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Críticas ordenadas por utilidad
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6,7
22.347
3
6 de agosto de 2024
6 de agosto de 2024
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los largometrajes del UCM se caracterizan por un contenido extremadamente repetitivo, básico, superficial y basado en la épica cinematográfica. En el caso de Deadpool y Lobezno (2024) vemos cómo estos elementos no han cambiado en lo más mínimo.
Aún siendo un filme veraniego, sencillo y sin pretensiones, genera una gran decepción para aquellos que creían que Marvel no influenciaría en gran medida la tercera entrega de esta franquicia condenada ya a una explotación sin fin.
Con un público objetivo muy delimitado, Marvel ha conseguido, como siempre, que la audiencia piense que está viendo un producto de calidad (de ahí su absurdamente alta nota), aunque no disponga ni de los elementos más básicos en un largometraje, especialmente teniendo un presupuesto tan millonario como el que cuenta el director.
Shawn Levy y su equipo han logrado lanzar una película de peor calidad que algunas de sus anteriores entregas, como Noche en el museo (2006) y Acero puro (2011), sin ser tan original, ni tan entretenido. Intentaré pensar que se debe a las presiones de los altos ejecutivos y a la limitación artística.
Todo el largometraje se basa en la realización de referencias al UCM y al fanservice, dejando de lado las conexiones narrativas entre escenas. Todos y cada uno de los personajes actúan a favor de que la trama avance y no al revés, evitando cualquier justificación de sus actos. De esta forma se consigue que no te importe lo más mínimo si consiguen sus objetivos o no.
Así pues, a cada minuto se te repite que efectivamente ahora Deadpool forma parte del UCM, y ya nunca volverá a ser un producto independiente que pueda disfrutar todo el público, ahora únicamente los mayores fans de Marvel podrán hacerlo.
Deadpool se había consolidado en sus dos últimas entregas como una buena herramienta satírica a las innumerables estupideces, incoherencias y tramas prefabricadas de muchas películas hollywoodenses. En esos largometrajes, vimos grandes referencias a multitud de sectores de nuestra sociedad, así como chistes negros de todo tipo.
En esta tercera entrega, sin embargo, no hay más que chistes “frikis” hacia el UCM, abandonando por completo sus orígenes. Asimismo, también contiene una innumerable cantidad de gracias obscenas relacionadas con el ano, el sexo (anal), que Jackman es muy atractivo y que Reynolds le quiere meter el "soldadito" por ahí abajo. Son prácticamente los mismos cinco chistes repetidos hasta la saciedad.
Existen muchas cosas relacionadas con el personaje de Deadpool que no tiene ni pies ni cabeza. ¿desde cuándo quiere ser alguien? Toda la trama gira entorno a su necesidad de formar parte de algo y ve en los Vengadores una posible salida. ¿Pero qué es esto? Es una involución completa del personaje, ya que sus objetivos no entran dentro de sus arcos de evolución. Resulta que ahora es el fan número uno de los Vengadores. Hecha para contentar los bolsillos de los productores.
Resulta demasiado evidente su integración al UCM, ya que, además de lo hablado, también hay referencias a que DC puede darle placer oral a Marvel.
Asimismo, también podemos ver una de las mayores indiferencias de toda la industria con la cantidad abrumadora de publicidad. Han enseñado más marcas que en un espacio publicitario, y en primer plano.
Una de las mayores decepciones ha sido el personaje de Dominó. Marvel tiene un impulso casi obsesivo respecto al cambio de género y etnia de sus personajes. Sin embargo, la creación o el desarrollo de estos lo evita a toda costa. Este es justamente el caso del personaje de Dominó, donde este personaje podría haber tenido muchísimo impacto y potencial. Sin embargo, en la tercera entrega queda completamente olvidada. ¿esto es enserio? luego están cambiando el sexo y la etnia a todos los superhéroes y ahora que han construido uno con potencial lo desperdician...
Hay algunas cosas que me han gustado, como los efectos visuales de cartón piedra, parece ser alguna referencia a Art Attack, aunque no sabía que ahora formara parte del UCM. Puede que se trate sencillamente de una parodia de las dos últimas fases cinematográficas de Marvel, que fueron hechas de forma rápida, mala y para sacarle todo el dinero posible a su audiencia sin que esta piense que les están estafando en la cara.
En cuanto al antagonista, nos encontramos con el villano marveliense promedio que quiere dominar el universo porque es una muy mala persona, evitando cualquier profundidad en la creación y evolución de su personaje. Se establece como un elemento completamente secundario e insulso que, aunque es extremadamente superior a los protagonistas, es vencido con la típica americanada basada en un sacrificio (sin sacrificio), que arregla en el último momento la situación de los personajes, algo que se veía venir desde la mitad de la película.
