You must be a loged user to know your affinity with Lizzypride
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,2
11.066
7
30 de julio de 2019
30 de julio de 2019
43 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces te sorprendes tratando de no reírte tan fuerte en público cuando te esperabas una penitencia acompañando a tu hija adolescente al cine. Eso me ha pasado con Súper Empollonas. Porque no es la típica película de instituto americano, donde hay unas chicas marginales, con gafas de pasta, ropa grande, y gustos raros, oprimidas por las animadoras y los jugadores de fútbol americano, que salen del capullo y se convierten en mariposa en forma de producto de serie Disney, de talla 36 y pelo planchado. Esas películas que se supone que reivindican la lucha por la personalidad propia, y terminan edulcorando a todos los bandos.
En realidad, el instituto y la graduación están de trasfondo, como esa etapa en la que todos tratamos de forjarnos una identidad a la vez que buscamos la aceptación, en un entorno donde se mantiene algo de la crueldad infantil y la tendencia a poner etiquetas. Pero se hace destacando la amistad sobre el romance, tratando sin tabúes la masturbación femenina o la homosexualidad, la promiscuidad y la soledad. Y con unas protagonistas a las que terminas adorando, sin necesidad de tener tallas perfectas, y sin que cambien su estilo.
Pero, sobre todo, se trata de una comedia, con el hilo argumental típico de "todo lo malo puede pasar" como en La fiera de mi Niña, Resacón en Las Vegas o Algo pasa con Mary, donde van apareciendo personajes estrambóticos, se suceden anécdotas disparatadas y se ameniza con gaps inteligentes. Es cierto que algunas veces resulta algo grosera, y que la música es ruidosa. Sin embargo, tal vez se deba sólo a mi salto generacional, porque a lo mejor va dirigida más a mi hija que a mí. En cualquier caso, si el objetivo de una comedia es que te rías y salgas feliz de la sala de cine, Súper empollonas lo consigue.
En realidad, el instituto y la graduación están de trasfondo, como esa etapa en la que todos tratamos de forjarnos una identidad a la vez que buscamos la aceptación, en un entorno donde se mantiene algo de la crueldad infantil y la tendencia a poner etiquetas. Pero se hace destacando la amistad sobre el romance, tratando sin tabúes la masturbación femenina o la homosexualidad, la promiscuidad y la soledad. Y con unas protagonistas a las que terminas adorando, sin necesidad de tener tallas perfectas, y sin que cambien su estilo.
Pero, sobre todo, se trata de una comedia, con el hilo argumental típico de "todo lo malo puede pasar" como en La fiera de mi Niña, Resacón en Las Vegas o Algo pasa con Mary, donde van apareciendo personajes estrambóticos, se suceden anécdotas disparatadas y se ameniza con gaps inteligentes. Es cierto que algunas veces resulta algo grosera, y que la música es ruidosa. Sin embargo, tal vez se deba sólo a mi salto generacional, porque a lo mejor va dirigida más a mi hija que a mí. En cualquier caso, si el objetivo de una comedia es que te rías y salgas feliz de la sala de cine, Súper empollonas lo consigue.

7,0
2.186
7
9 de agosto de 2020
9 de agosto de 2020
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo del arte, y en concreto, el mundo del cine, destapó apenas hace unos años el acoso a las mujeres que dió origen al movimiento"Me too" y que recordó en nuestro primer mundo que todavía no estaba todo hecho en cuanto a la reivindicación de los derechos de las mujeres. Sin embargo, el cine como producto ha sido siempre una celosía desde la que se han dejado ver las pequeñas y grandes injusticias que rodean a la condición femenina, y que tienen en la cultura islámica radical una de las realidades actuales más vergonzantes.
Hace poco, comentando la serie El cuento de la criada, alguien me dijo que es una distopía que está presente hoy en algunas partes del mundo. Pues bien, Papicha, vista en la sala del cine por una madre soltera de España con su hija de 14 años, es casi ciencia ficción. Y, sin embargo, en Argelia, a menos de un centímetro en un mapa de escala media, hay alambradas que coartan las ansias de volar de las mujeres, en esas jaulas que quieren almohadillar con cánticos sobre la protección, la paz y la maternidad disfrutada. Pues las jóvenes mujeres de esta película, y las no tan jóvenes representadas por la madre, reniegan del bromuro que les ofrecen para edulcorar sus vidas y quieren pincharse y volar.
¿Qué hace distinta a esta ópera prima? Que no es una historia oscura, ni triste, ni moralista,... Desborda la alegría de los 18 años, con unos personajes que ríen y lloran como sólo se puede hacer a esa edad. Lyna Khoudri, la protagonista, tiene mucho que ver, por su capacidad para transmitir inconformismo y ganas de vivir. También, el mimo y la capacidad de crear belleza de la directora, Mounia Meddour, que entona un cántico de amor incondicional a una tierra, el norte de África, que llena la pantalla de luz dorada y de música. No se pretende desacreditar una cultura, sino salvarla. "¡Viva Argelia!"-gritan.
