La familia de la que procede Yuri Orlov (Nicolas Cage) ha conseguido emprender su sueño americano montando un restaurante (el buen inmigrante, buen chico), cosa que repudia el propio Yuri que se mete en el negocio del tráfico de armas (el mal inmigrante, caca, no se hace). Partiendo de esta base, de que el chico es un renegado y que a espaldas de su familia lleva una doble vida, empiezan a caer las piezas. Voz en off como hilo conductor y ascensión paulatina al poder de nuestro amoral protagonista, arropada con información sustanciosa sobre como desmantelar un buen arsenal soviético de armas pos-guerra fría y hacerse rico en el intento. Y corrupto.

El film se nutre de los datos reales que te van atizando entre tus ojos de ignorante para ir mostrándote lo despiadado del mundo, el constante vaivén entre guerras y negocio con una masacre intrínseca de la cual se obtienen buenas perras. Un entramado que implica vender armas para crear guerras y vender más armas para defenderse de las guerras, todo ello bajo la tutela de un país que póstumamente establecerá sus negocios en un decrépito país.

Solo recalcar que el meridiano trabajo de Nicolas Cage en su papel de cínico que consigue ser rey de una tierra atestada de cadáveres, debería ser más profundo y menos histriónico (aunque en cierto modo está bien conseguido ya que este tipo de gente está condenado a tener dos caras que mostrar cuando deben) y el tinte dramático no tendría que sacarse de la esposa engañada ni del hermano desviado y drogadicto que se esnifa media Ucrania, sino que tendría que profundizar más aun en el la temática de un modo menos informativo. Puliendo eso y profundizando más en los personajes secundarios estaríamos ante una grandiosa película.,