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Críticas ordenadas por utilidad
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8
4 de septiembre de 2017
4 de septiembre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda de que Japón es un territorio rico y poco explorado para el mundo occidental, tanto es así que desde nuestra ignorancia, a veces, lo tachamos de realizar un cine muy poco cosmopolita y demasiado apegado a su particular idiosincrasia. Uno halla el error cuando se dispone a ver, por ejemplo, la antibelicista “Nobi (Fuego en la llanura)” de Kon Ichikawa. Este director no tiene un gran nombre ya que sólo se suele destacar de él “El arpa birmana” y “Nobi”. Curiosamente las dos (tres, si se cuenta el remake de la primera) tienen un marcado estilo antibelicista. Así pues, este director nipón da lo mejor de sí en este género encuadrado en la II GM, destacando una compleja y enorme ambientación.
“Nobi” ahonda en el más allá de la condición humana, consigue retratar con eficacia el miserable mundo que provoca el conflicto bélico –frente filipino en la Segunda Guerra Mundial- gracias al viaje iniciático que debe padecer nuestro enfermo protagonista. Eiji Funakoshi da vida a un soldado que deambula entre un itinerante hospital y su cuartel general, lo interesante de la trama es que en ningún lugar lo quieren -dado que no está lo suficientemente enfermo para ingresar en el hospital ni tampoco está lo suficientemente sano para ir al frente-. En esta guerra el protagonista no es más que un desecho humano al que conminan a hacerse el harakiri. La clave del filme reside en la interpretación de Eiji Funakoshi, sin la cuál no podríamos creernos las decisiones que toma, el soldado padece tuberculosis –hasta tal punto que dudo si en realidad padecía alguna enfermedad-. Es muy difícil encontrar el teórico equilibrio entre parecer enfermo y no sobreactuar en demasía -Will Smith en “Siete Almas” sí me parece sobreactuado en su tristeza-. Funakoshi lo borda.
Ichiwaka nos relata el padecimiento de los últimos soldados japoneses con vida en las postrimerías del frente filipino en el 1945 de la II GM, vemos con claridad que nos encontramos con un final ya escrito, porque no hay posibilidad de ganar la guerra ni de sobrevivir a las bombas y ametralladoras norteamericanas. El film siempre nos muestra la trama desde un punto de vista pesimista, el más pesimista de todos. A diferencia de “La condición humana” de Masaki Kobayashi u otras antibelicistas japonesas, aquí no nos encontramos con discursos profundos sobre el sinsentido de la guerra, sí nos encontramos con una historia sobre supervivencia extrema dónde el protagonista está completamente desahuciado y a merced de los enemigos (también de sus compañeros). Esto es, quizás, lo más llamativo e inhumano de la historia, asistimos a la “supervivencia del más apto”, como dijo Darwin, y dónde se coopera con el compañero hasta que éste deja de ser útil y, entonces, deshacerce de él.
Todo esto no tendría sentido si los efectos especiales o el montaje no tuvieran un gran nivel. Ichikawa demuestra que se pudo hacer un muy buen cine bélico sin gran presupuesto en los albores de los años 50. Porque aquí (casi) todas las explosiones parecen reales, también los disparos y metralla, bien es cierto que eso no se consigue siempre. Ichikawa acentúa los momentos más dramáticos gracias al uso puntual de la música; sus planos contrapicados, picados y primerísimos planos contribuyen también a creértelo todo. Aunque en general Ichikawa realiza una dirección sobria y sin efectismos, centrándose en las penosas condiciones de los soldados.
“Nobi” es una experiencia traumática que se focaliza en ese ambiente malsano y crudo -la acción y el discurso antibelicista siempre se muestran secundarios-, así pues no esperemos grandes escenas de acción o efectos especiales. La grandeza se halla en la capacidad del director para mostrarnos sin censura todo ese dolor del que nos hace copartícipes. La escena siempre conlleva sudor, sangre, caras desencajadas, harapos, enfermedades, charcos, lluvia, viento y demás elementos; es sin duda la puesta en escena el eje sobre el que circunda la película. Es recomendable verla en alta definición y así poder disfrutar de la fotografía, y, si se puede, verla también en pantalla grande. El disfrute será mayor así como el poso que deja esta historia tan miserable.
