entre el gran cine clásico Mexicano y el nuevo cine Mexicano abanderado por Iñarritu, Cuarón o Del Toro, quizás incluso con un punto más desgarrado y deprimente, en ciertas obras, que el trío de cineastas citado.
La mujer del puerto, es una de sus obras más destacadas. Narrada con una estructura triangular, en 3 bloques que nos presenta los acontecimientos desde el punto de vista de cada uno de los personajes principales, cruzando sus historia.
Historia de una violencia soterrada, a veces explícita, de una familia desestructurada, carente de moral, en espacios donde predomina la suciedad y los ambientes deprimentes, decadentes, dantescos.
La película deja un mal cuerpo que perdura tiempo después de su visionado.
Escenas muy fuertes: parricidios, relaciones incestuosas entre hermanos, abortos, todas ellas filmadas con un realismo atroz, malsano.
La pianista de Haneke parece Sonrisas y Lágrimas.
Una bajada a los infiernos, rodada con un gusto exquisito, excelentes planos, inmensas y desgarradas interpretaciones, que no dejará indiferente al espectador más interesado por el cine de extrema intensidad emocional.
Por tanto nos encontramos con una película notable, de gran calidad y perfecta para quien quiera iniciarse en el cine Mexicano y en Arturo Ripstein en particular.
!Viva Mexico!
Dentro de la cinematografía Mexicana, Arturo Ripstein ocupa un lugar de privilegio. Su cine, desgarrado, ecléctico, algo irregular, se sitúa en un punto intermedio entre el gran cine clásico Mexicano y el nuevo cine Mexicano abanderado por Iñarritu, Cuarón o Del Toro, quizás incluso con un punto más desgarrado y deprimente, en ciertas obras, que el trío de cineastas citado.
La mujer del puerto, es una de sus obras más destacadas. Narrada con una estructura triangular, en 3 bloques que nos presenta los acontecimientos desde el punto de vista de cada uno de los personajes principales, cruzando sus historia.
Historia de una violencia soterrada, a veces explícita, de una familia desestructurada, carente de moral, en espacios donde predomina la suciedad y los ambientes deprimentes, decadentes, dantescos.
La película deja un mal cuerpo que perdura tiempo después de su visionado.
Escenas muy fuertes: parricidios, relaciones incestuosas entre hermanos, abortos, todas ellas filmadas con un realismo atroz, malsano.
La pianista de Haneke parece Sonrisas y Lágrimas.
Una bajada a los infiernos, rodada con un gusto exquisito, excelentes planos, inmensas y desgarradas interpretaciones, que no dejará indiferente al espectador más interesado por el cine de extrema intensidad emocional.
Por tanto nos encontramos con una película notable, de gran calidad y perfecta para quien quiera iniciarse en el cine Mexicano y en Arturo Ripstein en particular.
!Viva Mexico!
10
27 de mayo de 2013
27 de mayo de 2013
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir sobre ciertas películas es como acudir a una sesión con el psicoanalista en la que el papel en blanco cumple el papel del profesional que atiende las reflexiones que el paciente comenta como forma de bálsamo para calmar la demolición interior que supuso el visionado de la obra. Cuando el domingo pasado terminé de ver La tienda de la Calle Mayor un sudor frío empezó a brotar de mi cuerpo sufriendo una parálisis emocional que me hizo incapaz de emitir una sola palabra durante bastantes minutos.
El derribo afectivo que me provocó la última media hora de la película solo puedo compararlo cinematográficamente a los que me engendró el cine de Roberto Rossellini (Alemania año cero, El ladrón de Bicicletas, General de la Rovere), de Vittorio de Sica (El Limpiaboras, Umberto D, El ladrón de bicicletas) o de Robert Bresson (Al azar de Baltasar, Mouchette, Pickpocket). Pero hay un elemento diferenciador en La tienda de la Calle Mayor con respecto a los ejemplos anteriormente mencionados: la primera hora y cuarto de la cinta checoslovaca adopta la forma de una sátira con escenas de alta comicidad costumbista a las que se añade una bella relación de amistad entre un bonachón carpintero y una simpática viejecita para concluir con un brutal giro final que deja helado el espíritu incluso de aquellos que posean un corazón a prueba de taladradora.
