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8
27 de septiembre de 2018
27 de septiembre de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dan Lindsay y T.J. Martin han dirigido otros films como Undefeated (Imbatidos) el ganador del oscar al largometraje documental en el año 2012. En su cuarto trabajo juntos demuestran su experiencia en el género, entregando una película producida para National Geographic, también galardonada con un Emmy de 2017, al mértio excepcional por su técnica cinematográfica. Componen un film conmemorativo acerca de los terribles sucesos de 1992 en Los Angeles, veinticinco años después de las fechas abordadas.
Como buenos profesionales los dos directores -y coeditores con Scott Stevenson- narran los acontecimientos, comenzando con unos disturbios raciales anteriores, del año 1965, también en la gran urbe de California. Los conecta con la detención y brutal paliza que dieron entre varios policías a Rodney King en marzo de 1991. Sumado al asesinato de una joven afroamericana por un disparo de una dependienta de origen coreano en un comercio. Después de los juicios en los que se absolvió a esos agentes, comenzará una crónica vertiginosa de los disturbios que se ocasionaron en barriadas marginales de Los Angeles por el veredicto.
Mediante una sucesión de imágenes de archivo, colas de noticiarios, informativos y vídeos domésticos, una enorme cantidad de material rodado, grabado, emitido y -en gran parte- también inédito. Los cineastas marcan un relato dinámico, recogiendo todos los puntos de vista posibles acerca de las tragedias, denunciando el racismo pero sin identificar como héroes ni santos a los implicados.
La técnica es puramente cinematográfica, sin recurrir a declaraciones grabadas en el presente ni a otro material que no pertenezca a 1992. Tampoco existe una voz en off que no guíe y el único mapa es el orden cronológico y objetivo delos hechos, por parte de los realizadores.
Sería preferible olvidar todo lo que pasa en la pantalla antes que volverlo a ver, por el drama que supuso. Pero la genialidad de Lindsay y Martin es situarnos allí en tiempo presente, sin señalar víctimas ni culpables, exponiendo todos los datos posibles en casi dos horas fugaces. Y dejar tan claro desde esas imágenes de apertura de 1965 un mismo pensamiento recurrente, por desgracia.
Que la Historia se repite.
Como buenos profesionales los dos directores -y coeditores con Scott Stevenson- narran los acontecimientos, comenzando con unos disturbios raciales anteriores, del año 1965, también en la gran urbe de California. Los conecta con la detención y brutal paliza que dieron entre varios policías a Rodney King en marzo de 1991. Sumado al asesinato de una joven afroamericana por un disparo de una dependienta de origen coreano en un comercio. Después de los juicios en los que se absolvió a esos agentes, comenzará una crónica vertiginosa de los disturbios que se ocasionaron en barriadas marginales de Los Angeles por el veredicto.
Mediante una sucesión de imágenes de archivo, colas de noticiarios, informativos y vídeos domésticos, una enorme cantidad de material rodado, grabado, emitido y -en gran parte- también inédito. Los cineastas marcan un relato dinámico, recogiendo todos los puntos de vista posibles acerca de las tragedias, denunciando el racismo pero sin identificar como héroes ni santos a los implicados.
La técnica es puramente cinematográfica, sin recurrir a declaraciones grabadas en el presente ni a otro material que no pertenezca a 1992. Tampoco existe una voz en off que no guíe y el único mapa es el orden cronológico y objetivo delos hechos, por parte de los realizadores.
Sería preferible olvidar todo lo que pasa en la pantalla antes que volverlo a ver, por el drama que supuso. Pero la genialidad de Lindsay y Martin es situarnos allí en tiempo presente, sin señalar víctimas ni culpables, exponiendo todos los datos posibles en casi dos horas fugaces. Y dejar tan claro desde esas imágenes de apertura de 1965 un mismo pensamiento recurrente, por desgracia.
Que la Historia se repite.