http://www.criticasen8mm.com/2017/09/nobi-fires-on-plain-fuego-llanura.html#more
“Nobi” ahonda en el más allá de la condición humana, consigue retratar con eficacia el miserable mundo que provoca el conflicto bélico –frente filipino en la Segunda Guerra Mundial- gracias al viaje iniciático que debe padecer nuestro enfermo protagonista. Eiji Funakoshi da vida a un soldado que deambula entre un itinerante hospital y su cuartel general, lo interesante de la trama es que en ningún lugar lo quieren -dado que no está lo suficientemente enfermo para ingresar en el hospital ni tampoco está lo suficientemente sano para ir al frente-. En esta guerra el protagonista no es más que un desecho humano al que conminan a hacerse el harakiri. La clave del filme reside en la interpretación de Eiji Funakoshi, sin la cuál no podríamos creernos las decisiones que toma, el soldado padece tuberculosis –hasta tal punto que dudo si en realidad padecía alguna enfermedad-. Es muy difícil encontrar el teórico equilibrio entre parecer enfermo y no sobreactuar en demasía -Will Smith en “Siete Almas” sí me parece sobreactuado en su tristeza-. Funakoshi lo borda.
Ichiwaka nos relata el padecimiento de los últimos soldados japoneses con vida en las postrimerías del frente filipino en el 1945 de la II GM, vemos con claridad que nos encontramos con un final ya escrito, porque no hay posibilidad de ganar la guerra ni de sobrevivir a las bombas y ametralladoras norteamericanas. El film siempre nos muestra la trama desde un punto de vista pesimista, el más pesimista de todos. A diferencia de “La condición humana” de Masaki Kobayashi u otras antibelicistas japonesas, aquí no nos encontramos con discursos profundos sobre el sinsentido de la guerra, sí nos encontramos con una historia sobre supervivencia extrema dónde el protagonista está completamente desahuciado y a merced de los enemigos (también de sus compañeros). Esto es, quizás, lo más llamativo e inhumano de la historia, asistimos a la “supervivencia del más apto”, como dijo Darwin, y dónde se coopera con el compañero hasta que éste deja de ser útil y, entonces, deshacerce de él.
Todo esto no tendría sentido si los efectos especiales o el montaje no tuvieran un gran nivel. Ichikawa demuestra que se pudo hacer un muy buen cine bélico sin gran presupuesto en los albores de los años 50. Porque aquí (casi) todas las explosiones parecen reales, también los disparos y metralla, bien es cierto que eso no se consigue siempre. Ichikawa acentúa los momentos más dramáticos gracias al uso puntual de la música; sus planos contrapicados, picados y primerísimos planos contribuyen también a creértelo todo. Aunque en general Ichikawa realiza una dirección sobria y sin efectismos, centrándose en las penosas condiciones de los soldados.
“Nobi” es una experiencia traumática que se focaliza en ese ambiente malsano y crudo -la acción y el discurso antibelicista siempre se muestran secundarios-, así pues no esperemos grandes escenas de acción o efectos especiales. La grandeza se halla en la capacidad del director para mostrarnos sin censura todo ese dolor del que nos hace copartícipes. La escena siempre conlleva sudor, sangre, caras desencajadas, harapos, enfermedades, charcos, lluvia, viento y demás elementos; es sin duda la puesta en escena el eje sobre el que circunda la película. Es recomendable verla en alta definición y así poder disfrutar de la fotografía, y, si se puede, verla también en pantalla grande. El disfrute será mayor así como el poso que deja esta historia tan miserable.
http://www.criticasen8mm.com/2017/09/nobi-fires-on-plain-fuego-llanura.html#more

7,2
475
6
12 de agosto de 2017
12 de agosto de 2017
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vista mi segunda película de Jia Zhang Ké, "Platform", y termino con una sensación agridulce ya que sin duda asistimos a una descripción muy exacta de la China ochentera en esa transición al capitalismo (aunque comunista en lo político), y se trata de una autobiografía muy sincera (al menos eso parece); el problema viene cuando el director no es capaz de ofrecer nada más que eso, así que el único (y grave) problema que veo es la limitación tanto en el guion como en la dirección, a Jia Zhan no le interesa el suspense ni el drama, ni siquiera retratar los personajes, y es por eso que todo me resulta tan previsible que no consigue sacar de mi casi ninguna emoción ni aprendizaje.