Y, como no, es una película que debería incluirse a partir de ahora en los estudios de moda. Si alguien dudaba que también hay arte y creatividad en esa industria, que revisen los fotogramas de esta película donde una joven acaricia una tela, o la pliega sobre un cuerpo. Pura poesía, música, pintura. Puro arte.
Hace poco, comentando la serie El cuento de la criada, alguien me dijo que es una distopía que está presente hoy en algunas partes del mundo. Pues bien, Papicha, vista en la sala del cine por una madre soltera de España con su hija de 14 años, es casi ciencia ficción. Y, sin embargo, en Argelia, a menos de un centímetro en un mapa de escala media, hay alambradas que coartan las ansias de volar de las mujeres, en esas jaulas que quieren almohadillar con cánticos sobre la protección, la paz y la maternidad disfrutada. Pues las jóvenes mujeres de esta película, y las no tan jóvenes representadas por la madre, reniegan del bromuro que les ofrecen para edulcorar sus vidas y quieren pincharse y volar.
¿Qué hace distinta a esta ópera prima? Que no es una historia oscura, ni triste, ni moralista,... Desborda la alegría de los 18 años, con unos personajes que ríen y lloran como sólo se puede hacer a esa edad. Lyna Khoudri, la protagonista, tiene mucho que ver, por su capacidad para transmitir inconformismo y ganas de vivir. También, el mimo y la capacidad de crear belleza de la directora, Mounia Meddour, que entona un cántico de amor incondicional a una tierra, el norte de África, que llena la pantalla de luz dorada y de música. No se pretende desacreditar una cultura, sino salvarla. "¡Viva Argelia!"-gritan.
Y, como no, es una película que debería incluirse a partir de ahora en los estudios de moda. Si alguien dudaba que también hay arte y creatividad en esa industria, que revisen los fotogramas de esta película donde una joven acaricia una tela, o la pliega sobre un cuerpo. Pura poesía, música, pintura. Puro arte.

6,3
892
8
30 de julio de 2019
30 de julio de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es comunicarse? ¿Qué poder tienen las palabras para hacer cercano a un desconocido? ¿Cómo puede su ausencia alejarnos de quien vive con nosotros? ¿Por qué lo que está dentro de nosotros es lo más difícil de expresar? Una carretera, unas bicis, media docena de personajes, tres grandes actores, un montón de cinta de colores y un guión que consigue transmitir, comunicar.

8,0
75.252
8
24 de febrero de 2020
24 de febrero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este año apenas he tenido tiempo de prepararme para los grandes premios. Sí que había visto alguna película antes de los Globos de oro o de los Oscars, entre ellas Joker. Y no, no había visto Parásitos; de hecho, ni siquiera había escuchado ni leído nada sobre ella. Pero ya lo he solucionado. La vi este sábado, y no he podido evitar relacionarlas. La persona que estaba a mi lado comentó que no era nada oriental. Quizás sea la globalización, que nos ha homogeneizado, o quizás sea que hay grandes problemas existenciales que están en nosotros, y que no distinguen ni de espacios, ni de épocas. Uno de ellos es la justicia, de la que escribió Aristóteles hace milenios, y que está en el germen de ambas películas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final, en este 2020, dos cineastas, uno en Estados Unidos y otro en Corea del Sur, nos han mostrado cuáles son las consecuencias de poner a un individuo contra las cuerdas de forma permanente. Es un estallido de ira, una furia interior e irracional, que va contra los mismos principios y que destruye. Hay una injusticia social que está en la base más profunda de la violencia, que es la causa última de muchas guerras, y que no las justifica, pero clama por una solución. Es cierto que Parásitos transcurre en Seúl, que no es precisamente Gotham City, aunque si nos fijamos en la esencia, en ambas hay personas que malviven luchando por encontrar o conservar un trabajo de miseria, conformándose con viviendas insalubres, como animales que se cobijan en madrigueras, y en ambas hay unas simbólicas largas escaleras, que se ven obligados a subir y bajar, como un descenso a los infiernos. Y en ambas, hay unos privilegiados, que se distancian físicamente en barrios, como si los muros en los que habitan definieran de alguna forma a las personas: son dos mansiones, la del famoso arquitecto Park y la del millonario Thomas Wayne.
Si nos fijamos en la forma, Joker ha sabido transmitir esa estética oscura del cómic Batman, como tan bien hizo Nolan en la trilogía sobre el superhéroe, y la ha roto con colores estridentes, que dañan la vista, con un ritmo que pasa de la lentitud al vértigo, y con una banda sonora que no desaparece casi en ningún instante, y que es una de sus grandes bazas, su gran baza, si no estuviera allí Joaquin Phoenix para convertirse en protagonista absoluto. Él es el Joker, y no sólo en su rostro, que refleja tristeza en medio de las risas, sino que consigue transmitir la humillación con todo su cuerpo, al que vemos vencido, arrastrando su fracaso.