21 de julio de 2012
21 de julio de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las dos críticas precedentes me parecen instructivas. La de Villaraco por su brevedad y coincidencia con lo que pienso sobre este largometraje, y conste que es largometraje porque dura más de una hora, pero sería muy osado llamarlo película.
La de Mercer me gusta porque lo analiza con más profundidad, pero es un análisis, no se puede echar un salvavidas a una tomadura de pelo que te hace perder más de sesenta minutos de tu vida al verla.
No es videoarte, porque no me ha sumergido en ningún momento en la experiencia visual y mucho menos en la sonora y eso si lo han conseguido muchos videoartistas.
No es independiente, porque para contratar a Pilar López de Ayala y Andrés Gertrudix, que son actores profesionales, hay que pagar sus jornadas de trabajo. Y las de la actriz deben tener su coste debido a su popularidad y profesionalidad. También conseguir permisos para grabar en el Museo de Bilbao, en una obra en construcción... Y tener un equipo técnico aunque sea básico: fotógrafo, montadores, producción, los mismos actores.
Y por supuesto no es ético que este producto reciba ayudas económicas del Ministerio de Cultura de España, así nos va con lo público.
Eso sí, me costará mucho tiempo y ganas volver a ver algo dirigido por Raya Martín.
La de Mercer me gusta porque lo analiza con más profundidad, pero es un análisis, no se puede echar un salvavidas a una tomadura de pelo que te hace perder más de sesenta minutos de tu vida al verla.
No es videoarte, porque no me ha sumergido en ningún momento en la experiencia visual y mucho menos en la sonora y eso si lo han conseguido muchos videoartistas.
No es independiente, porque para contratar a Pilar López de Ayala y Andrés Gertrudix, que son actores profesionales, hay que pagar sus jornadas de trabajo. Y las de la actriz deben tener su coste debido a su popularidad y profesionalidad. También conseguir permisos para grabar en el Museo de Bilbao, en una obra en construcción... Y tener un equipo técnico aunque sea básico: fotógrafo, montadores, producción, los mismos actores.
Y por supuesto no es ético que este producto reciba ayudas económicas del Ministerio de Cultura de España, así nos va con lo público.
Eso sí, me costará mucho tiempo y ganas volver a ver algo dirigido por Raya Martín.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No hay "spoiler"

6,1
4.798
9
22 de septiembre de 2018
22 de septiembre de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia en el espacio con naves gigantescas, espíritu humanitario, en la que los enemigos somos los hombres contra los hombres y contra la naturaleza.
Con dos robots que anticipan en el diseño y características, de forma inmediata -hablamos de 1972- los que empezarían a predominar en el cine de ciencia ficción y aventuras de los años ochenta, noventa y hasta hoy en día.
El guión es sencillo por mantener una sola línea argumental: el hombre y la naturaleza, pero encarnado por Bruce Dern, un actor tan desaprovechado las últimas décadas como otros compañeros suyos de generación. Lejos de dar la apariencia de científico loco obcecado en su misión, decide llevarla a cabo mostrando una faceta plenamente humana, y aportando unos matices interpretativos que dignifican a su personaje.
Poco después de "2001, una odisea en el espacio", pero antes de Star Wars, Alien, Blade Runner y lo que llegaría después.
Dirigida por Douglas Trumbull, técnico jefe de efectos especiales en importantes largometrajes de ciencia ficción ya citados, demuestra que un ritmo ajustado al dinamismo o a la calma según la situación dramática; un planteamiento lineal y firme, pero apasionante; una buena dirección de intérpretes; inventiva visual y buen acoplamiento de unos temas musicales propio de aquellos años, consiguen armonizar una de las mejores películas de ciencia ficción de siempre, tanto porque el argumento que vertebra el film se anticipa a un hipotético futuro, como es ilustrativo de la tendencia ecológica que domina desde entonces.
Con dos robots que anticipan en el diseño y características, de forma inmediata -hablamos de 1972- los que empezarían a predominar en el cine de ciencia ficción y aventuras de los años ochenta, noventa y hasta hoy en día.
