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Críticas ordenadas por utilidad
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8,2
71.661
9
15 de agosto de 2011
15 de agosto de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la muerte en los talones, como muchas otras de Hitchcock, desprende, para mí, una perfección simple. Es algo que me gusta del director. En cada film hay una clave, ese “¡Ah, sí, era eso¡ ¿Cómo no me había enterado?”, que hace que todo se de por solucionado. Es perfecto. Es sencillo. Es cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Analizo algunos puntos.
Cary Grant, por ejemplo. Alguien dijo que los papeles a medida no existían (¿lo dijo alguien?). Bueno, pues existen. El rol de Thornill es totalmente entendido y hecho real por el actor. Sus bromas y su posado despreocupada, simpático y a veces un poco ingenuo le van de maravilla al encarnar al personaje. Y sí, el hecho de que no sea el guaperas pero sí el guapo maduro hace mucho.
¿Y la banda sonora? No todas las películas pueden permitirse el silencio como las de Hitchcock. Siendo éste un gran film, el director consigue conservar plenamente la emoción sin necesitar la música en muchas escenas…Pero no lo conseguiría en todas sin su compositor. En el descenso por las caras esculpidas de los presidentes, por ejemplo. Sería inconcebible ahí una imagen sin la música, haciéndose larguísimo y pesado, sin ninguna gracia. Pero Bernard Herrmann, nuestro compositor, (que debería llevarse la mitad del mérito de la película) nos hace pasar la escena ¡hasta casi siendo emocionante!
Por cierto, la música consigue muchas cosas en una película y nos alimenta la emoción, pero lo que sí que no puede hacer es un milagro. Me refiero al “apasionado” beso en el tren. Lo diré sin adornos: ¡Eso no es un beso ni nada! Quien fuera el coreógrafo o lo que sea que se ocupara del beso no se merecía cobrar. Supongo que debe de ser fruto de la época , y que toda obra de arte tendrá su imperfección.
Cary Grant, por ejemplo. Alguien dijo que los papeles a medida no existían (¿lo dijo alguien?). Bueno, pues existen. El rol de Thornill es totalmente entendido y hecho real por el actor. Sus bromas y su posado despreocupada, simpático y a veces un poco ingenuo le van de maravilla al encarnar al personaje. Y sí, el hecho de que no sea el guaperas pero sí el guapo maduro hace mucho.
¿Y la banda sonora? No todas las películas pueden permitirse el silencio como las de Hitchcock. Siendo éste un gran film, el director consigue conservar plenamente la emoción sin necesitar la música en muchas escenas…Pero no lo conseguiría en todas sin su compositor. En el descenso por las caras esculpidas de los presidentes, por ejemplo. Sería inconcebible ahí una imagen sin la música, haciéndose larguísimo y pesado, sin ninguna gracia. Pero Bernard Herrmann, nuestro compositor, (que debería llevarse la mitad del mérito de la película) nos hace pasar la escena ¡hasta casi siendo emocionante!
Por cierto, la música consigue muchas cosas en una película y nos alimenta la emoción, pero lo que sí que no puede hacer es un milagro. Me refiero al “apasionado” beso en el tren. Lo diré sin adornos: ¡Eso no es un beso ni nada! Quien fuera el coreógrafo o lo que sea que se ocupara del beso no se merecía cobrar. Supongo que debe de ser fruto de la época , y que toda obra de arte tendrá su imperfección.

8,2
81.119
8
17 de julio de 2011
17 de julio de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustaría poder juzgar esta obra sin tener todas las películas y todos los recursos cinematográficos actuales en mi cabeza, porqué estoy segura de que Orson Welles fue un innovador. Sólo hace falta ver la organización del espacio temporal, con la que consigue una perfecta captación de la historia y de lo que está pasando en cada momento. Tampoco se queda corto en lo que es la intriga en casi cada momento, aunque a veces cuesta descifrar, por decirlo de alguna manera, "lo que tienes que sentir"-me refiero a que a veces es un poco desconcertante lo que el director busca que sientas-, pero igual éste es uno de los motivos por el que este film es especial. La música de Bernard Herrmann parece congeniar a la perfección con el aura de la película, separando lo enigmático de lo cotidiano cuando hace falta, pero también compenetrando las dos cosas con una marcha en mayor (como en la obertura). El compositor también sorprende al público, porque, como pasa en el caso del director, ésta es su primera película. No digo casi nada de los actores -muchos también se estrenaron en Ciudadano Kane-, pero resalto el trabajo de Joseph Cotten, quien como en "El tercer hombre", borda su papel, aunque esta vez no sea el de protagonista.
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