Lo maravilloso de esta obra maestra es la aplastante sencillez con la que está filmada en la que el deseo de plasmar la realidad de manera atractiva para el espectador tiene un mayor peso que las pretensiones artísticas innovadoras de los autores. Ese es el gran acierto de la película. Kadár y Klos renuncian a cualquier intento de experimento adaptando los patrones realistas clásicos de narración al estilo checoslovaco por medio de la sátira. Esto otorga a la historia un resplandor de cotidianidad que asusta. Los personajes parecen sacados de cualquier pueblo que conocemos. En ese sentido la película guarda estrecha semejanza con la obra magna del cine español El Verdugo de Luis García Berlanga con la que comparte no solo década de filmación (los sesenta) sino ese tono tragicómico transformado en profunda amargura en el tramo final.
Sigue spolier
La tienda de la Calle Mayor es una película que pone los pelos de punta debido a la realidad que desprende. Destaco sobremanera las majestuosas interpretaciones de Josef Kroner e Ida Kaminska cuya conexión emana química por los cuatro costados lo que nos hace partícipes del cariño mutuo que desprenden sus personajes y nos provoca simpatía cuando somos testigos de las escenas más cómicas y una profunda melancolía en las escenas más introspectivas. Este sentimiento que gracias a la habilidad de la pareja de realizadores hemos adquirido a lo largo de la trama por los dos personajes principales es el que convierte el final en un estallido tremebundo que nos deja demolidos por dentro.
Crítica completa: http://www.cinemaldito.com/la-tienda-de-la-calle-mayor-jan-kadar-elmar-klos/
El derribo afectivo que me provocó la última media hora de la película solo puedo compararlo cinematográficamente a los que me engendró el cine de Roberto Rossellini (Alemania año cero, El ladrón de Bicicletas, General de la Rovere), de Vittorio de Sica (El Limpiaboras, Umberto D, El ladrón de bicicletas) o de Robert Bresson (Al azar de Baltasar, Mouchette, Pickpocket). Pero hay un elemento diferenciador en La tienda de la Calle Mayor con respecto a los ejemplos anteriormente mencionados: la primera hora y cuarto de la cinta checoslovaca adopta la forma de una sátira con escenas de alta comicidad costumbista a las que se añade una bella relación de amistad entre un bonachón carpintero y una simpática viejecita para concluir con un brutal giro final que deja helado el espíritu incluso de aquellos que posean un corazón a prueba de taladradora.
Lo maravilloso de esta obra maestra es la aplastante sencillez con la que está filmada en la que el deseo de plasmar la realidad de manera atractiva para el espectador tiene un mayor peso que las pretensiones artísticas innovadoras de los autores. Ese es el gran acierto de la película. Kadár y Klos renuncian a cualquier intento de experimento adaptando los patrones realistas clásicos de narración al estilo checoslovaco por medio de la sátira. Esto otorga a la historia un resplandor de cotidianidad que asusta. Los personajes parecen sacados de cualquier pueblo que conocemos. En ese sentido la película guarda estrecha semejanza con la obra magna del cine español El Verdugo de Luis García Berlanga con la que comparte no solo década de filmación (los sesenta) sino ese tono tragicómico transformado en profunda amargura en el tramo final.
Sigue spolier
La tienda de la Calle Mayor es una película que pone los pelos de punta debido a la realidad que desprende. Destaco sobremanera las majestuosas interpretaciones de Josef Kroner e Ida Kaminska cuya conexión emana química por los cuatro costados lo que nos hace partícipes del cariño mutuo que desprenden sus personajes y nos provoca simpatía cuando somos testigos de las escenas más cómicas y una profunda melancolía en las escenas más introspectivas. Este sentimiento que gracias a la habilidad de la pareja de realizadores hemos adquirido a lo largo de la trama por los dos personajes principales es el que convierte el final en un estallido tremebundo que nos deja demolidos por dentro.
Crítica completa: http://www.cinemaldito.com/la-tienda-de-la-calle-mayor-jan-kadar-elmar-klos/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película comienza con una escena cotidiana en la que la cámara se desplaza como un ojo curioso a través de la Calle Mayor de una pequeña ciudad eslovaca ocupada por los Nazis. Una banda toca los acordes de una música popular checoslovaca al mismo tiempo que los habitantes del pueblo ataviados con ropa de Domingo cruzan sus caminos y se saludan amigablemente. Las caras alegres de los ciudadanos no reflejan la barbarie que las fuerzas fascistas están implantando en el lugar representada en la promulgación de una Ley Racial que impide a los judíos regentar cualquier tipo de establecimiento comercial. Kadár y Klos aprovechan el inicio de la película para presentarnos a Tono un humilde carpintero un poco pasota y de buenos sentimientos al que ni su mandona y ambiciosa mujer ni su perro hacen mucho caso. Tono es un personaje simpático y algo vago que siente una animadversión visceral hacia el Régimen Nazi y lo que representa debido a que su carácter vividor y despreocupado no casa con el perfil autoritario de las fuerzas de ocupación.