Es obvio que el montaje está muy calculado porque está lleno de largos planos estáticos que nos producen alejamiento tanto de la trama como de la empatía de cada personaje, además refleja muy de esa forma ese ociosidad. Porque en esta china la juventud no sabe lo que es luchar por el pan de cada día y ni siquiera sabe lo que significó años atrás esa mal llamada Revolución Cultural (extrapolable al significado de cómo los chinos entendían al comunismo). Algunos travellings acompañan estos largos planos cuando la acción tiene algo de movimiento (aunque es una acción un tanto aleatoria). Esta juventud es la misma que se retrata en "Placeres Desconocidos", y quizás por ello me sorprendió menos "Platform" (aunque bien es cierto que ésta es anterior).
Sin intriga ni suspense ni drama, Jia se centra en el amor, que a la postre es el tema central de la película. El problema viene cuando esta temática no logra ser demasiado profunda, a veces no logramos entender (ya digo que lo de empatizar ni se pretender) el por qué se hace lo que se hace, o quizás es que la banalidad de los personajes es tan amplia que no hay dónde rascar. Aún así este tipo de relaciones están mejor reflejadas en Zhang Yimou o Wong Kar Wai, incluso la temática feminista y materna tampoco se queda en la superficie. Por lo que al final me queda un regusto de ejercicio muy depurado pero con demasiada poca pretensión, no sólo en lo que rodea a la temática central (aunque aquí está justificada) sino en el enfoque o el fin de la propia película.
Por eso cuando nos habla de la "privatización" o el "hijo único" tengo la sensación de que pasa de puntillas porque no quiere entrar. Aunque en lo que se refiere a los avances modernos de la nueva situación económica están muy bien reflejados, así como todo ese sonido atmosférico que nos deja perfectamente claro que estamos en la China de los 80´s. Toda la recreación de esta China me parece perfecta, me recuerda mucho a la película "Amarcord" de Fellini, y además es también algo autobiográfica.
Es obvio que el montaje está muy calculado porque está lleno de largos planos estáticos que nos producen alejamiento tanto de la trama como de la empatía de cada personaje, además refleja muy de esa forma ese ociosidad. Porque en esta china la juventud no sabe lo que es luchar por el pan de cada día y ni siquiera sabe lo que significó años atrás esa mal llamada Revolución Cultural (extrapolable al significado de cómo los chinos entendían al comunismo). Algunos travellings acompañan estos largos planos cuando la acción tiene algo de movimiento (aunque es una acción un tanto aleatoria). Esta juventud es la misma que se retrata en "Placeres Desconocidos", y quizás por ello me sorprendió menos "Platform" (aunque bien es cierto que ésta es anterior).
Sin intriga ni suspense ni drama, Jia se centra en el amor, que a la postre es el tema central de la película. El problema viene cuando esta temática no logra ser demasiado profunda, a veces no logramos entender (ya digo que lo de empatizar ni se pretender) el por qué se hace lo que se hace, o quizás es que la banalidad de los personajes es tan amplia que no hay dónde rascar. Aún así este tipo de relaciones están mejor reflejadas en Zhang Yimou o Wong Kar Wai, incluso la temática feminista y materna tampoco se queda en la superficie. Por lo que al final me queda un regusto de ejercicio muy depurado pero con demasiada poca pretensión, no sólo en lo que rodea a la temática central (aunque aquí está justificada) sino en el enfoque o el fin de la propia película.
Por eso cuando nos habla de la "privatización" o el "hijo único" tengo la sensación de que pasa de puntillas porque no quiere entrar. Aunque en lo que se refiere a los avances modernos de la nueva situación económica están muy bien reflejados, así como todo ese sonido atmosférico que nos deja perfectamente claro que estamos en la China de los 80´s. Toda la recreación de esta China me parece perfecta, me recuerda mucho a la película "Amarcord" de Fellini, y además es también algo autobiográfica.

