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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
18 de junio de 2019
30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede un biopic al uso dar cuenta de la grandeza de John Ronald Reuel Tolkien? ¿Puede abrazar su fascinante vida? ¿Es capaz una obra meramente narrativa de situarse al nivel de todo un domador de palabras? La respuesta es no. Tolkien, de Dome Karukoski, no está a la altura del gigante, pero sí sabe estar a su sombra. Entiende que la belleza de lo que cuenta se sirve por sí misma para llegar lejos y decide entregarse a ella con tanta timidez como responsabilidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sí, Tolkien es una producción amable, o sea, un film inútil en la Historia del medio. Pero deja en su dulce periplo cosas valiosas. Por ejemplo, un retrato respetuoso de la masculinidad que, en tiempos de toxinas, se antoja casi contracultural. Son, en verdad, deliciosas las idas y venidas lingüísticas de esos cuatro jóvenes -hobbits- que forman la sociedad T.C.B.S. (Tea Club and Barrovian Society). Cualquier chico que haya sido parte de un clan basado en la camaradería masculina no podrá por menos que esbozar una sonrisa.

Además, en esa traslación audiovisual del dominio del lenguaje a rápidas e ingeniosas respuestas, la película se acerca a la posibilidad de un film más o menos soñado por la cinefilia. Pero Tolkien no quiere líos. Le vale con ser un biopic sin más. Con lo que, abandonada la infancia del protagonista en pos de otras derivas, universitarias, bélicas o románticas, entrega casi definitivamente las armas creativas para abrazar la factura de un buen oficinista.

Efectivamente, a Karukoski se le queda enorme el universo que trabaja. Algo especialmente notorio en determinadas decisiones estilísticas nada originales. Como dar cuerpo al espíritu de El Señor de los Anillos desde el espacio del campo de batalla o cincelar, mediante formas ortopédicas, la historia de amor entre Tolkien y Edith Mary Bratt, aquella que dio pie a La historia de Beren y Lúthien, el más bello relato del británico.

Todas estas escenas pasan bien ante nuestra mirada, pero ninguna permanece en la memoria. El director busca eficiencia en el lenguaje y la encuentra, mas nada quiere saber del alma que realmente mueve el universo tolkiano. De ahí que no existan datos sobre la devoción católica heredada de una madre, aunque ésta sea un personaje motriz en el arranque de la cinta. Un miedo propio de esta época de grises multiculturales, temerosos del valor de las raíces, que supone un lastre en el devenir del metraje. Buena muestra es el conmovedor diálogo entre Nicholas Hoult y la madre de uno de sus viejos camaradas sobre el fatal destino de este último y el significado más elevado del amor. Un instante totalmente desubicado al no existir antecedente, ni narrativo, ni de puesta en escena.

Una pena esta cobardía. Porque la película llega incluso a ser grande cuando aparca estas timideces, como podemos apreciar en la conversación que tienen en la enfermería Tolkien y Edith. Allí, sin música extradiegética y a través de un diálogo que no habla del dolor que vemos en pantalla, sino de otro que pertenece a otro tiempo y a otro espacio, la obra desvela el poder del cine para estremecer cuando se acerca a la verdad sin subestimar la inteligencia del espectador.

Por tanto, sí hay cosas que celebrar en este entretenido biopic. Más que nada, el respeto a según y qué valores que se desprenden del monumental trabajo de Tolkien. Como una mirada a la masculinidad nada ideológica o la visión de la dualidad Amor/Dolor desde una perspectiva verdaderamente católica, aunque no se diga. Cabe lamentar los citados miedos, inadmisibles en el retrato del creador de El Señor de los Anillos. También la incapacidad del cineasta para dar cuerpo a nuevas formas que busquen colocar la cinta a la altura del domador de palabras que el escritor de El Silmarillion fue.

La crítica pertenece al blog https://hombreblandengue.wordpress.com/2019/06/14/a-la-sombra-del-domador-de-palabras/
5 de octubre de 2017
48 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo está el siglo XXI. Del ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? hemos pasado al ¿Tienen los críticos miedo a pillarse los dedos en el tiempo? Ya me decían unos colegas que jamás habían leído tantas y tan buenas opiniones sobre un estreno, y que era algo que les resultaba sospechoso. No se equivocaban: Blade Runner: 2049 es un petardo de aúpa. Una obra que finge estar liberada del original, pero que sólo lo puede fingir; que se cree tocada por la mirada de un autor, pero que sólo lo puede creer; que insinúa no deberle nada a los blockbusters del momento, pero que tan solo lo puede insinuar. Porque lo último de Denis Villeneuve es un esclavo de todo eso que en teoría esquiva. La copia mala del mito, su replicante más vulgar.

