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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de agosto de 2022
95 de 137 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sensación de extrañamiento que provoca la película en sus primeros compases resulta tan chocante, que puede ser que pienses que te has equivocado de película. Pero no, simplemente estas ante Jordan Peele, uno de los cineastas más interesantes de los últimos años.

La crítica más común que uno puede encontrarse en lo referente a “Nope”, es que es su película más sencilla, de alienígenas veraniega únicamente para pasárselo bien, y lo cierto es que nunca he visto una opinión que se aleje más de la realidad. Jordan Peele siempre disfraza sus temas complejos con películas aparentemente de género, pero aquí lo ha llevado a un nuevo nivel. Sin embargo, debo reservarme los detalles para el spoiler, puesto que me resulta imposible explicarlo sin entrar en ellos. Únicamente diré que la domesticación de la naturaleza es el tema central de la película, que permea cada personaje y escena de forma casi obsesiva, por muy superflua que pueda parecer a simple vista, enganchando un principio un tanto chocante con una trama difícil. El guion se muestra, por tanto, igual de complejo, funcionando a múltiples niveles enlazados entre sí, como una caja china.

En términos de dirección, combina de forma increíble escenas cargadas de tensión con la acción más espectacular, demostrando una gran pericia en el montaje y la fotografía. Las escenas de terror son escalofriantes, amparadas por un diseño de sonido portentoso.

La combinación de todos estos elementos resulta en un cóctel explosivo, dando lugar a una película en apariencia espectacular, pero llena de corazón y cerebro. Extremadamente recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película abre con una escena que sobrevolará el resto del metraje: un mono, chillando y cubierto de sangre, que se pasea de un lado a otro del decorado de una bonita serie cursi. Y en el centro del encuadre, un zapato en vertical, extraño e imposible. El zapato y la película tienen un cierto paralelismo; un equilibrio imposible de conceptos en apariencia extraños.

El tema de la película puede resultar difícil de descifrar, pero, prestando atención a los personajes, es posible esclarecerlo. El protagonista (interpretado soberbiamente por Daniel Kaluuya), el cineasta y Jupe (Steven Yeun), buscan exactamente lo mismo: la domesticación y la captación de lo salvaje. Y lo cierto es que muchas escenas de la película giran en torno a esa cuestión: Daniel, que, como domador de caballos, no creo que necesite más explicación; el cineasta, tratando de dominar, con sus cámaras y el montaje, la esquiva naturaleza salvaje de la muerte (todas sus escenas son sobre la caza de un animal), hasta el punto de querer morir él para captarlo, y el propio Jupe, tratando de revivir aquello que tenía con Gordi (que sólo pudo durar un breve instante). La hermana (Keke Palmer), como la hermana rebelde y salvaje que no se dejó amaestrar por su padre. El tema recurrente del jockey negro, cabalgando libre a pesar de la opresión que recibiría por el color de su piel, no hace más que reforzar esa suposición.

El temple demostrado por el personaje de Daniel es el del domador. Nunca grita, nunca se deja llevar, tiene la mente fría, y es el único capaz de razonar sobre el comportamiento de la bestia; pues es lo que lleva haciendo toda la vida. Llama poderosamente la atención la facilidad con la que deja al motorista morir, porque sabe que, racionalmente, es imposible sacarlo de allí. Otra escena parecida es la que hay cerca del final, cuando tiene que atraer al monstruo para que su hermana escape. Es capaz de mirarlo a la cara sin pestañear. Incluso en la escena de la cuadra con las luces apagadas (terrorífica, por cierto), tiene la suficiente sangre fría como para sacar el móvil y grabar, aunque luego resulte que no son alienígenas de verdad. Es hasta capaz de dormir justo debajo del alienígena, tan tranquilo.

El duelo final entre el alien y los hermanos sigue algunos elementos del western, como la carrera a caballo, el poblado, pero con elementos de extrañamiento y distanciamiento, como es que el pueblo sea falso, de plástico, y que la figura que cabalga no sea la del sheriff con un cigarrillo, sino Daniel, como el jockey negro.
4 de agosto de 2022
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un ejercicio de gran interés es la comparación de la carrera de John Michael McDonagh (The Guard, la película que nos ocupa) con la de su hermano Martin (Escondidos en brujas, Tres anuncios en las afueras, aquella maravilla llamada siete psicópatas). Mientras que Martin se ha ido abriendo paso poco a poco en la industria, aumentando su influencia a la vez que su calidad, Michael, más viejo, se ha ido arrastrando a la irrelevancia, no encontrando nunca un sello distintivo que lo separe de la alargada sombra de su hermano.

