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8,0
74.602
4
24 de octubre de 2016
24 de octubre de 2016
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía una venda muy pegada a los ojos, así que ha dolido bastante quitársela por fin.
Me duele un poco porque ahora que lo pienso esta película no tiene ingredientes que me hagan pensar en considerarla una buena obra, y mucho menos la joya por la que la tenía: sí, hay unos cuantos gags existenciales que me gustan mucho, pero el resto es totalmente insípido. Una dirección planísima (yo qué sé, no hay recursos narrativos apenas y, por ejemplo, escenas como la de la comida familiar están pésimamente construidas, basta con compararla con la de "Amarcord"); Annie llega a ser desquiciante, constantemente culpabilizándose por cosas como no querer tener sexo cuando no le apetece; y bueno, el personaje de Woody ya tal.
Ya no es solo el machismo que destila Alvy y su nula evolución, es que cada escena-sketch (literalmente cada una) tiene a mayores un poco de clasismo, cinismo o estereotipaciones. A veces, incluso una bonita mezcla de todo lo anterior. Y es que tal vez podría aplicar la famosa "contextualización" para justificar estas cosas (que no, porque Allen no es que desconozca esta toxicidad, es que le da igual), pero entonces lo que me quedan son alrededor de unos cinco minutos de risas.
Espero que en este ciclo de revisionado esta sea la que más sufra, porque hay que joderse.
Me duele un poco porque ahora que lo pienso esta película no tiene ingredientes que me hagan pensar en considerarla una buena obra, y mucho menos la joya por la que la tenía: sí, hay unos cuantos gags existenciales que me gustan mucho, pero el resto es totalmente insípido. Una dirección planísima (yo qué sé, no hay recursos narrativos apenas y, por ejemplo, escenas como la de la comida familiar están pésimamente construidas, basta con compararla con la de "Amarcord"); Annie llega a ser desquiciante, constantemente culpabilizándose por cosas como no querer tener sexo cuando no le apetece; y bueno, el personaje de Woody ya tal.
Ya no es solo el machismo que destila Alvy y su nula evolución, es que cada escena-sketch (literalmente cada una) tiene a mayores un poco de clasismo, cinismo o estereotipaciones. A veces, incluso una bonita mezcla de todo lo anterior. Y es que tal vez podría aplicar la famosa "contextualización" para justificar estas cosas (que no, porque Allen no es que desconozca esta toxicidad, es que le da igual), pero entonces lo que me quedan son alrededor de unos cinco minutos de risas.
Espero que en este ciclo de revisionado esta sea la que más sufra, porque hay que joderse.

6,3
12.504
9
30 de diciembre de 2016
30 de diciembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribo esto desde el jardín de la duermevela, el único sitio desde donde se puede desenmarañar la madeja que oculta la verdad, un óleo de valor incuantificable que cambia constantemente su dibujo, de la misma forma que al abrir una puerta siempre encontramos una sala diferente.
Inland Empire es intentar entrar en un baile sin saberse la coreografía: no importa las veces que lo repitas porque nunca hay dos pasos iguales, todo se refleja y se reinventa, y tan solo llegando hasta el final podrás hacer encajar una pieza más de un puzzle infinito. Comprender solo parte del conjunto, esa es la grandeza y la tristeza del arte. El resto es pura conjetura.
Lynch, te prometo volver a recorrer el camino hasta que pueda intuir ese destello azul del que hablan tus películas.
Inland Empire es intentar entrar en un baile sin saberse la coreografía: no importa las veces que lo repitas porque nunca hay dos pasos iguales, todo se refleja y se reinventa, y tan solo llegando hasta el final podrás hacer encajar una pieza más de un puzzle infinito. Comprender solo parte del conjunto, esa es la grandeza y la tristeza del arte. El resto es pura conjetura.
Lynch, te prometo volver a recorrer el camino hasta que pueda intuir ese destello azul del que hablan tus películas.
Documental

7,6
2.453
10
29 de noviembre de 2020
29 de noviembre de 2020
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que la conciencia de clase es un concepto cada vez más difuso y que el sustrato que llena de objetividad ese recipiente (llámesele proletariado o clase obrera) no puede ser más heterogéneo se comprende al instante escuchando la primera hora de conversaciones. Los intereses hace tiempo que dejaron de ser esencialmente coincidentes, puesto que, aunque el Trabajo sigue vertebrando los discursos, las frustraciones y los miedos más materiales, la subjetividad que ha ido madurando al calor de las modificaciones en el modo de producción se manifiesta de manera radicalmente contrapuesta entre los que, desde ese aire sindicalista que exhala la película, deberían constituir una masa uniforme que haga gala de la máxima «la unión hace la fuerza».
No obstante, pese a que se entremezclan testimonios sobre asesinatos laborales con loas al riesgo que corre el empresario o los antidisturbios, lo cierto es que hay un cierto lenguaje común, un ambiente de cotidianidad que, al menos a mí, me resulta muy cercano. Mientras escuchaba hablar a los cartageneros sobre sus pequeñas batallas del día a día o los sueños que tenían y quedaron desplazados por la implacabilidad de la vida, me fue inevitable comparar mentalmente las sensaciones que me provoca una escena similar dentro de una peli de Rohmer. Cuando aquí conecto al instante y me pierdo en las anécdotas, allí pierdo el interés a la segunda frase. Cuando aquí se me encoge el corazón al apagarse una de las dos pantallas ante la narración de la muerte de alguien, allí solo siento extrañeza y una fría impostura. La comparación es capciosa porque las motivaciones y los universos que habitan son distintos, pero precisamente a eso me refiero: me quedo siempre con la mirada que aquí se muestra.
Un amigo y yo nos preguntábamos a qué descubrimiento concreto haría referencia la película. ¿Será el correlato de un espíritu de lucha aún vivo? ¿La constatación de una violencia ya extinguida del imaginario colectivo? ¿El pulso agónico de una juventud desarmada? ¿O quizás el hecho de que prenderle fuego a un contenedor sea la única manera de que alguien te escuche?
No obstante, pese a que se entremezclan testimonios sobre asesinatos laborales con loas al riesgo que corre el empresario o los antidisturbios, lo cierto es que hay un cierto lenguaje común, un ambiente de cotidianidad que, al menos a mí, me resulta muy cercano. Mientras escuchaba hablar a los cartageneros sobre sus pequeñas batallas del día a día o los sueños que tenían y quedaron desplazados por la implacabilidad de la vida, me fue inevitable comparar mentalmente las sensaciones que me provoca una escena similar dentro de una peli de Rohmer. Cuando aquí conecto al instante y me pierdo en las anécdotas, allí pierdo el interés a la segunda frase. Cuando aquí se me encoge el corazón al apagarse una de las dos pantallas ante la narración de la muerte de alguien, allí solo siento extrañeza y una fría impostura. La comparación es capciosa porque las motivaciones y los universos que habitan son distintos, pero precisamente a eso me refiero: me quedo siempre con la mirada que aquí se muestra.
Un amigo y yo nos preguntábamos a qué descubrimiento concreto haría referencia la película. ¿Será el correlato de un espíritu de lucha aún vivo? ¿La constatación de una violencia ya extinguida del imaginario colectivo? ¿El pulso agónico de una juventud desarmada? ¿O quizás el hecho de que prenderle fuego a un contenedor sea la única manera de que alguien te escuche?
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