Resulta productivo hacerse unas primeras preguntas para medir el fracaso de este supuesto gran triunfo. Por ejemplo, ¿cuántos de los espacios nuevos pueden competir con los originales? ¿Cuántos de ellos no los habías visto antes? ¿Están usados a fondo o son mera carcasa? ¿Dónde surgen las imágenes más complejas de esta secuela, en esos nuevos espacios o en el reciclado de los viejos? Otra ronda relámpago: ¿Podría citar el espectador algún personaje moderno que aporte de verdad algo al universo Blade Runner? Más allá del que interpreta Ryan Gosling, ¿hay alguno con la complejidad suficiente como para estar a la altura de las expectativas?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Así es. Blade Runner 2049 es espectacularidad plana con personajes planos. Y allá donde hay algo más de miga, surge la sospecha del pálido reflejo. Por ejemplo, es cierto que el agente K, a quien da vida Gosling, tiene una problemática muy interesante, pero no es menos cierto que esa problemática surge del mito Deckhard (¿era o no un replicante?) sumado al drama de Rachel (Sean Young), quien debía asumir su existencia como un sueño, como una mentira, según se abrazaba al amor VERDADERO que le podía proporcionar el solitario detective.


Por tanto, muy poca originalidad en el fondo. También en las formas. El mismo arranque del film ya pone en alerta a cualquier espectador medianamente espabilado: un primerísimo primer plano de un ojo que emula aquel que abría la película de 1982. Sin embargo, el globo ocular de Rutger Hauer, en el que se reflejaba un travelling de acercamiento a la ciudad de Los Ángeles en un hipotético 2019, estaba contando algo de manera fascinante: la llegada a la tierra de los replicantes. Quizás se me escapó algo, pero no detecté ni media idea en el citado comienzo de la cinta de Villeneuve.


Aparte, creo resulta lamentable que las deudas con el referente empiecen desde el mismo minuto uno. Unas deudas que se extenderán durante las más de dos horas y media de aburridísimo metraje. Qué decir si no del muy pedante sujeto al que da vida Jared Leto, que no pasa de ser un Tyrell de regional. Otra vez: si estamos ante una NUEVA producción, ¿por qué tiene que haber otro dios terrenal? Un personaje, para más inri, que remarca de forma patética su suprema condición al repetir constantemente la palabra ‘ángel’. Es como si los guionistas necesitaran subrayar lo que ya sabemos: que Roy Batty era un ángel caído, un rebelde que ascendía durante una impagable partida de ajedrez al cielo para enfrentarse a su creador. Ahora, ¿hay en este proyecto algo remotamente parecido tanto en estética como en ideas a aquello? ¿Actúa la mano derecha de Leto (esa mujer que parece la mala de Austin Powers) como la figura alada que no deja de ser mencionada? Mucho me temo que mejores ejemplos hemos visto en propuestas mucho menos pretenciosas.



Blade Runner: 2049 es como un niño pequeño al que se le da mal dibujar y mira lo que hace el compañero talentoso de al lado para copiar la base e inventar desde ahí. Sólo hay que echarle un ojo al personaje que interpreta como puede Ana de Armas, una chica virtual que se supone salida de los fascinantes neones del original. La idea es muy buena, pero la ejecución no: aquellas mujeres orientales que emitían sugestivos sonidos al paso de un vehículo volador han mutado en una hispana que suelta una manida y cursi cháchara a su novio (o lo que sea). Su historia de amor con Ryan Gosling no pasa de una telenovela de cuarta filtrada por una ciencia ficción de parvulario (Her, de Spike Jonze). Y sí, deja algún que otro instante tan sugerente como desperdiciado (los dos bajo la lluvia), aunque ninguno como esa escena de sexo a cuatro manos, paradigma de lo incómodo que Denis Villeneuve se siente con el material y las expectativas dadas.

Si vas a filmar sexo, fílmalo. ¡Qué película más pacata, por Dios! Uno no sabe si busca reflejar un mundo hipersexualizado o no, porque jamás va hasta el final. Ni siquiera las mejores ocurrencias, como la escena del burdel, aportan un peso específico al conjunto, pues no duran. No es de extrañar que el swing, la sensualidad y la sexualidad apunto de estallar de la relación Ford-Young haya dado paso a la ya tópica moñería intangible del siglo XXI. Imposible, pues, que el susodicho momento a cuatro manos, cortado por la imagen de una Ana de Armas gigante de neón, tenga la pegada deseada.

La sensación última es que este Blade Runner no trata en ningún instante de hacer cuentas con las emociones ni las imágenes del presente. Tampoco... SIGUE LEYENDO EN https://hombreblandengue.wordpress.com/2017/10/05/blade-runner-2049-elogio-del-miedo/
13 de diciembre de 2020
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacia el tercio de la película que nos ocupa, el humilde protagonista mantiene una discusión en el seno de una familia de clase alta sobre la naturaleza del poder. Para Martin Eden (Luca Marinelli), el poder es una estructura que nunca cambia, con independencia de la persona o la ideología que esté al frente. La conversación es sucedida por una hermosa escena a la salida de un cine que parece desafiar, a través de los gestos del chico y su novia, el discurso feminista actual, justo antes de verbalizar una crítica a cualquier tipo de creación que esquive hacer cuentas con la VERDAD.
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Porque, para el protagonista, el discurso oficial, ya sea capitalista o socialista, está alejado de las personas. Su amor, pues, no entiende de ideologías; sólo se debe a la VERDAD, a sus amigos, a Ruth (Jessica Cressy) y a una literatura donde hallará lo que su amada no puede ni siquiera intuir: una herramienta imprescindible para alcanzar la LIBERTAD.

