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Críticas 133
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
24 de enero de 2010
77 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalísima obra del genial cineasta británico John Boorman, en la que éste no sólo dirige, sino que también se encarga de la escritura del guión y de las labores de producción. Tengo que reconocer que me ha sorprendido la tibia acogida que el filme tiene por estos lares cuando, personalmente, me parece una película ambiciosa y épica como pocas, pero que, entiendo, allí donde yo he visto ambición otros han podido ver pretenciosidad.

Una película que empieza con un Dios-cabeza voladora de piedra que vomita armas por la boca y que da instrucciones a los hombres para que se maten entre ellos es lo que yo llamo un inicio realmente rompedor y potente. Vuelvo a mirar la nota: ¿un 5.4? ¿Qué estoy pasando por alto? Realmente no lo sé, pero el caso es que la grandiosa distopía que Boorman plantea es de tal calado y magnitud que no puedo hacer otra cosa más que quitarme el sombrero y reverenciar el majestuoso guión.

Los más acérrimos fans de la ciencia ficción (porque esto es ciencia ficción, y no sólo eso: es ciencia ficción dura, nada de fantasía descafeinada que es lo que puede aparentar a primera vista) han de tener esta obra, por obligación, como una de las más grandes historias que recuerdan. Es tan enorme, con tal profundidad, que haría falta lo menos un libro de más de 500 páginas para llegar a decir lo que Boorman nos cuenta aquí en nada más y nada menos que una hora y tres cuartos.

La trama, sin destripar nada, vendría a contar la llegada de Zed (soberbio Sean Connery) a la tierra de los "dioses", lugar donde la clase alta y poderosa se dedica a disfrutar de la vida toda vez que han alcanzado la inmortalidad y tienen a súbditos que trabajan para ellos. Zed, un salvaje, será visto con malos ojos por gran parte de la excluyente sociedad de semi-dioses, pero aceptarán su presencia para estudiarle desde el punto de vista de la ciencia. Según vaya introduciéndose cada vez más en la vida y costumbres de los semi-dioses, irá conociendo mejor sus secretos y se preparará para dar un gran golpe que hará temblar los cimientos no sólo de la sociedad, sino en última instancia de todo el mundo conocido.
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De verdad que no miento cuando digo que no sé por dónde empezar a comentar esta película. La riqueza de matices y de elevados conceptos, tales como el don de la mortalidad (sí, son sólo cuatro palabras, pero su implicación es tan absolutamente sublime que se nos escapa de las manos), el fin de la eternidad, la lucha clasista, los inmortales pidiendo que les maten; repito: inmortales pidiendo que les maten.

Altos conceptos todos ellos que se entremezclan con una historia de ciencia ficción en la que lo que en un principio parece pura fantasía se nos desvela como un truculento e inhóspito futuro en el que un grupo de científicos decidieron encerrarse alejados del resto de la sociedad y crear su particular edén en que vivir. Pero todas sus grandes esperanzas se transformarán inevitablemente en un despiadado mecanismo de control que termina por dominarles. La llegada de Zed resulta ser de todo menos casual, y su creación a través de la elección de los ADN más propicios termina por empezar a cristalizar y ofrecernos las implicaciones que toda la compleja historia mantiene y que empezamos a desentrañar y comprender.

Ambiciosísima producción que quizás por su alto contenido conceptual y abstracto la ha alejado de su verdadero público, cuando la gente venía esperándose encontrar con la película de turno de género fantástico: leve y superficial, más o menos entretenida y fácilmente olvidable. El terreno que Boorman toca puede ser muchas cosas, pero para nada es superficial. Es totalmente trascendental, alcanzando cotas de abstracción que verdaderamente pueden llegar a incomodar por su enorme densidad y pesadez conceptual.

