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6,6
31.096
9
28 de agosto de 2018
28 de agosto de 2018
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hereditary es una película de terror que consigue exprimir los recursos literarios de tal manera que logra infundir pánico en el espectador sin inundar la sala de vísceras o ensordecedores sustos y subidones tramposos de música.
La interpretación del reparto, en general, cumple con el cometido, pero es en la estética y atmósfera dónde la cinta carga tintas para acongojarnos prácticamente desde el principio.
Quizá le sobren quince o veinte minutos de metraje aunque tampoco molesta al visionado del conjunto.
La interpretación del reparto, en general, cumple con el cometido, pero es en la estética y atmósfera dónde la cinta carga tintas para acongojarnos prácticamente desde el principio.
Quizá le sobren quince o veinte minutos de metraje aunque tampoco molesta al visionado del conjunto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Según mi opinión: Una historia que ahonda en los temores más primarios de la psique, conecta con el espectador debido a los dramas familiares que se nos ofrecen y nos conecta con la familia. Hereditary trata sublimemente (según mi parecer) la distorsión mental de los enfermos psiquiátricos, de cómo se hereda de padres a hijos la patología e incluso creo que trata el asunto de la esquizofrenia que cataliza con el consumo del cannabis.
Desde el principio plantean la estructura de la película: la abuela, la matriarca de la familia, muere. Aquejada de una enfermedad mental aquella actuaba de forma despótica con su hija. Los descendientes de su hija y esta tienen visiones que se acrecentan de forma paulatina y que, con la salvaje muerte de la niña detonan en un estallido de paranoias y realidades inventadas, tratadas sublimemente para que el espectador tenga que pensar y decidir si lo que está viendo es la realidad objetiva o la subjetiva del enfermo.
Hacía tiempo que no veía algo tan bien planteado.
Desde el principio plantean la estructura de la película: la abuela, la matriarca de la familia, muere. Aquejada de una enfermedad mental aquella actuaba de forma despótica con su hija. Los descendientes de su hija y esta tienen visiones que se acrecentan de forma paulatina y que, con la salvaje muerte de la niña detonan en un estallido de paranoias y realidades inventadas, tratadas sublimemente para que el espectador tenga que pensar y decidir si lo que está viendo es la realidad objetiva o la subjetiva del enfermo.
Hacía tiempo que no veía algo tan bien planteado.
7
27 de agosto de 2018
27 de agosto de 2018
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una serie que se debe mirar a través del prisma fantástico, como el que ve una película de Súper Héroes, sin buscar alegatos científicos que justifiquen los poderes de los protagonistas.
Y es que en cierta manera es por ello una oportunidad perdida por un lado y por otro un maravilloso ejercicio de creación de un mundo imaginario, con sus propias historias y pasado.
Yo no sé qué es lo que ideó en su día el autor original de la novela, pero la serie patina estrepitosamente cuando interpreta desde la incoherencia y lo absurdo una victoria del Eje en 1945 y el total sometimiento de EEUU en 1947;
En definitiva, no esperéis buscar una serie coherente con la historia. No la encontraréis. En su lugar encontraréis una serie bien hilada con el argumento y el suspense que casa bien con el universo imaginario creado pero que poco o nada tiene que ver con hechos o personajes históricos.
Y es que en cierta manera es por ello una oportunidad perdida por un lado y por otro un maravilloso ejercicio de creación de un mundo imaginario, con sus propias historias y pasado.
Yo no sé qué es lo que ideó en su día el autor original de la novela, pero la serie patina estrepitosamente cuando interpreta desde la incoherencia y lo absurdo una victoria del Eje en 1945 y el total sometimiento de EEUU en 1947;
En definitiva, no esperéis buscar una serie coherente con la historia. No la encontraréis. En su lugar encontraréis una serie bien hilada con el argumento y el suspense que casa bien con el universo imaginario creado pero que poco o nada tiene que ver con hechos o personajes históricos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los defectos comienzan a aparecer en cuanto analizamos ciertos detalles como por ejemplo que en el territorio americano ocupado (conquistado) por el Reich Alemán sea la denominación oficial de “Territorio Nazi”. La acepción Nazi es una abreviatura dada despectivamente por los aliados al término nacionalsocialista y de ninguna manera podría tener cabida en el lenguaje oficial de la administración del victorioso Reich.
También rechina la ostentación de simbología y uniformes empleados por los villanos. El malo, John Smith, aparece en sus funciones diarias como funcionario malo malísimo de las SS (empuñando una pluma en su despacho) y como agente de este cuerpo (empuñando un arma en una redada) con el uniforme de gala negro de la Leibstandarte Adolf Hitler, con tantas condecoraciones colgadas que parece un árbol de navidad.
Como al parecer a los guionistas les interesa que desde el primer minuto sepamos que los malos son los nazis, los edificios nazis oficiales de la América ocupada son una mezcla de la arquitectura típica del Tercer Reich y estructuras de Calatrava, y las calles principales están adornadas de esvásticas mediante banderas y estandartes, cosa que en la vida real se empleaba para desfiles, conmemoraciones y mítines de masa.
Dicha ostentación de uniformes y opulencia estética no se ve, al menos con tanto ahínco, en el lado japonés, dónde los burócratas e investigadores no tienen problemas en vestir de traje, por mucho que se empeñen en colocar tatamis dentro de edificios burocráticos.
Esto me lleva a considerar como punto débil la excesiva caricaturización de los nazis.
