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7,2
44.344
8
12 de enero de 2013
12 de enero de 2013
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Basado en el aclamado musical ‘Los miserables’. Con Hugh Jackman, Anne Hathaway, Russel Crowe, entre otros. Del oscarizado director de El discurso del rey.
Con este reclamo, Los miserables se presentó como uno de los grandes eventos cinematográficos del año 2012, y así ha sido. Muchos éramos los que esperábamos ansiosos un film musical, ese género tan olvidado por los cineastas actuales, en el que casi nadie se ha atrevido a incursar últimamente.
Y llega Tom Hooper. No sólo se atreve a realizar una versión más de la novela de Víctor Hugo, y tampoco se conforma con rodarla en su versión musical: decide que los actores canten ‘en vivo’, grabando la actuación y la interpretación de los números musicales al mismo tiempo, como se hacía tradicionalmente. Y lo que es más: que haya muy pocos fragmentos dialogando, dando un protagonismo mayor a la música y su fuerza expresiva.
Si ya es difícil hacer cantar a actores más o menos ‘ajenos’ al musical (Amanda Seyfried y Helena Bonham Carter ya habían participado en alguno), más complicado es aún que canten a la vez que actúan. Sin embargo, esto aporta un realismo que aporta intensidad a la película. A nadie le puede dejar indiferente Anne Hathaway, con el pelo rapado, y llorando desgarradoramente mientras canta ‘I dreamed a dream’.
La apuesta le ha salido bien. Con las excelentes canciones del musical (lo avalan más de 30 años de representaciones y más de un millón de espectadores en todo el mundo) ya tenía la mitad de la partida ganada. Y la otra mitad se la debe el director a su fantástico reparto. (A pesar de todo, debo decir que Russell Crowe desafinaba un poco, y se adelantaba a la orquesta que lo acompañaba).
Hugh Jackman desempeña bien su papel de Jean Valjean, preso que rompe su condicional para buscar una vida mejor, atormentado, compasivo y paternal; Anne Hathaway protagoniza el mejor número de la película; Russel Crowe (a pesar de sus defiencias musicales) parece perfecto para el papel de Javert, con su frialdad y su obsesión por hacer cumplir la ley; Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen dan vida a una de las escenas más cómicas, como unos mesoneros timadores; Amanda Seyfried y Eddie Redmayne protagonizan el idilio imposible entre una burguesa y un revolucionario. Y me gustaría destacar la aparición de Samantha Barks, como Eponine, en el que era su debut cinematográfico.
Sin embargo, no todo es perfecto en Los Miserables. El director contaba con una excepcional materia prima, a partir de la cual podría haber elaborado una obra maestra dentro del género. Desde un punto de vista técnico, la dirección que realiza Hooper es bastante simple: abusa del primer plano y de la cámara en mano. Los planos generales se pueden contar con los dedos de una mano, algo que podría haber otorgado unos bellos detalles.
A parte de esta pega (si la dirección hubiera sido diferente, probablemente la película sería mucho mejor de lo que ha resultado), el film parece totalmente adecuado para la situación que estamos viviendo. El panorama en Francia que se representa (previo a la Revolución de 1830) no es muy distinto al nuestro actual, en el que cada día hay más miseria e injusticias. La película nos lleva a plantearnos sobre el destino, nuestro papel en la vida, y las diferencias –existentes y patentes en nuestra sociedad – entre ley y justicia.
Termino con una cita de la novela Los miserables, de Víctor Hugo:
"La vida, el sufrimiento, la soledad, el abandono, la pobreza, son campos de batalla que tienen sus propios héroes; héroes obscuros, a veces más grandes que los héroes ilustres."
Con este reclamo, Los miserables se presentó como uno de los grandes eventos cinematográficos del año 2012, y así ha sido. Muchos éramos los que esperábamos ansiosos un film musical, ese género tan olvidado por los cineastas actuales, en el que casi nadie se ha atrevido a incursar últimamente.
Y llega Tom Hooper. No sólo se atreve a realizar una versión más de la novela de Víctor Hugo, y tampoco se conforma con rodarla en su versión musical: decide que los actores canten ‘en vivo’, grabando la actuación y la interpretación de los números musicales al mismo tiempo, como se hacía tradicionalmente. Y lo que es más: que haya muy pocos fragmentos dialogando, dando un protagonismo mayor a la música y su fuerza expresiva.
Si ya es difícil hacer cantar a actores más o menos ‘ajenos’ al musical (Amanda Seyfried y Helena Bonham Carter ya habían participado en alguno), más complicado es aún que canten a la vez que actúan. Sin embargo, esto aporta un realismo que aporta intensidad a la película. A nadie le puede dejar indiferente Anne Hathaway, con el pelo rapado, y llorando desgarradoramente mientras canta ‘I dreamed a dream’.
La apuesta le ha salido bien. Con las excelentes canciones del musical (lo avalan más de 30 años de representaciones y más de un millón de espectadores en todo el mundo) ya tenía la mitad de la partida ganada. Y la otra mitad se la debe el director a su fantástico reparto. (A pesar de todo, debo decir que Russell Crowe desafinaba un poco, y se adelantaba a la orquesta que lo acompañaba).
Hugh Jackman desempeña bien su papel de Jean Valjean, preso que rompe su condicional para buscar una vida mejor, atormentado, compasivo y paternal; Anne Hathaway protagoniza el mejor número de la película; Russel Crowe (a pesar de sus defiencias musicales) parece perfecto para el papel de Javert, con su frialdad y su obsesión por hacer cumplir la ley; Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen dan vida a una de las escenas más cómicas, como unos mesoneros timadores; Amanda Seyfried y Eddie Redmayne protagonizan el idilio imposible entre una burguesa y un revolucionario. Y me gustaría destacar la aparición de Samantha Barks, como Eponine, en el que era su debut cinematográfico.
Sin embargo, no todo es perfecto en Los Miserables. El director contaba con una excepcional materia prima, a partir de la cual podría haber elaborado una obra maestra dentro del género. Desde un punto de vista técnico, la dirección que realiza Hooper es bastante simple: abusa del primer plano y de la cámara en mano. Los planos generales se pueden contar con los dedos de una mano, algo que podría haber otorgado unos bellos detalles.
A parte de esta pega (si la dirección hubiera sido diferente, probablemente la película sería mucho mejor de lo que ha resultado), el film parece totalmente adecuado para la situación que estamos viviendo. El panorama en Francia que se representa (previo a la Revolución de 1830) no es muy distinto al nuestro actual, en el que cada día hay más miseria e injusticias. La película nos lleva a plantearnos sobre el destino, nuestro papel en la vida, y las diferencias –existentes y patentes en nuestra sociedad – entre ley y justicia.
Termino con una cita de la novela Los miserables, de Víctor Hugo:
"La vida, el sufrimiento, la soledad, el abandono, la pobreza, son campos de batalla que tienen sus propios héroes; héroes obscuros, a veces más grandes que los héroes ilustres."
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