Dicho todo esto, mantengo mi desconcierto por la bajísima nota de la que hace gala este gran filme del no menos genial Boorman. No lo entiendo del todo, pero sí en parte. Creo que el principal problema es de expectativas, pues el filme ofrece mucho más de lo que aparenta, además de alejarse completamente de la fantasía para adentrarse en la ciencia ficción más metafísica. Por otro lado, quizás también sea aconsejable enfrentarse a ella con un cierto bagaje previo en este tipo de historias para no salir totalmente escaldado. No se me malinterprete: no digo que los que no la consideren tan redonda como yo no la hayan entendido, ni mucho menos. Quizás la han entendido mejor que yo y por eso la han puesto en su sitio. Pero lo cierto es que esta película me ha transmitido muchas y muy diversas sensaciones, y todas ellas bastante atractivas.
13 de septiembre de 2010
66 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a intentar explicar algo (aparentemente) inexplicable: "El exorcista: el hereje" me gusta. Sí, lo sé, parece una locura viendo el percal de la situación. Y, sin embargo, así es. Para intentar arrojar algo de luz sobre la cuestión, he aquí cuatro meros apuntes que, no por ser obvios, dejan de tener una cierta enjundia (o eso quiero creer):

1. "El exorcista" de Friedkin es superior a esta secuela.

Creo que todos (o casi todos) estamos de acuerdo con ello. No hay demasiado que añadir al respecto. "El exorcista" posee más ritmo, más tensión, mayor profundidad psicológica, imágenes inolvidables, interpretaciones antológicas... Sin más.

2. "El exorcista: el hereje" no es una película de terror.

Bien, gracias a este punto creo que podemos empezar a vislumbrar algunas cosas interesantes de cara a intentar racionalizar la tibia acogida por parte del público hacia este entrañable filme. Lo lógico para cualquier hijo de vecino era pensar que esta secuela de John Boorman iba a ser de terror, sobre todo teniendo en cuenta el filme que se toma como referencia. Yo mismo lo pensaba y, de hecho, iba predispuesto a ver una obra de terror. Pero no fue así. Y creo que aquí podemos encontrar el primero de los puntos de fricción entre el público y la película.

Al igual que pasó en "Zardoz" (otra de las emblemáticas películas de Boorman que más duramente han sido criticadas por el respetable), las expectativas no se cumplieron a nivel de géneros cinematográficos. No hay nada como que suceda eso para descolocar al pobre espectador. En "Zardoz" todos íbamos a ver una obra de fantasía, leve y superficial, y sin la mayor pretensión que la de entretener, pero nos encontramos con una obra de ciencia ficción absolutamente metafísica y conceptual que rompía los esquemas de cualquiera que no fuera muy por la labor de entrar en el juego. En este filme sucede lo mismo: todos íbamos a ver una película de terror, y no una cualquiera, sino nada menos que la continuación de una de las vacas sagradas del género.

Pero nos encontramos con que los niveles de terror son más bien nulos. Este filme está mucho más encuadrado dentro del género policíaco y de aventuras que del de terror. Y es así de claro. Creo que a mucha gente esto le rompió todos sus esquemas y se cerraron de lleno ante la propuesta, hecho que les impidió disfrutar de una original e interesante propuesta, a todas luces superior a lo que la tibia nota media indica. No es una obra maestra, pero lo que me parece discutible de veras es que no sean pocos los que la consideren como una de las peores películas de la historia (a esos pocos les recomiendo ver un poco más de cine).

3. El efecto "2001".

Otro de los puntos discordantes que encontramos en el filme se debe a este efecto que he denominado "2001", y que hace referencia directa a la obra homónima de Stanley Kubrick.

(Continúo sin spoilers por falta de espacio).
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Con ello sólo quiero indicar que cuando se hace una secuela de una obra maestra intemporal del cine, salvo en excepcionales ocasiones, el listón dejado por esa primera entrega es tan elevado que cualquier intento por acercarse si quiera a rozar su calidad termina indefectiblemente en fracaso.