El Estado nazi criminal eliminaba a lo que consideraba cargas para su esfuerzo de guerra, evidentemente. Entre otras medidas estuvo la del plan Aktion T4 (gaseamiento de disminuidos psíquicos e incineración) y la tristemente célebre Solución Final, no la de matar a tullidos por ser cargas para el esfuerzo de guerra. Se asume por los guionistas que estos eventos se continuarían sucediendo a pesar de haber ganado la guerra, a pesar del plan Madagascar.
EN cuanto a la música es impensable la difusión por radio de la música Jazz o de influencias afroamericanas. Las radios en cuanto tienen la oportunidad de sonar lo hacen a este ritmo. Y no sólo eso, para el nacionalsocialismo uno de los puntos más férreos y cuidados era evitar que sus ciudadanos pudieran escuchar música degenerada entre la que se incluía el swing, el jazz y en definitiva todo lo considerado pernicioso por ser música “de negros”.
Esto no puede ser sino una omisión deliberada, un error flagrante, ya que la serie demuestra conocer que la “cultura degenerada” está prohibida cuando a Frank Fritz se le niega cualquier posibilidad de promoción como artista plástico por este mismo motivo, intentando sin conseguirlo una aparente coherencia.
En el ámbito político no hay tanta inexactitud o por lo menos de forma aparente. Los historiadores han podido saber cómo eran los planes de conquista para los territorios ocupados (El Gobierno General en Polonia, la Francia de Vichy, la República Social Italiana). Si hay algo que objetar a lo visto en la serie es que no hay un Gobierno con un cierto grado de autonomía del Reich pero dependiente en última instancia de Berlín. Tampoco se deja ver mucho la estructura política más allá de que Hitler sigue vivo y sus colaboradores también.
No obstante, la situación se agrava cuando se desarrolla la idea de la Zona Neutral (franja divisoria entre el Reich y el Imperio Japonés). Al parecer la única organización política de esa zona que es una suerte de tierra de nadie viene controlada por un solo hombre: El Mariscal. Un sólo tipo con pintas de Walker Texas Ranger que controla un vasto territorio dónde van a parar los no blancos, antisociales y huidos en general. No hay credibilidad cuando en un territorio con un evidente vacío de poder hay horario laboral, ausencia de mercado negro y ninguna revuelta al más puro estilo Gheto de Varsovia.
También rechina la ostentación de simbología y uniformes empleados por los villanos. El malo, John Smith, aparece en sus funciones diarias como funcionario malo malísimo de las SS (empuñando una pluma en su despacho) y como agente de este cuerpo (empuñando un arma en una redada) con el uniforme de gala negro de la Leibstandarte Adolf Hitler, con tantas condecoraciones colgadas que parece un árbol de navidad.
Como al parecer a los guionistas les interesa que desde el primer minuto sepamos que los malos son los nazis, los edificios nazis oficiales de la América ocupada son una mezcla de la arquitectura típica del Tercer Reich y estructuras de Calatrava, y las calles principales están adornadas de esvásticas mediante banderas y estandartes, cosa que en la vida real se empleaba para desfiles, conmemoraciones y mítines de masa.
Dicha ostentación de uniformes y opulencia estética no se ve, al menos con tanto ahínco, en el lado japonés, dónde los burócratas e investigadores no tienen problemas en vestir de traje, por mucho que se empeñen en colocar tatamis dentro de edificios burocráticos.
Esto me lleva a considerar como punto débil la excesiva caricaturización de los nazis.
El Estado nazi criminal eliminaba a lo que consideraba cargas para su esfuerzo de guerra, evidentemente. Entre otras medidas estuvo la del plan Aktion T4 (gaseamiento de disminuidos psíquicos e incineración) y la tristemente célebre Solución Final, no la de matar a tullidos por ser cargas para el esfuerzo de guerra. Se asume por los guionistas que estos eventos se continuarían sucediendo a pesar de haber ganado la guerra, a pesar del plan Madagascar.
EN cuanto a la música es impensable la difusión por radio de la música Jazz o de influencias afroamericanas. Las radios en cuanto tienen la oportunidad de sonar lo hacen a este ritmo. Y no sólo eso, para el nacionalsocialismo uno de los puntos más férreos y cuidados era evitar que sus ciudadanos pudieran escuchar música degenerada entre la que se incluía el swing, el jazz y en definitiva todo lo considerado pernicioso por ser música “de negros”.
Esto no puede ser sino una omisión deliberada, un error flagrante, ya que la serie demuestra conocer que la “cultura degenerada” está prohibida cuando a Frank Fritz se le niega cualquier posibilidad de promoción como artista plástico por este mismo motivo, intentando sin conseguirlo una aparente coherencia.
En el ámbito político no hay tanta inexactitud o por lo menos de forma aparente. Los historiadores han podido saber cómo eran los planes de conquista para los territorios ocupados (El Gobierno General en Polonia, la Francia de Vichy, la República Social Italiana). Si hay algo que objetar a lo visto en la serie es que no hay un Gobierno con un cierto grado de autonomía del Reich pero dependiente en última instancia de Berlín. Tampoco se deja ver mucho la estructura política más allá de que Hitler sigue vivo y sus colaboradores también.
No obstante, la situación se agrava cuando se desarrolla la idea de la Zona Neutral (franja divisoria entre el Reich y el Imperio Japonés). Al parecer la única organización política de esa zona que es una suerte de tierra de nadie viene controlada por un solo hombre: El Mariscal. Un sólo tipo con pintas de Walker Texas Ranger que controla un vasto territorio dónde van a parar los no blancos, antisociales y huidos en general. No hay credibilidad cuando en un territorio con un evidente vacío de poder hay horario laboral, ausencia de mercado negro y ninguna revuelta al más puro estilo Gheto de Varsovia.
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