Si la cinematografía tiene leyendas que han superado la barrera del tiempo, éste es un claro ejemplo. Si bien en lo personal, desconfío de las adaptaciones de libros a la pantalla grande, en esta ocasión la obra de Mario Puzo no queda desfavorecida, tanto, que en su afán de perfección, Francis Ford Coppola necesitó filmar una segunda parte tan buena como la primera que también arrasó con cuanto premio había para que la referida adaptación fuese impecable y encima agregarle más condimento. Notable.

Fotográficamente impecable, un guión fallido, un hecho histórico desaprovechado. Querer imitar a James Cameron contando una historia real apoyada en un romance de turno solo fue efectivo en Titanic. En esta ocasión nos encontramos frente a uno de los pintorescos fiascos cinematográficos de la primera década del siglo XXI. Mucho caldo y poco arroz, una historia de amor trillada hasta el hartazgo, empalagosa y obvia, enmarcando un acontecimiento (hay que decirlo: impecablemente recreado) que fue un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial. 180 minutos de tedio. Pasable.

Una de las tantas películas que no soportan el paso del tiempo, he aquí uno de los claros ejemplos. Superflua, con una Demi Moore que no es chicha ni limonada, que media entre la nostalgia, la pena y roza la necrofilia. Su banda sonora repetida hasta el cansancio en 1990. Ni Whoopi Goldberg a pesar de su Oscar ganado por su actuación en este esperpento, salva a este film de mi más visceral descrédito. No recomendable ni siquiera para quienes creen en el Más Allá. Mala.