Pero la cuestión, creo yo, no debiera ser comparar punto por punto uno y otro filme, de igual modo que no comparamos cada película que vemos con "El Padrino" o "2001". Si lo hiciéramos prácticamente cualquier filme sería basura. Y no es la cuestión.

Por ello, pienso, el hecho de comparar este filme con su primera entrega (algo totalmente lógico y respetable, por supuesto), hace perder de manera importante enteros a la película, más de los que perdería si no la consideráramos una secuela de una obra maestra, sino simplemente una obra unitaria. Es el mismo caso que sucede con "2010: Odisea dos", una secuela del clásico de Kubrick dirigida por Peter Hyams, muy estimable, pero que ha sido vilmente despreciada sin que apenas nadie valore sus virtudes (que las tiene).

4. John Boorman: el hereje.

Este hombre es uno de los cineastas más arriesgados y personales con los que el cine ha tenido que lidiar a lo largo de su historia. Su legión de fans sólo es equiparable a su ejército de detractores que, ante cualquier pequeño desliz, se abalanzan cual hienas sarnosas para hacer leña del árbol caído. Este filme es un ejemplo más.

Sinceramente, Boorman rodando con el piloto automático puesto (como sucede en esta película) es diez veces más personal y audaz que la mayoría de cineastas que se hacen llamar a sí mismos directores de cine. Su maestría es comparable a su riesgo y, como todos sabemos, mucha gente no acepta con demasiada indulgencia los excesos personales en el cine. Y en "El exorcista: el hereje", los excesos del caballero Boorman están a la hora del día: su particular visión de la naturaleza (tanto de la humana como de la del planeta), su peculiar uso metafórico de las imágenes y la música... Una serie de rasgos que incomodan a mucha gente y que, unido al resto de elementos discordantes, provocan una irrefrenable sensación de rechazo ante este filme.

En mi opinión, este exorcista de Boorman está bastante infravalorado. No digo estar en posesión de la verdad absoluta, pero quería dejar caer estas impresiones.

En lo referente estrictamente a la película, simplemente destacar la enorme banda sonora de Ennio Morricone (absolutamente fascinante), el curioso guión de William Goodhart (muy reivindicable), la siempre arriesgada imaginería visual de Boorman o la dura interpretación de Richard Burton. No es una obra cumbre del cine en ningún sentido, pero sí que se trata de una película que ofrece mucho más de lo que puede parecer a simple vista; eso sí, hay que intentar liberarse de algunos prejuicios al enfrentarse a ella o, cuanto menos, atenuarlos en cierta medida. Creo que merece la pena.
21 de julio de 2010
50 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada, tengo que decirlo porque si no reventaré en mil pedazos y mis entrañas se esparcirán por toda la habitación, como si el propio Seagal me hubiese pegado una paliza: no me parece de recibo la animadversión y el rencor que genera esta cinta en el público. De verdad. Objetivamente hablando, se me ocurren al menos una docena de películas del propio Seagal peores que ésta, pero que sin embargo cuentan con mucha más aceptación por estos lares. No quiero ya meterme a hablar y compararla con otras películas del género de otros actores porque si no ya me enciendo y no hay quién me pare... Dicho esto, intentaré centrarme en el asunto sin irme demasiado por las ramas ni sulfurarme en demasía (cosa que no va a pasar, pero no será porque no ponga de mi parte).

Esta película es una pasada. Así, tal cual. Está tan pasada de rosca que, en serio, llega a rozar el surrealismo en varios momentos. Creo que es éste el punto que más ampollas puede levantar entre los múltiples detractores de la cinta. Detractores que, yo me pregunto, ¿desprecian la película en cuestión, a Seagal en particular, o a ambos elementos? Mi experiencia personal me dice que en la mayoría de los casos se trata de la segunda opción y, por inercia, película de Seagal que ven, película de Seagal que arrojan a los leones. No me parece correcto, pero yo tampoco puedo hablar porque estoy precisamente al otro lado de la acera...