Hay ciertos elementos que comparten los dos como pueden ser las referencias cultas gratuitas (André Gide, Buster Keaton), la mezcla de maldad y dulzura en la misma escena, y cierto gusto por los dilemas morales y truculentos. Su trabajo en teatro es también claro cuando se presta atención a los diálogos; es posible distinguir un personaje de otro simplemente por su forma de hablar, un talento que no está al alcance de todos. Sin embargo, si algo distingue uno de otro, es que los personajes y puntos de partida de Martin poseen más inventiva, eso que se suele llamar imaginación. Es como si Michael caminara para que Martin pudiera correr.

La película que nos ocupa, protagonizada por Fiennes y Chastain, tiene un gran problema, pero varios aciertos. Uno viene de la mano de algunos de los intérpretes: Fiennes con un personaje con el que no es nada fácil conectar, pero con el que acabamos empatizando, Smith, los marroquíes. Otro, que el drama principal, aquello que sostiene la película, que no es otro que el “viaje” hecho por el personaje de Fiennes (No digo más para no revelar nada de la trama), es excelente. Posee reflexión, algo de chispa y buenas escenas. Ahí entendemos muy bien la crítica social, comprendemos a los personajes, seguimos su transformación de una forma clara pero inevitable, como tiene que ser.

El problema viene de hecho porque al realizar ese “viaje”, la película se divide en dos partes, una con Fiennes y otra con Chastain, y tristemente la parte de Chastain no está nada bien. Resta, de hecho. Mostrar la banalidad y la estupidez haciéndolo todo banal y estúpido es una decisión terrible, por mucha sátira que se quiera hacer. Ninguno de los personajes de esa parte termina por funcionar, por esquemático e incongruente. Al final, es como tener el germen de una película notable pegada a fragmentos inconexos nada interesantes, que no cuentan nada que no se diga en la trama principal. Y no es que estos fragmentos duren poco precisamente, siendo un tercio de metraje o más.

En términos de dirección y fotografía, lo más destacable es la parte del desierto, con su tierra color terraza y las montañas del Atlas cortadas a pico. Cierta escena al borde de un acantilado posee fuerza visual, mostrando la magnificencia pero también desolación del lugar en el que viven los bereberes. Aún así, no es nada destacable.

En resumen, nos encontramos ante una película que podría ser notable, pero que por falta de ingenio en una gran parte del metraje, se siente como un todo inconexo. Curiosamente, no es que le falte, sino que le sobra.
25 de abril de 2024
32 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dato positivo número uno: la imagen de realidad cotidiana rota por la guerra que da la película es brutal. Posee irrealidad, que no artificiosidad. Casitas unifamiliares, supermercados, estadios, la imagen idílica de América, rota por helicópteros abandonados y humvees desguazados y quemados en las calles y los parkings. La cotidianidad extraña y mundana que tiene toda guerra (como la de Ucrania que vemos todos los días en los noticiarios) queda así retratada de forma perfecta.

Dato positivo número dos: el manejo tan profesional de la tensión. La capacidad de convertir un viaje en una pesadilla con solo unos segundos. La sospecha constante de no saber que hay tras cada curva, tras cada cambio de rasante en una carretera silenciosa.

Dato positivo número tres: Jesse Plemons.

Dato positivo número cuatro: Una cuestión de simetría. Ver el spoiler.

Dato positivo número cinco: Las armas no parecen de juguete: cuando suena un disparo, retumba (como en Heat), ensordece, enloquece, al igual que el ruido de las orugas de los tanques y las aspas de los helicópteros. La gente sangra a borbotones, se contorsiona por el dolor, se muere en silencio. Pareces estar ahí, en medio del fuego, como otros periodistas de guerra más, un espectador con la lente de la cámara como ojo.

Dato positivo número seis: Washington D.C. Un titular.

Dato negativo número uno (basta uno a veces): una road movie basa su fortaleza en unos personajes de carne y hueso, es lo que se dice character driven, porque la trama siempre es ir de un punto a otro. Este no los tiene, son arquetipos funcionales que sirven para dar juego a las situaciones que Alex Garland plantea. Nunca traspasan la pantalla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mientras Lee va convirtiéndose de simple lente de cámara, de observadora neutral cuyo único trabajo es, como dice ella, documentar para que otros juzguen, a una persona con corazón, el personaje de Cailee Spaeny hace justo lo contrario.