Sí, Martin Eden es un hombre libre desde sus orígenes, tan significativamente humildes. Su corazón sencillo es, quizás, lo que enamora a una mujer atrapada en una jaula de oro. Pero ella tiene miedo al cambio y, asustada, conmina a su novio a aceptar el relato oficial tras comprobar la capacidad que un hombre libre tiene para desestabilizar todo su universo.

Esta fuerza subversiva prende de forma notable hacia la mitad del metraje, cuando el protagonista, empujado por un literato mayor, viejo, acaso cansado de las viejas promesas de izquierdas, opina en una reunión socialista sobre lo inútil que resulta tratar de cambiar un peón por otro dentro de una construcción de poder. El instante es crucial, pues coloca al personaje, por primera vez, en el foco de una sociedad que, más tarde, tratará de moldearlo.

Link a la crítica: https://hombreblandengue.wordpress.com/2020/12/13/dopo-la-rivoluzione/
17 de marzo de 2018
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La forma del agua triunfó en los Oscar. Ya lo había hecho en el Festival de Venecia al conquistar el León de Oro, lo que supuso la felicidad absoluta de los palmeritos del fantástico. Sin embargo, ¿hay en verdad algo que celebrar en un film tan obvio, vulgar y casposo? Está claro que para gustos los colores, pero, al que esto escribe, pocas películas le han aburrido e irritado más profundamente en los últimos años. Para explicar por qué, me basaré en tres de los argumentos más comunes que han esgrimido sus defensores: (1) Su sensación perenne de felicidad (2) Su supuesta condición de oda al amor (3) Su grandeza como cinta de género.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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1. Tras su paso por Venecia, comentaba una ínclita crítica de la Cadena Ser con júbilo que ‘había visto una película en la que una mujer madura vivía sola, se masturbaba por la mañana y era feliz’. Entendemos que la periodista se sintió realizada durante la proyección. Nada que objetar. De hecho, en esta página pueden leer hasta tres entradas de un bloque llamado El cine que te hace sentir bien. El problema existe cuando se privilegia la auto-realización personal a la categoría de una obra. Cuando se confunde el cine con la visita al psicólogo.

Sigue leyendo en: https://hombreblandengue.wordpress.com/2018/03/12/la-forma-de-la-puerilidad/
7 de septiembre de 2017
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La controvertida escena que sucede al arranque del último film de François Ozon explica en buena medida qué clase de director es el francés. En ella, un suave y elegante encadenado viene a relacionar la sexualidad más descarnada con la emoción más sincera. Una rima que, a grandes rasgos, nos pone sobre aviso de lo que vamos a ver. Mas hay que lamentar que no nos vaya a llevar mucho más allá de la enunciación preciosista.
La decepción no es, a estas alturas, una sorpresa. Ozon es un gran realizador, sí, pero dista de ser un gran creador. Su incapacidad para generar densidad ha sido camuflada muchas veces (demasiadas) por su estilo cristalino, tendente a darte simpleza en nombre de la sencillez. También por una combinación supuestamente loca (en verdad perfectamente cerebral) de géneros. La locura en su cine no es cierta. Y la mezcolanza no pasa, por lo general, del batiburrillo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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El amante doble no es una excepción a la regla. En esta ocasión el thriller erótico se da la mano con el fantástico, el terror y algún toque noir, pero cabe preguntarse a dónde acaba por dirigirse todo. La luz no aparece en ningún instante, por mucho que la realización sea primorosa, el rostro de una excelente Marine Vacth inolvidable y ciertos hallazgos visuales den prueba de la personalidad del autor.

Los ecos de De Palma y Cronenberg son más bien sombras alargadísimas cernidas sobre una producción que hace buena aquella frase que decía ‘Un mucho de ciencia acerca a Dios, un poco de ciencia te aleja de Él’. Aquí no hay conocimiento de causa, sino disparos hechos al aire. Los sueños, el psicoanálisis y la carne no acaban de estrechar vasos comunicantes en la narración. Ozon se conforma con juntar estos elementos en el guión, a sabiendas de su relación natural, para ilustrarlo a posteriori según lo dota de puntuales florituras visuales con la intención de hacer parecer joven y complejo a su viejo y, más bien, simple estilo.

Seguir leyendo en http://www.eldestiladorcultural.es/cine/critica/el-amante-doble-francois-ozon/
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