De las únicas cosas que salvaría es la banda sonora y el montaje (aceptables para una megaproducción de Disney). Sin embargo, ni la trama, ni el guión, ni sus personajes son siquiera aprobables.
Más que una película, esta obra parece un homenaje insulso y decadente al fanservice, reflejando las deficiencias del cine comercial moderno de Hollywood y ejemplificando la falta de innovación y el fracaso del género.
Aún siendo un filme veraniego, sencillo y sin pretensiones, genera una gran decepción para aquellos que creían que Marvel no influenciaría en gran medida la tercera entrega de esta franquicia condenada ya a una explotación sin fin.
Con un público objetivo muy delimitado, Marvel ha conseguido, como siempre, que la audiencia piense que está viendo un producto de calidad (de ahí su absurdamente alta nota), aunque no disponga ni de los elementos más básicos en un largometraje, especialmente teniendo un presupuesto tan millonario como el que cuenta el director.
Shawn Levy y su equipo han logrado lanzar una película de peor calidad que algunas de sus anteriores entregas, como Noche en el museo (2006) y Acero puro (2011), sin ser tan original, ni tan entretenido. Intentaré pensar que se debe a las presiones de los altos ejecutivos y a la limitación artística.
Todo el largometraje se basa en la realización de referencias al UCM y al fanservice, dejando de lado las conexiones narrativas entre escenas. Todos y cada uno de los personajes actúan a favor de que la trama avance y no al revés, evitando cualquier justificación de sus actos. De esta forma se consigue que no te importe lo más mínimo si consiguen sus objetivos o no.
Así pues, a cada minuto se te repite que efectivamente ahora Deadpool forma parte del UCM, y ya nunca volverá a ser un producto independiente que pueda disfrutar todo el público, ahora únicamente los mayores fans de Marvel podrán hacerlo.
Deadpool se había consolidado en sus dos últimas entregas como una buena herramienta satírica a las innumerables estupideces, incoherencias y tramas prefabricadas de muchas películas hollywoodenses. En esos largometrajes, vimos grandes referencias a multitud de sectores de nuestra sociedad, así como chistes negros de todo tipo.
En esta tercera entrega, sin embargo, no hay más que chistes “frikis” hacia el UCM, abandonando por completo sus orígenes. Asimismo, también contiene una innumerable cantidad de gracias obscenas relacionadas con el ano, el sexo (anal), que Jackman es muy atractivo y que Reynolds le quiere meter el "soldadito" por ahí abajo. Son prácticamente los mismos cinco chistes repetidos hasta la saciedad.
Existen muchas cosas relacionadas con el personaje de Deadpool que no tiene ni pies ni cabeza. ¿desde cuándo quiere ser alguien? Toda la trama gira entorno a su necesidad de formar parte de algo y ve en los Vengadores una posible salida. ¿Pero qué es esto? Es una involución completa del personaje, ya que sus objetivos no entran dentro de sus arcos de evolución. Resulta que ahora es el fan número uno de los Vengadores. Hecha para contentar los bolsillos de los productores.
Resulta demasiado evidente su integración al UCM, ya que, además de lo hablado, también hay referencias a que DC puede darle placer oral a Marvel.
Asimismo, también podemos ver una de las mayores indiferencias de toda la industria con la cantidad abrumadora de publicidad. Han enseñado más marcas que en un espacio publicitario, y en primer plano.
Una de las mayores decepciones ha sido el personaje de Dominó. Marvel tiene un impulso casi obsesivo respecto al cambio de género y etnia de sus personajes. Sin embargo, la creación o el desarrollo de estos lo evita a toda costa. Este es justamente el caso del personaje de Dominó, donde este personaje podría haber tenido muchísimo impacto y potencial. Sin embargo, en la tercera entrega queda completamente olvidada. ¿esto es enserio? luego están cambiando el sexo y la etnia a todos los superhéroes y ahora que han construido uno con potencial lo desperdician...
Hay algunas cosas que me han gustado, como los efectos visuales de cartón piedra, parece ser alguna referencia a Art Attack, aunque no sabía que ahora formara parte del UCM. Puede que se trate sencillamente de una parodia de las dos últimas fases cinematográficas de Marvel, que fueron hechas de forma rápida, mala y para sacarle todo el dinero posible a su audiencia sin que esta piense que les están estafando en la cara.
En cuanto al antagonista, nos encontramos con el villano marveliense promedio que quiere dominar el universo porque es una muy mala persona, evitando cualquier profundidad en la creación y evolución de su personaje. Se establece como un elemento completamente secundario e insulso que, aunque es extremadamente superior a los protagonistas, es vencido con la típica americanada basada en un sacrificio (sin sacrificio), que arregla en el último momento la situación de los personajes, algo que se veía venir desde la mitad de la película.