Y es que, a este filme se le puede acusar de muchas cosas, muchísimas, pero es igualmente cierto que posee una serie de particularidades que habrían de ser valoradas en su justa medida (positivamente, vamos): el marcadísimo mensaje ecologista es realmente pertinente y encomiable (sobre todo en la época que corría, que no era un tema tan en boga como ahora); el discurso final, que muchos tildan de basura, es de lo más comprometido que se ha podido ver en el cine, mucho más que cosas como "Una verdad incómoda" o similares, que se quedan a medio camino de todo.

A nivel técnico nos encontramos con un filme difícil de atacar: buenos efectos especiales, buena dirección (criticar a Seagal por la dirección de este filme es sencillamente ridículo... ¿Un Razzie a la peor dirección? ¡O dos, no te fastidia! ¡Venga ya, hombre!; lo que me lleva a preguntarme, ¿por qué no volvió a dirigir ninguna película más? ¿Le afectó demasiado el Razzie, o estamos ante un nuevo Charles Laughton?, jaja... Pido perdón porque esa comparación me ha ofendido hasta a mí -Laughton es uno de los más grandes-, así que corramos un tupidísmo velo sobre la misma)... Por cierto, espectacular Michael Caine.
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Ya no sé ni lo que estaba diciendo, alguna sandez probablemente. Pero el caso es que esta película es, por méritos propios, una de las mejores de Seagal, y sin embargo es despreciada vilmente. El tercer acto de esta gran epopeya moderna es de lo más salvaje que jamás se haya visto en una cinta de acción. Es una pasada de rosca que, incluso dentro de la propia filmografía de Seagal, no tiene precedentes.

El nivel alcanzado de violencia es tan brutal como gratificante. Y lo mejor es que, después de tener una experiencia mística con los esquimales durante el segundo acto (el más flojo, dicho sea de paso), el tío va y, como si nada, dice que lo de la experiencia es muy bonito y todo el rollo, pero que si quieren hacer algo de verdad tienen que destruir la plataforma. Es raro ver a Seagal repudiar del misticismo en favor de actuar, y no sólo eso, sino que propone volar la plataforma. ¡Estamos hablando de que Seagal se convierte en un terrorista! Un ecoterrorista quince años antes del "Estado de miedo" de Crichton.

Él solito se carga una estación petrolífera y a un puñado de mercenarios y malhechores de todo tipo en lo que es una de las escenas más memorables de su filmografía y que da lugar a frases tan emblemáticas (a la par que surrealistas) como la que le dedica el líder del equipo de élite encargado en detenerle: "ese hombre sería capaz de beberse un litro de gasolina con tal de poder mear después en tu hoguera; a ese tipo le abandonas en medio del Polo Norte, únicamente con unos calzoncillos y el cepillo de dientes, y al día siguiente aparecerá tranquilamente en tu casa con una sonrisa y un millón de dólares en un maletín de cuero". Ante esto lo único que puede suceder es que unas lágrimas de emoción broten de nuestros lagrimales y se resbalen por nuestras mejillas mientras repetimos mentalmente: "qué grande eres, Seagal; mátalos a todos". Y ya lo creo que lo hace, pero no sólo eso, sino que encima los humilla mientras se los va cargando con unos aires de superioridad y suficiencia tan pasmosos, que consigue que los malos sean poco más que monjas de la caridad a su lado.

Esto es Seagal en estado puro. Esto es "En tierra peligrosa". Una película totalmente incendiaria por la explicitud de su violencia y lo radical de sus postulados, que incluye una apología del terrorismo combinado con un mensaje ecologista tan voraz como necesario. Una película arriesgada que no ha sabido encontrar a su público. Sinceramente, podrá gustar más o menos, tendrá sus defectos y sus virtudes, como todas las películas, pero "En tierra peligrosa" no merece la ridícula nota media que posee (¿un 3.3?). Me parece intolerable. Incomprensible.
29 de octubre de 2009
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama rural ambientado en la Castilla de los años '30 que narra la desgracia de los habitantes de un pequeño pueblo salmantino que se ve obligado a emigrar ante las inclemencias meteorológicas, que imposibilitan cualquier forma de subsistencia con el destrozo año tras año de la cosecha.