6,4
1.981
8
29 de septiembre de 2017
29 de septiembre de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras dos años vagando por el desierto por fin se estrena en España la última obra de Tobias Lindholm, "A war (una guerra)". Esperada no sólo por su belicosa trama sino también por sus nominaciones a los "Oscars" y "Premios del cine Europeo". Con esta obra, su director parece asentarse en el circuito europeo a la vez que encuentra complicado estrenar en las salas de cine más comerciales. Es triste que una cinta tan honesta e interesante no encuentre su sitio entre tanto blockbuster o comedieta de usar y tirar.
Porque "Krigen" nos muestra la difícil realidad de un jefe de escuadrón en la Guerra de Afganistán, la encrucijada la completan tres patas: por una parte desea volver con su familia a Dinamarca, por otra tiene el deber de poner a salvo a todo su escuadrón, y por último debe proteger a los civiles afganos de los terribles talibanes. La trama nos muestra cómo Pedersen intenta —sin éxito— hallar el equilibrio entre estos tres elementos, centrando sus esfuerzos en meternos de lleno en esa hazaña de supervivencia, y, gracias a una dirección de planos tipo documental, lograr que percibamos las dudas existenciales de este. La puesta en escena recrea una veraz y angustiante atmósfera; porque a Tobias Lindholm no le interesa aleccionar ni instruir idea alguna, sus pretenciones no van más allá de mostrarnos la dudas que tiene un ser humano en un contexto amoral e inestable.
En la guerra de Afganistán los valores morales son distintos a los de una sociedad en paz, siendo incluso antagónicos a esta. Allí un soldado y sus respectivas armas representan la paz y el desarrollo en una sociedad que está continuamente amenazada por los talibanes. Allí lo democrático es, paradójicamente, la jerarquía militar, ellos son los que construyen escuelas e infraestructuras sociales para los más débiles, ellos son los defensores de los derechos civiles y humanos. Allí más ejército significa más esperanza para los malogrados afganos, y menos ejército significa morir a manos de los talibanes. En un mundo sin esperanza el único camino es la huida.
Más en http://www.criticasen8mm.com/2017/09/a-war-una-guerra-Krigen-pelicula.html#more
Porque "Krigen" nos muestra la difícil realidad de un jefe de escuadrón en la Guerra de Afganistán, la encrucijada la completan tres patas: por una parte desea volver con su familia a Dinamarca, por otra tiene el deber de poner a salvo a todo su escuadrón, y por último debe proteger a los civiles afganos de los terribles talibanes. La trama nos muestra cómo Pedersen intenta —sin éxito— hallar el equilibrio entre estos tres elementos, centrando sus esfuerzos en meternos de lleno en esa hazaña de supervivencia, y, gracias a una dirección de planos tipo documental, lograr que percibamos las dudas existenciales de este. La puesta en escena recrea una veraz y angustiante atmósfera; porque a Tobias Lindholm no le interesa aleccionar ni instruir idea alguna, sus pretenciones no van más allá de mostrarnos la dudas que tiene un ser humano en un contexto amoral e inestable.
En la guerra de Afganistán los valores morales son distintos a los de una sociedad en paz, siendo incluso antagónicos a esta. Allí un soldado y sus respectivas armas representan la paz y el desarrollo en una sociedad que está continuamente amenazada por los talibanes. Allí lo democrático es, paradójicamente, la jerarquía militar, ellos son los que construyen escuelas e infraestructuras sociales para los más débiles, ellos son los defensores de los derechos civiles y humanos. Allí más ejército significa más esperanza para los malogrados afganos, y menos ejército significa morir a manos de los talibanes. En un mundo sin esperanza el único camino es la huida.
Más en http://www.criticasen8mm.com/2017/09/a-war-una-guerra-Krigen-pelicula.html#more
10
28 de agosto de 2017
28 de agosto de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de la magnífica y vanguardista “Eros Plus Massacre” es uno de los máximos exponentes de la llamada “Nuberu Bagu”, la cuál fue una reacción a la “Nouvelle Vague” francesa. Algunos directores japoneses noveles querían hacer algo distinto al cine más convencional de los Mizoguchi, Kurosawa, Naruse o Yasujiro Ozu; es por eso que Francia y su nueva ola fue su principal referencia, para 1969 la nueva ola japonesa estaba más que consolidada y Yoshishige Yoshida se consagró definitivamente con esta genial y personalísima obra.
