En un principio, viendo el cartel promocional, puede parecer una película ñoña para adolescentes flipados, autocensurada y almibarada hasta la náusea.

Nada más lejos de la realidad.

Dentro de este logrado film, nos encontramos escenas de acción ágiles, directas y realistas. Quien espere que el bueno se pegue más de 50 leches con cada uno de los malos, haciendo alarde de todo su dominio del kunfú, y por supuesto sin que salte una gota de sangre, se verá defraudado.

A esto lo acompaña un guión sólido, y unos diálogos sobrios, consistentes. Convencerá a los más exigentes, y horrorizará a alguna niña de 12 años despistada que pasaba por allí.

¿Quién se acuerda de Pulp Fiction? ¿y de Reservoir Dogs?... YO ME ACUERDO!!!
En aquellos tiempos Tarantino aún se debía sentir en la obligación de tener un guión, de que esos diálogos que mete siempre, aportaran algo a la historia, a profundizar mínimamente en los personajes... pues miren, ya no. Ya tiene un nombre que le garantiza su éxito, y nos chulea de mala manera. Ésta es la última película suya que veo en el cine. La tan cacareada irreverencia que pretende, no es suficiente para sacar adelante una película.

Es un aprobado porque, pese al desinterés con que ha hecho esta película (al igual que las 3 ó 4 que la anteceden), porque tiene escuela, el mismo estilo de siempre, y una actuación correcta por parte de varios actores, pero por lo demás, esta misma película, con el mismo guión, de cualquier otro director, sería un "2, no pierdan su tiempo".

Sin duda, lo mejor de la película es el cartel que la anuncia. Un thriller, con unos actores principales interesantes, y el mítico Jesús Quintana encabezando los secundarios... promesas, promesas.

A partir del momento que te sientas a verla, todo empieza a empeorar, una historia que se desarrolla a trompicones, un guión sin imaginación ni originalidad, unos personajes preparados para despertar simpatía, que en ningún momento te llegan a caer ni medio bien.

Especialmente lamentable el personaje encarnado por Denzel Washington, que no se sabe si servirle una tila, un vaso de ginebra o sólamente darle de bofetadas.

No pierdan su tiempo, el mío ya no hay quién me lo devuelva.