Un quiero y no puedo, salvo momentos puntuales que no justifican su pesadez. Larga y aburrida. En arte no bastan las buenas intenciones. Los "protas", ambos, gesticulan como adolescentes ¿al gusto de Mireilles?. En fin, dos horas largas perdidas. ¡Qué rabia!

De buen gusto las réplicas mordaces, entiéndanse inteligentes, puede que afortunadas sólo, del adjunto a su patrón y magnate de la salud. Ácidas, gozosas, tanto que mejor les habría ido a los guionistas volcarse en éste como, apunte de guiñol, trataron los de "Ice Age" con la gafeardilla en entregas aparte. Pizcas de sal para una cinta que rezuma almíbar por cada fotograma. Lo único, lo importante, a pesar de los contrapelos (cultura igual a trivial, encuentro padre e hija al abrigo del The End...) es el global lo que cuenta, el conjunto ofrecido en equilibrio para solaz del espíritu, nunca complacido pero sedado a ratos, como al caso ocurre con esta cinta.

Saramago en su "ensayo sobre la ceguera" apuntó más allá que Mireilles. Después del film cualquier intención de leer la novela se diluirá sin remisión, a la inversa en cambio, aun intuyendo la ardua tarea que su adaptación implicaría, sería de esperar bastante más. Si la intención de Mireilles era plasmar la visión Saramagesca puede decirse que no acertó, al menos plenamente. No obstante el producto final resulta digno, el espectador trepita y parte con un regusto acibarado que dificilmente otros film podrían producirle, y los sabores ya se sabe, según la ocasión y según la edad. Recomendable siempre.

Como los grandes apunta desde la primera. Ha de pulirse y, como los grandes, crecerá con cada entrega. Que se revea una y otra vez y percibirá las asperezas, los engarces que chirrían, a baja frecuencia para el gran público, notas incómodas para el melómano. Hora y media de apetito satisfecho, sin sensación de hartazgo y con ganas de volver a probar de los pucheros de McGann. Sería bueno seguirle la pista.