Una no abandona el mundo, se humaniza, mientras que la otra empieza juzgando y acaba siendo un simple instrumento, una cámara a una mujer pegada. Una borra la fotografía de su amigo muerto (porque es más que una imagen, es vida que ya no existe), la otra hace una fotografía de su maestra en el instante de su muerte. Y la más humana muere y la menos, vive. ¿Es el mundo hecho por el hombre para el hombre realmente humano?
21 de mayo de 2022
32 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquiera que haya visto u oído algo de Eggers sabrá que es un director lejos de los convencionalismos. Por ello, sentía una gran curiosidad sobre esta epopeya vikinga basada en la historia real que inspiró a Hamlet. Con un gran presupuesto a sus espaldas (que por cierto, viendo la recaudación, dudo que vayan a recuperar en mucho tiempo), existía el miedo de que Robert dejara de ofrecer aquellas historias oscuras, crudas y enigmáticas que le habían convertido en un director de culto.

Afortunadamente, al menos para los espectadores, la película va más allá de una simple historia de venganza, y el diseño tétrico de Eggers, su dirección y todo aquello que lo hacen tan especial no se ha perdido por el camino.

Algo que merece la pena destacar, aunque era lo esperado, es el portentoso diseño visual y de sonido de la película. Los cánticos vikingos a voz de grito, los sonidos de las espadas al chocar y los escudos al quebrarse nos introducirán en aquel mundo salvaje como nunca antes se había hecho. A nivel visual, la mezcla de imaginería mítica con un realismo descarnado recuerda enormemente a los recursos utilizados por el gran Francis en aquella joya llamada Apocalyse Now, que no por nada es otro descenso a los infiernos del alma en un paraje desolador para la mente humana. Una Islandia poblada de dioses escandinavos similar a aquella jungla en la que Kurtz, como un dios venido de otro mundo más antiguo y cruel, se nos presenta por primera vez con un rostro pétreo.

Sin embargo, una de las gratas sorpresas que no esperaba era el potente tono shakesperiano del guion. Porque cualquiera que haya leído algo del bardo de Stratford reconocerá aquí aquellos diálogos sobre la sed de sangre y la más dulce venganza, sobre puñales ensangrentados en la noche más oscura, y sobre la estupidez de los hombres por tratar de huir de su destino. Y si no me creen, vayan a leer aquel banquete caníbal que se encuentra entre las páginas de Tito Andrónico o los asesinatos a sangre fría que llenan las escenas de Macbeth. Hasta la estructura de cinco actos de la película bebe mucho del teatro.

El único fallo que podría achacarse es la simpleza psicológica de los personajes. Sin embargo, siendo una historia que va directa a las entrañas, es algo difícil de percibir durante el metraje.

A destacar también las actuaciones de Taylor-Joy, que precisamente se dio a conocer con La Bruja, la primera película de Eggers, Skarsgard, con su presencia física de animal, y Claes Bang como Fjölnir, mostrándose cruel pero digno contendiente. Dafoe tampoco está nada mal, aunque es el papel de loco al que nos tiene más o menos acostumbrados.

En resumen, una epopeya vikinga digna de disfrutarse en pantalla grande.
29 de octubre de 2023
27 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
El chico y la garza es, probablemente, la última visión de un anciano que no sabe hacer otra cosa que contar historias. Posee una lentitud solemne y buscada, lejos del dinamismo que nos tiene acostumbrados. Los mundos mágicos continúan existiendo, pero el tono es distinto, de mundo en crisis, que se encuentra en el punto de equilibrio exacto antes del fin. Tiene hondura, imágenes tan o más poderosas que el resto de obras del maestro. Cierta turbiedad que siempre le ha caracterizado está aquí desatada en vez de contenida. No esconde lo feo, y por ello es lo más arriesgado que ha hecho en toda su vida. Es una obra triste y hermosa, una aceptación de la muerte que, más que furia e impotencia, esconde paz.

Podría hablar de su guion (más consistente que de costumbre para el estudio), de su dirección (ciertas escenas en llamas son de lo mejor que han dibujado, por su dramatismo y su movimiento), su imaginación (un mundo mágico lleno de espejismos, fantasmas, espíritus con forma de globo, pelícanos malvados y periquitos sanguinarios), pero es mejor que el que lea esta crítica simplemente la vea. Que disfrute del último truco de magia, antes del ocaso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Creo que todo el mundo es capaz de ver que el fin del mundo del que dice el tío-abuelo anciano (personificación del propio Miyazaki) es el fin de Ghibli, que los periquitos es la gente que no es lo suficientemente sabia como para aceptar que las cosas acaban, y que la pieza que se queda Mahito es lo que queda, los recuerdos de los que amamos esos mundos hechos a lápiz y de colores cálidos, en los que la magia y cualquier cosa es posible.

Sin embargo, aunque sombría, sigue arrojando algo de la luz optimista que se encuentra en toda gran obra. Es en la despedida de su madre, en la aceptación de su futura muerte porque implica el nacimiento de su hijo, lo que la película quiere decir: que no importa el fin, sino el camino.
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