El guión es sencillo por mantener una sola línea argumental: el hombre y la naturaleza, pero encarnado por Bruce Dern, un actor tan desaprovechado las últimas décadas como otros compañeros suyos de generación. Lejos de dar la apariencia de científico loco obcecado en su misión, decide llevarla a cabo mostrando una faceta plenamente humana, y aportando unos matices interpretativos que dignifican a su personaje.
Poco después de "2001, una odisea en el espacio", pero antes de Star Wars, Alien, Blade Runner y lo que llegaría después.
Dirigida por Douglas Trumbull, técnico jefe de efectos especiales en importantes largometrajes de ciencia ficción ya citados, demuestra que un ritmo ajustado al dinamismo o a la calma según la situación dramática; un planteamiento lineal y firme, pero apasionante; una buena dirección de intérpretes; inventiva visual y buen acoplamiento de unos temas musicales propio de aquellos años, consiguen armonizar una de las mejores películas de ciencia ficción de siempre, tanto porque el argumento que vertebra el film se anticipa a un hipotético futuro, como es ilustrativo de la tendencia ecológica que domina desde entonces.
7
20 de septiembre de 2014
20 de septiembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues poco más añado a lo que comento en el título.
Es un documental fascinante acerca de lo que ha quedado grabado en sus secuencias y de personas que aparecen en esta demolición del mítico edificio.
Otra de sus virtudes es mostrar un mundo cerrado en sí mismo y aislado del exterior.
También fue innecesario y un tanto promocional el retraso en el estreno por la oposición del Banco de Santander.
Lo que ocurre es que técnicamente tiene un buen montaje o edición de video.
Pero visualmente hay planos aislados que funcionan bien, como es el de arranque de la vista superior del edificio con la Gran Vía de noche. Y muchos otros que en cuanto a composición y mala calidad de imagen, pueden permitirse en un reportaje de televisión o video, pero no en pantalla de cine.
Es un documental fascinante acerca de lo que ha quedado grabado en sus secuencias y de personas que aparecen en esta demolición del mítico edificio.
Otra de sus virtudes es mostrar un mundo cerrado en sí mismo y aislado del exterior.
También fue innecesario y un tanto promocional el retraso en el estreno por la oposición del Banco de Santander.
Lo que ocurre es que técnicamente tiene un buen montaje o edición de video.
Pero visualmente hay planos aislados que funcionan bien, como es el de arranque de la vista superior del edificio con la Gran Vía de noche. Y muchos otros que en cuanto a composición y mala calidad de imagen, pueden permitirse en un reportaje de televisión o video, pero no en pantalla de cine.

4,4
5.186
1
10 de noviembre de 2018
10 de noviembre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los remakes pueden ser correctos o respetuosos con el original que tratan de renovar o remozar. Pero lo mejor es que sumen y aporten algo nuevo. Esta nueva versión de la montaña embrujada de 1973 resta en todos sus apartados. Por sus malos actores, narración monótona, aburrimiento y tontería a veinticuatro fotogramas por segundo. En la original de 1976 había cierto misterio, algún adversario inquietante como el que interpretaba Ray Milland y una intriga que funcionaba por los efectos especiales artesanales de la época.
Treinta y tres años después el tono de terror desaparece, los oponentes dan menos miedo que los hermanos Dalton y los toques de humor todavía los estamos esperando después de terminar la película.
Ni Carla Gugino pudo hacer nada más aparte de no dormirse con su personaje, porque lo que es Andy Fickman, el director, parece que colocó las cámaras para rodar como una serie mala de televisión y las dejó allí grabando mientras se iba a tomar un café.
Treinta y tres años después el tono de terror desaparece, los oponentes dan menos miedo que los hermanos Dalton y los toques de humor todavía los estamos esperando después de terminar la película.
Ni Carla Gugino pudo hacer nada más aparte de no dormirse con su personaje, porque lo que es Andy Fickman, el director, parece que colocó las cámaras para rodar como una serie mala de televisión y las dejó allí grabando mientras se iba a tomar un café.
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