La película está considerada por muchos como la mejor película española del periodo mudo, si bien es preciso realizar una serie de puntualizaciones al respecto. La primera versión del filme, rodada por Florián Rey y financiada por el propio Pedro Larrañaga (costó 22.000 pesetas), se trataba de una versión muda. Sin embargo, en 1930 ya existía la técnica sonora, y tras realizar una serie de pases previos entre sus más allegados, le instaron a sonorizarla. Y así lo hizo. En los estudios Tobis franceses se produjo la sonorización y el filme pudo estrenarse tanto en Francia como en España en 1930 como una película sonora.

La cinta fue un rotundo éxito, y debido a ello, todas las copias terminaron estropeándose y desapareciendo. Es por ello que la versión que se conserva en la actualidad, restaurada por el ICAA en 1986 con motivo del Festival de Valladolid del mismo año, es muda, ya que los negativos empleados, y que eran los únicos que se conservaban, eran los de la versión silente. Así pues, la película muda nunca existió para el público de la época.

La historia se centra en la desgracia de Juan y su familia. Ante la pérdida de la cosecha, todos los habitantes del pueblo ven peligrar su subsistencia por la falta de alimentos. Todos menos el tío Lucas, el prestamista del lugar. Furioso con la situación, Juan le ataca y es encarcelado. Su mujer decide partir hacia la ciudad en busca de fortuna, como hacen el resto de aldeanos, dejando en el pueblo a su hijo a cargo del abuelo invidente.
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Usando elementos del cine soviético, así como también del expresionismo alemán, Florián Rey logra recrear una atmósfera cargada y agobiante en toda la secuencia que se desarrolla en el pueblo de Luján. Las nubes recorriendo el cielo, amenazantes, las caras sombrías de los desdichados campesinos, conocedores que nada bueno van a traer, las plegarias en la iglesia para evitar la situación... Un espectacular mosaico de desolación que cristaliza con el éxodo masivo de los lugareños hacia las ciudades de la zona: Salamanca y Segovia, con unas estremecedoras imágenes de los carros cargados dejando tras de sí la aldea, mientras un afligido Juan ve desde la cárcel la marcha de su esposa sin poder hacer nada por evitarlo. Sin lugar a dudas se trata de la parte más destacada del filme, que luego se vuelve bastante más convencional.

En esta segunda parte se cuenta el encuentro entre Juan y su esposa Acacia tres años después de haberse producido el exilio, habiéndose convertido la segunda en una mujer de mal vivir, corrompida por la ciudad. El centro de atención se traslada a la turbulenta relación de ambos personajes, y cómo intentan hacer creer al abuelo que todo marcha sobre ruedas, al menos hasta que muera... El tema del honor toma aquí todo el protagonismo, y resultan especialmente destacables las escenas del lapidamiento de Acacia por parte de unos chavales que la consideran una bruja, o la impactante escena final de una trastornada Acacia meciendo una cuna vacía y pidiendo silencio a los presentes, para evitar despertar al niño.

Destacable filme del periodo mudo español, que con muy pocos medios consiguió transmitir unas poderosas sensaciones, que sin embargo su remake de 1942, también de Florián Rey, y con mucho más presupuesto, no logró, pese a conseguir esta segunda versión el premio a la mejor película en el Festivas de Cine de Venecia de 1943.
29 de octubre de 2010
45 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en que el cine de acción vendía una imagen arquetípica de los hombres muy bien definida: enmarcada por completo en lo que hoy diríamos que es "un tipo duro", un tío con dos cojones, vamos.