La obra más reconocida de toda la filmografía del director es, sin lugar a dudas, una de las cintas más estilizadas de siempre, pero también una de las más difíciles de apreciar. Porque en “Eros Plus Massacre” casi nada es convencional, Yoshida está en constante intento por trascender, lo fantástico es que lo consigue. Eso sí, muchos cinéfilos la tacharán de excesiva pretenciosidad cuando no de megalomanía. El caso es que “Eros Plus Massacre” consigue todo lo que se propone, por esta razón es una de las obras más icónicas de la nueva ola.
Yoshida nos muestra un mundo post-apocalíptico gracias a esa original luminosidad que inunda cada plano, el brillo satura y difumina las formas poligonales. El sol parece cegarnos en cada momento, aunque las sombras luchan para ocultarlo, también existe la luna. Esta fotografía tan estilizada adquiere un mayor significado cuando se nos cuenta la vida política y amorosa del anarquista Sakae Osugi, es aquí cuando el film alcanza su grandeza. Yoshida nos habla principalmente de feminismo, amor y libertad; y lo hace en boca de cada personaje, cada uno da su propio punto de vista sobre estos temas dando como resultado una obra compleja y alejada de cualquier atisbo maniqueo. Sí que existe una búsqueda durante todo el metraje, o más bien, un objetivo: el cómo conjugar en coherencia y sinergia la búsqueda de la igualdad de género, la libertad (entendida desde el punto de vista anarquista) y el amor. Ninguno de los personajes parece darnos la solución y, por consiguiente, Yoshida logra mostrarnos las incongruencias de cada personaje, humanizándolo más si cabe, pero también enseñándonos su lado oculto de la luna.
La obra más reconocida de toda la filmografía del director es, sin lugar a dudas, una de las cintas más estilizadas de siempre, pero también una de las más difíciles de apreciar. Porque en “Eros Plus Massacre” casi nada es convencional, Yoshida está en constante intento por trascender, lo fantástico es que lo consigue. Eso sí, muchos cinéfilos la tacharán de excesiva pretenciosidad cuando no de megalomanía. El caso es que “Eros Plus Massacre” consigue todo lo que se propone, por esta razón es una de las obras más icónicas de la nueva ola.
Yoshida nos muestra un mundo post-apocalíptico gracias a esa original luminosidad que inunda cada plano, el brillo satura y difumina las formas poligonales. El sol parece cegarnos en cada momento, aunque las sombras luchan para ocultarlo, también existe la luna. Esta fotografía tan estilizada adquiere un mayor significado cuando se nos cuenta la vida política y amorosa del anarquista Sakae Osugi, es aquí cuando el film alcanza su grandeza. Yoshida nos habla principalmente de feminismo, amor y libertad; y lo hace en boca de cada personaje, cada uno da su propio punto de vista sobre estos temas dando como resultado una obra compleja y alejada de cualquier atisbo maniqueo. Sí que existe una búsqueda durante todo el metraje, o más bien, un objetivo: el cómo conjugar en coherencia y sinergia la búsqueda de la igualdad de género, la libertad (entendida desde el punto de vista anarquista) y el amor. Ninguno de los personajes parece darnos la solución y, por consiguiente, Yoshida logra mostrarnos las incongruencias de cada personaje, humanizándolo más si cabe, pero también enseñándonos su lado oculto de la luna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo anterior se complementa eficazmente con la historia del presente, contándonos cómo reflexionan unos jóvenes del Japón actual (en esos momentos 1970) sobre la vida del anarquista Sakae Osugi, reinterpretándolo. Es eficaz porque esta historia nada se parece a la anterior, ni desde el punto de visto formal (ya no hay luminosidad) ni tampoco desde el punto de vista del contenido. Aquí la vida se nos muestra banal, carente de idealismo, no hay ningún tipo de búsqueda porque el progreso ya llegó, está todo conseguido. Los personajes reflexionan sobre los mismo temas, sí, pero desde un punto de vista desesperanzado y aburguesado. Eiko y Wada vagan por la vida sin afrontar sus problemas, olvidando el pasado -ya que como dice Wada, “no le interesa”-, en su ignorancia sólo pretende incendiar cualquier atisbo de memoria.