Una noche la hermana de su mujer y su cuñado se presentan a cenar en casa de Tono presumiendo de la desahogada situación económica que el nuevo status social que disfrutan les ha otorgado. Consumada la cena en una borrachera, el cuñado de Tono le ofrece la oportunidad de regentar la mercería de la anciana señora Lautmann en virtud de la aplicación de una Ley de Arianización que expropia a los judíos de sus negocios. Tono acepta la propuesta ofrecida por su familiar adivinando la posibilidad de negocio que se le brinda. Cuando Tono visita la tienda descubrirá que se trata de un negocio ruinoso administrado por una entrañable señora mayor sorda y un poco senil que desconoce la promulgación de leyes contra los judíos. Aunque en un primer momento decide renunciar al negocio el consejo de un amigo simpatizante de los judíos le hace permanecer en la tienda. Se hará pasar por el ayudante de la señora Lautmann para que ella crea que sigue tutelando el negocio y a cambio los judíos amigos de la anciana le pagarán una asignación por la ayuda prestada a la longeva mujer.
Tono sentirá un inmediato afecto por la señora Lautmann a la que percibe como una desvalida y melancólica viuda cuyos hijos, que viven en Estados Unidos, apenas se acuerdan de ella. De esta forma se establece una relación muy próxima a la de una madre y su hijo que servirá como cobijo a la soledad que sufren ambos personajes.
Sin embargo la llegada de las Fuerzas nazis a la ciudad para celebrar la finalización de la construcción de la torre de madera y anunciar la expulsión de los judíos para trasladarlos a campos de concentración provocará un cambio radical en Tono que verá el peligro que le acecha si los soldados descubren que ha estado prestando ayuda a la comunidad judía. Tono se enfrentará al dilema moral de seguir protegiendo a la venerable señora Lautmann o salvaguardar su propia persona entregando a la anciana a los soldados para salvar su pellejo.
Una noche la hermana de su mujer y su cuñado se presentan a cenar en casa de Tono presumiendo de la desahogada situación económica que el nuevo status social que disfrutan les ha otorgado. Consumada la cena en una borrachera, el cuñado de Tono le ofrece la oportunidad de regentar la mercería de la anciana señora Lautmann en virtud de la aplicación de una Ley de Arianización que expropia a los judíos de sus negocios. Tono acepta la propuesta ofrecida por su familiar adivinando la posibilidad de negocio que se le brinda. Cuando Tono visita la tienda descubrirá que se trata de un negocio ruinoso administrado por una entrañable señora mayor sorda y un poco senil que desconoce la promulgación de leyes contra los judíos. Aunque en un primer momento decide renunciar al negocio el consejo de un amigo simpatizante de los judíos le hace permanecer en la tienda. Se hará pasar por el ayudante de la señora Lautmann para que ella crea que sigue tutelando el negocio y a cambio los judíos amigos de la anciana le pagarán una asignación por la ayuda prestada a la longeva mujer.
Tono sentirá un inmediato afecto por la señora Lautmann a la que percibe como una desvalida y melancólica viuda cuyos hijos, que viven en Estados Unidos, apenas se acuerdan de ella. De esta forma se establece una relación muy próxima a la de una madre y su hijo que servirá como cobijo a la soledad que sufren ambos personajes.
Sin embargo la llegada de las Fuerzas nazis a la ciudad para celebrar la finalización de la construcción de la torre de madera y anunciar la expulsión de los judíos para trasladarlos a campos de concentración provocará un cambio radical en Tono que verá el peligro que le acecha si los soldados descubren que ha estado prestando ayuda a la comunidad judía. Tono se enfrentará al dilema moral de seguir protegiendo a la venerable señora Lautmann o salvaguardar su propia persona entregando a la anciana a los soldados para salvar su pellejo.
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