PELÍCULA DE CULTO (SIC!!!) DE 3 HORAS DE DURACIÓN INSOPORTABLES, que solo pude ver salteándola, pero sin perderme gran cosa porque siempre ocurre lo mismo: la rutinaria vida (o muerte en vida) de un ama de casa viuda que realiza rutinariamente sus quehaceres, atiende a su hijo adolescente y tiene una “changa” de prostituta en su casa. Sólo el final cambia el rumbo de esta rutina. La historia podría ser interesante, pero el pretencioso formato y el abuso de la duración, se transforman en una falta de respeto al público "no culto".

Thriller donde una asesino serial es buscado por el FBI. El oficial a cargo incorpora al equipo una mujer policía con poca experiencia pero inteligente y que comparte rasgos psicológicos con el asesino. Si bien la idea puede ser interesante, aunque no original, el desarrollo es muy poco creíble. Hay además una cuota de oportunismo político con los críticos del sistema de consumo capitalista actual, que aparece en pequeñas frases y observaciones de los personajes, pero que son superficiales y solo útiles para justificar el odio del asesino. Rescato la actuación de la actriz protagonista.

Una vez más estoy gratamente sorprendida por el cine uruguayo que sabe presentar temas simples de la vida cotidiana y visibilizar su trascendencia.
En este caso se trata de una familia común y corriente y, sin embargo, llena de peculiaridades, que la directora supo mostrar a través de las virtudes, defectos y manías de cada integrante. Pero además supo sintetizar cómo el amor generado en la infancia, fruto de la convivencia familiar, no se puede soslayar a pesar de las enormes diferencias que con los años se van desarrollando en toda familia. Esa mirada hace que esta película sencilla y sin pretensiones me haya resultado conmovedora.

MARIABIB

Una divertida película donde el espíritu de la picaresca española del siglo XVI se conjuga a la perfección con la gracia de la comedia italiana y de los comediantes italianos. Un Monicelli con todas las luces de su inteligencia, ironía y sarcasmo, que ambientó las dos obras literarias (El Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache) como una hermosa pintura costumbrista del renacimiento. Y un fondo musical acorde al ritmo danzarín de las historias que se van enlazando.

Una cálida película de homenaje al fin de un camino juntos; una bella letanía que cierra el duelo por el fin de una etapa que ya no volverá; una tierna ceremonia de entierro de un futuro que no fue. ¿Quién, en su adolescencia no tuvo una amorosa amistad con la que se compartía el alma y el corazón? (Lilian). Esta obra es una conmovedora evocación de los sentimientos que despierta ese final, esa separación. Y con cuánta sutileza se dan los indicios de los dos diferentes caminos que cada uno tiene ante sí: el joven que va a ser padre y trata de conservar sus valores espirituales en medio de la vorágine ciudadana (no hay certezas de que lo logre), y el otro que no acepta resignar su libertad a los condicionamientos de la urbe que lo traga. Tal vez el único reproche es la excesiva morosidad de las escenas, que por momentos hacen difícil mantener la atención durante tantos espacios casi vacíos.