Para finalizar hay que decir que la obra no pretende gustar a casi nadie, y por eso se muestra casi inaccesible para la gran mayoría, hermética en algunos tramos. No hay casi ningún tipo de convención a la que aferrarse por parte del espectador. Eso sí, la obra, aunque muy reflexiva e intelectual, se puede disfrutar en sus elementos más sensoriales. La paciencia te llevará hacia un disfrute muy especial, porque al fin y al cabo, es todo un truco (como dice Jep Gambardella en “La gran belleza”). Pero, sobre todo, el más personal y genial de los trucos.
http://www.criticasen8mm.com/
Para finalizar hay que decir que la obra no pretende gustar a casi nadie, y por eso se muestra casi inaccesible para la gran mayoría, hermética en algunos tramos. No hay casi ningún tipo de convención a la que aferrarse por parte del espectador. Eso sí, la obra, aunque muy reflexiva e intelectual, se puede disfrutar en sus elementos más sensoriales. La paciencia te llevará hacia un disfrute muy especial, porque al fin y al cabo, es todo un truco (como dice Jep Gambardella en “La gran belleza”). Pero, sobre todo, el más personal y genial de los trucos.
http://www.criticasen8mm.com/

6,4
19.235
7
28 de agosto de 2017
28 de agosto de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de la provocadora “Elle”, Paul Verhoeven, aparece en el panorama cinéfilo después de 10 años alejado, cuando realizó el thriller “El libro negro”. En los 90 deslumbró a casi todos con sus espléndidas “Desafío total”, “Instinto básico” y “Show girls”, y desde entonces deambula sin éxito alguno. Las diferencias entre esta última y las americanas no son tan claras, hay importantes nexos temáticos, incluso en sus formas. Con la multipremiada “Elle” parece haber encauzado su carrera hacia un cine más personal y europeo. Verhoeven pasa de un cine más convencional y amable a otro más incómodo y provocador.
Porque el irreverente cine de Paul Verhoeven se aleja en demasía del cine más conservador de Hollywood, no es casual que sea Francia el país que produce “Elle”, le vetaron allí. Para más inri, prácticamente ninguna actriz aceptó el papel de Isabelle Huppert, a aquellas les pareció demasiado provocador e inmoral. Y es que “Elle” es ella, nadie en el mundo puede interpretar de forma tan magistral a una mujer que normalice e interiorice la violencia que emana de la sociedad, pero a la vez conseguir una interpretación coherente con respecto al tono del film. Aunque bien es cierto que ese mismo tipo de rol ya lo hizo antes en “La pianista” de Michael Haneke, de hecho Verhoeven preguntó a aquél si Isabelle sería capaz de clavar ese personaje. Las similitudes de “La pianista” y “Elle” son claras, sobre todo a la hora tratar la perversión y provocación sexual.
“Elle” comienza con una escena muy evocadora, una violación, a partir de aquí construye un discurso muy completo sobre la deshumanización en términos de perversión sexual, dónde el intercambio mercantil es la clave -detrás del amor/sexo siempre está el dinero. En “Elle”, se ha normalizado tanto la violencia que ningún personaje parece responder en contra de ella, se percibe como parte del costumbrismo de la sociedad; o más bien, forma parte del subconsciente de cada uno, por lo que no se analiza ni se racionaliza. El problema de Verhoeven es que nunca consigue trascender en sus formas, nunca consigue provocar -al menos como lo hace David Lynch, Michael Haneke o Gaspar Noe.
Poco a poco se vislumbra el origen de esa reacción tan poco natural frente a la violencia más visceral, nos muestran qué le ocurrió años atrás al personaje de la espléndida Isabelle Huppert, y quizás es aquí dónde podemos entender (aunque nunca empatizar) por qué tiene ese comportamiento. Para Paul Verhoeven hay una responsabilidad compartida entre la protagonista y el resto de la sociedad, se retroalimentan. Ambos disfrutan y calman sus más perversos instintos: es demoledor y clarificador el éxito comercial de la empresa de videojuegos que dirige la protagonista, porque en “Elle” una cosa es el éxito (que se traduce en riqueza económica) y otra cosa es la atroz ambigüedad moral que hay detrás de ese éxito.