De las únicas cosas que salvaría es la banda sonora y el montaje (aceptables para una megaproducción de Disney). Sin embargo, ni la trama, ni el guión, ni sus personajes son siquiera aprobables.
Más que una película, esta obra parece un homenaje insulso y decadente al fanservice, reflejando las deficiencias del cine comercial moderno de Hollywood y ejemplificando la falta de innovación y el fracaso del género.

7,2
74.109
5
9 de septiembre de 2024
9 de septiembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos cineastas centran más su trabajo en uno de los tres pilares del cine; lo artístico, lo técnico y lo narrativo, y El Gran Hotel Budapest se presenta como un ejemplo tan enfatizado en su arte que lo demás queda muy descuidado.
Anderson y su equipo construyen un contundente poderío visual, en el que cada fotograma funciona con independencia, al punto de que cada uno de ellos podría considerarse una obra pictórica. Este enfoque se ve complementado por una banda sonora agradable y adecuada, que configura una excelente composición técnica. Los colores, tan potentes y saturados, parecen representar distintos espacios o sentimientos, lo cual contribuye al contraste entre los diferentes escenarios y momentos. Aunque este aspecto no es de mi total agrado, reconozco y valoro mucho su intención artística original y poco frecuente.
El reparto, compuesto por actores muy reconocidos y de alta calidad, aporta al filme una presencia profesional. Sin embargo, todos estos logros técnicos y artísticos se ven eclipsados por ciertos defectos narrativos. Anderson parece refugiarse en su deslumbrante y saturada fotografía para evitar abordar la falta de lógica y coherencia en algunas escenas y tramas.
La teatralidad exagerada y la apariencia grotesca, aunque visualmente impactantes, terminan por afectar negativamente la narrativa de la película. Ese tono humorístico inverosímil y pueril, no contribuye a reforzar la ya limitada carga argumental. A pesar de ser considerada una comedia, la película no logra destacar en su género, ni propiciar unas largas carcajadas.
Casi se parece más a un cortometraje alargado a la hora y media que un verdadero largometraje. El director intenta hacer un apartado visual tan perfecto que lo prioriza a tal grado que menosprecia y deja de un lado elementos tan importantes como la coherencia y la narración, así como la construcción de personajes, que se encuentra totalmente en un segundo plano. Cuando la media es perfecta y especial, todo deja de serlo.
Un aspecto recurrente en la obra de Anderson es el uso de la técnica del tableau vivant —colocando a los actores de manera artificial para enfatizar la estética y el arte—, una técnica que en esta película se ve violenta y abusivamente sobreexplotada.
En general, me parece que está todo tan extremadamente caricaturizado y exagerado que no te tomas en serio nada de lo que ocurre, lo que provoca una gran carencia de interés.
Anderson y su equipo construyen un contundente poderío visual, en el que cada fotograma funciona con independencia, al punto de que cada uno de ellos podría considerarse una obra pictórica. Este enfoque se ve complementado por una banda sonora agradable y adecuada, que configura una excelente composición técnica. Los colores, tan potentes y saturados, parecen representar distintos espacios o sentimientos, lo cual contribuye al contraste entre los diferentes escenarios y momentos. Aunque este aspecto no es de mi total agrado, reconozco y valoro mucho su intención artística original y poco frecuente.
El reparto, compuesto por actores muy reconocidos y de alta calidad, aporta al filme una presencia profesional. Sin embargo, todos estos logros técnicos y artísticos se ven eclipsados por ciertos defectos narrativos. Anderson parece refugiarse en su deslumbrante y saturada fotografía para evitar abordar la falta de lógica y coherencia en algunas escenas y tramas.
La teatralidad exagerada y la apariencia grotesca, aunque visualmente impactantes, terminan por afectar negativamente la narrativa de la película. Ese tono humorístico inverosímil y pueril, no contribuye a reforzar la ya limitada carga argumental. A pesar de ser considerada una comedia, la película no logra destacar en su género, ni propiciar unas largas carcajadas.
Casi se parece más a un cortometraje alargado a la hora y media que un verdadero largometraje. El director intenta hacer un apartado visual tan perfecto que lo prioriza a tal grado que menosprecia y deja de un lado elementos tan importantes como la coherencia y la narración, así como la construcción de personajes, que se encuentra totalmente en un segundo plano. Cuando la media es perfecta y especial, todo deja de serlo.
Un aspecto recurrente en la obra de Anderson es el uso de la técnica del tableau vivant —colocando a los actores de manera artificial para enfatizar la estética y el arte—, una técnica que en esta película se ve violenta y abusivamente sobreexplotada.
En general, me parece que está todo tan extremadamente caricaturizado y exagerado que no te tomas en serio nada de lo que ocurre, lo que provoca una gran carencia de interés.
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