Parásitos no tiene esa plasticidad, pero no la necesita, porque tiene un guion, donde cabe el humor, la intriga y la ternura, y, sobre todo, donde caben los matices. Y aquí es donde Parásitos vence a Joker. El problema es que los Park no son unos explotadores; cuidan a sus empleados, se sientan con ellos a tomar el té, se preocupan por sus hijos, y aman a sus parejas. El problema es que los Kim, no tienen enfermedades mentales, ni un pasado traumático silenciado, son sólo un familia, que necesita un trabajo y deciden urdir una estafa para conseguirlo. El problema es que pese a eso, no resulte absurdo, ni artificial, ni gore en el sentido Tarantino, que un hombre coja un cuchillo y lo hinque en otro.
Un último punto en común: la risa. En unas sociedades donde el Seroxat está entre los medicamentos más prescritos, la tristeza está más vista y la alegría es síntoma de éxito. Hay una felicidad complaciente a la que debemos rendirnos, y que oculta, entre otras cosas, esa injusticia que es más difícil de digerir cuando el que se beneficia de ella casi convive con el oprimido. Al Joker su madre le obligaba a reír y la risa se le convierte en un enfermedad. El joven protagonista de Parásitos, no puede dejar de reír ante el dolor. Es curioso.
Si nos fijamos en la forma, Joker ha sabido transmitir esa estética oscura del cómic Batman, como tan bien hizo Nolan en la trilogía sobre el superhéroe, y la ha roto con colores estridentes, que dañan la vista, con un ritmo que pasa de la lentitud al vértigo, y con una banda sonora que no desaparece casi en ningún instante, y que es una de sus grandes bazas, su gran baza, si no estuviera allí Joaquin Phoenix para convertirse en protagonista absoluto. Él es el Joker, y no sólo en su rostro, que refleja tristeza en medio de las risas, sino que consigue transmitir la humillación con todo su cuerpo, al que vemos vencido, arrastrando su fracaso.
Parásitos no tiene esa plasticidad, pero no la necesita, porque tiene un guion, donde cabe el humor, la intriga y la ternura, y, sobre todo, donde caben los matices. Y aquí es donde Parásitos vence a Joker. El problema es que los Park no son unos explotadores; cuidan a sus empleados, se sientan con ellos a tomar el té, se preocupan por sus hijos, y aman a sus parejas. El problema es que los Kim, no tienen enfermedades mentales, ni un pasado traumático silenciado, son sólo un familia, que necesita un trabajo y deciden urdir una estafa para conseguirlo. El problema es que pese a eso, no resulte absurdo, ni artificial, ni gore en el sentido Tarantino, que un hombre coja un cuchillo y lo hinque en otro.
Un último punto en común: la risa. En unas sociedades donde el Seroxat está entre los medicamentos más prescritos, la tristeza está más vista y la alegría es síntoma de éxito. Hay una felicidad complaciente a la que debemos rendirnos, y que oculta, entre otras cosas, esa injusticia que es más difícil de digerir cuando el que se beneficia de ella casi convive con el oprimido. Al Joker su madre le obligaba a reír y la risa se le convierte en un enfermedad. El joven protagonista de Parásitos, no puede dejar de reír ante el dolor. Es curioso.

5,9
20.960
5
11 de julio de 2019
11 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo se puede desaprovechar así una idea tan buena? La oportunidad de hacer una comedia con mayúsculas y rendir homenaje a los revolucionarios del pop. Porque, aunque no se sea muy fan de los Beatles, nadie niega que sus canciones transmiten fuerza y alegría, buen rollismo en su simpleza, energía contagiosa.
Pues ni esa banda sonora logra quitar ñoñería a Yesterday. De hecho, hasta resulta triste, en parte arrastrada por su protagonista, Himesh Patel, demasiado serio y contenido. Y si poco pueden hacer los Beatles, tampoco la sonrisa siempre bienvenida de Lily James, el cameo demasiado largo de Ed Sheeran, o los fallidos efectos argumentales, tipo John Lennon o Liverpool.
En resumen, no es un homenaje, porque no aprovecha la vitalidad de las canciones, ni la esencia del espíritu Beatles, y hace una Honey British Comedy del montòn.
Pues ni esa banda sonora logra quitar ñoñería a Yesterday. De hecho, hasta resulta triste, en parte arrastrada por su protagonista, Himesh Patel, demasiado serio y contenido. Y si poco pueden hacer los Beatles, tampoco la sonrisa siempre bienvenida de Lily James, el cameo demasiado largo de Ed Sheeran, o los fallidos efectos argumentales, tipo John Lennon o Liverpool.
En resumen, no es un homenaje, porque no aprovecha la vitalidad de las canciones, ni la esencia del espíritu Beatles, y hace una Honey British Comedy del montòn.
Más sobre Lizzypride
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here