Porque el irreverente cine de Paul Verhoeven se aleja en demasía del cine más conservador de Hollywood, no es casual que sea Francia el país que produce “Elle”, le vetaron allí. Para más inri, prácticamente ninguna actriz aceptó el papel de Isabelle Huppert, a aquellas les pareció demasiado provocador e inmoral. Y es que “Elle” es ella, nadie en el mundo puede interpretar de forma tan magistral a una mujer que normalice e interiorice la violencia que emana de la sociedad, pero a la vez conseguir una interpretación coherente con respecto al tono del film. Aunque bien es cierto que ese mismo tipo de rol ya lo hizo antes en “La pianista” de Michael Haneke, de hecho Verhoeven preguntó a aquél si Isabelle sería capaz de clavar ese personaje. Las similitudes de “La pianista” y “Elle” son claras, sobre todo a la hora tratar la perversión y provocación sexual.
“Elle” comienza con una escena muy evocadora, una violación, a partir de aquí construye un discurso muy completo sobre la deshumanización en términos de perversión sexual, dónde el intercambio mercantil es la clave -detrás del amor/sexo siempre está el dinero. En “Elle”, se ha normalizado tanto la violencia que ningún personaje parece responder en contra de ella, se percibe como parte del costumbrismo de la sociedad; o más bien, forma parte del subconsciente de cada uno, por lo que no se analiza ni se racionaliza. El problema de Verhoeven es que nunca consigue trascender en sus formas, nunca consigue provocar -al menos como lo hace David Lynch, Michael Haneke o Gaspar Noe.
Poco a poco se vislumbra el origen de esa reacción tan poco natural frente a la violencia más visceral, nos muestran qué le ocurrió años atrás al personaje de la espléndida Isabelle Huppert, y quizás es aquí dónde podemos entender (aunque nunca empatizar) por qué tiene ese comportamiento. Para Paul Verhoeven hay una responsabilidad compartida entre la protagonista y el resto de la sociedad, se retroalimentan. Ambos disfrutan y calman sus más perversos instintos: es demoledor y clarificador el éxito comercial de la empresa de videojuegos que dirige la protagonista, porque en “Elle” una cosa es el éxito (que se traduce en riqueza económica) y otra cosa es la atroz ambigüedad moral que hay detrás de ese éxito.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No hay que olvidarse de la tercera pata de este discurso tan provocador, no es otro que la educación, parece decirnos que la perversión sexual es sólo el síntoma del problema, la educación que reciben los hijos es el verdadero foco de atención. Es lo mismo que dicen Stanley Kubrick y Michael Haneke: la violencia y el odio engendran más violencia y odio. Eso es precisamente lo que perciben los niños en “Elle”. La protagonista tiene un pasado que la moldea y define, siendo tan decisiva la educación recibida por parte del entorno familiar como también la del resto de la sociedad. Nuestra protagonista recibió odio y es eso mismo lo que enseña a su familia. Todo este tema sobre la educación se refleja mejor en “Cría cuervos” de Carlos Saura.
Creo que “Elle” es sin duda una obra destacable, sobre todo por la provocadora y rica temática, no así su estilo (no consigue alejarse demasiado de las formas más propias del telefilme). Eso sí, es genuinamente punzante y corrosiva para con el espectador, no es fácil asimilar una violencia explícita e implícita tan redundante. Pero si se consigue asimilar, se disfrutará mucho. Si no es así, podríamos parecernos al gato de “Elle”, y permanecer impasibles ante tanta violencia. Yo espero que eso no ocurra, porque Isabelle Huppert consigue una de las mejores interpretaciones que he visto nunca, merece ser disfrutada, al igual que todo el entorno de su personaje.
http://www.criticasen8mm.com
Creo que “Elle” es sin duda una obra destacable, sobre todo por la provocadora y rica temática, no así su estilo (no consigue alejarse demasiado de las formas más propias del telefilme). Eso sí, es genuinamente punzante y corrosiva para con el espectador, no es fácil asimilar una violencia explícita e implícita tan redundante. Pero si se consigue asimilar, se disfrutará mucho. Si no es así, podríamos parecernos al gato de “Elle”, y permanecer impasibles ante tanta violencia. Yo espero que eso no ocurra, porque Isabelle Huppert consigue una de las mejores interpretaciones que he visto nunca, merece ser disfrutada, al igual que todo el entorno de su personaje.
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