Esta gloriosa etapa del cine comenzó a fraguarse durante los años '70 (con algunas pinceladas ya presentes en los '60), época en la que algunos tipos duros empezaban a convertirse cada vez más en héroes. No debemos olvidar que es en el cine negro donde debemos situarnos al buscar el origen de los hombres hechos y derechos, y serían los '80 la época en la que se les encumbró hasta los cielos: el cine dorado de acción, donde este tipo de personajes no solamente eran más duros y fríos que una piedra, sino que además eran auténticos superhéroes capaz de acabar por sí solos con una peligrosa red criminal o cualquier pequeño ejército que se les pusiera por delante. Y sin despeinarse. Sin dudas morales. Eran los justicieros que la sociedad necesitaba. Eran "ejecutores".

Pues bien. Aquí tenemos "Ejecutor", un claro exponente de este tipo de cine. Visto hoy en día, y sobre todo para el público no especialmente sensibilizado en cómo se las gastaban en los años '80, pueden chirriar un poco determinados elementos. Pero esta obra es hija de su tiempo, y hemos de verla con los ojos que merece: sin tomarla demasiado en serio, pues es evidente que ni ella misma lo hace.

El tipo duro de turno es Mark Kaminsky (o Joseph P. Brenner -"¿Qué significa la P. del apellido?", "Peleón"; impagable momento que no he podido evitar reseñar...-). Interpretado por un joven Arnie tan mazado como en él es costumbre. La cara de estreñimiento con que se pasea a lo largo de todo el metraje es digna de elogio. Se puede tener mala hostia, vale, pero lo del caballero Arnie es de tralla: podría matar con esa mirada sin esforzarse demasiado. El caso es que al pobre hombre le lían sin saberse muy bien cómo en un tinglado bastante turbio para que vengue la muerte del hijo de un antiguo amigo suyo. Para ello tendrá que infiltrarse en una peligrosa organización criminal y destruirla desde dentro.

Son los '80, todo vale con tal de repartir cera y matar al mayor número de maleantes. TODO. Aceptémoslo: esta película está pasada de rosca varias veces vista hoy en día, pero ni el Batman actual, ni Bourne, ni Lobezno ni ningún metrosexual de los que tanto abundan hoy en día tiene ni media hostia al lado de este Arnie y/o de sus coetáneos.
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Y las cosas son así. Simplemente son otros tiempos, y creo que la gente no sabe de qué va el asunto al ver este tipo de películas. Esto no es "El padrino", esto es simple y puro entretenimiento de acción con unos códigos tan marcados y evidentes que no debería de haber motivos para la duda. A esta clase de cine no se le exige nada, solamente ofrece. Ofrece mala hostia, venganza, muerte, destrucción, ironía y casposidad. Y lo ofrece a las claras. Y el que no quiere darse por aludido, allá él. Y digo toda esta parrafada porque parece que la gente no entiende o no quiere entender algunas cosas, pues el hecho de que este filme tenga menos de un cuatro de nota media es bastante cuestionable.

La dirección de John Irvin es realmente competente en todos los sentidos. Bastante por encima de la media para este tipo de productos. Arnold Schwarzenegger se supone que era el actor protagonista, pero actuar, lo que se dice actuar, no es que actúe mucho, no nos engañemos. El guión de Gary DeVore y Norman Wexler es bazofia pura y dura. Tan sumamente increíble y fantasioso que cuesta tomárselo en serio en ningún momento. Pero a quién le importa, esto es lo que mandaban los cánones, y si Arnie tiene que simular su muerte sin decirle nada a su mujer y luego flirtear con otra chica como si nada y sin que nadie le presione en ningún momento para ello, ¡bienvenido sea! No voy a ser yo el que lo critique. Y si los diálogos son un compendio de tópicos a cada cual más grande que el anterior, fantástico, de verdad.

La pureza que desprende este tipo de cine no lo consigue ningún otro. Sabes a lo que vas, y recibes exactamente eso que esperas recibir. Aquí no se la meten doblada a nadie, y quién así lo crea, que se lo haga mirar. ¡Y qué más da si Arnie no pega ni con cola vestido de traje! Si no se lo cree ni él mismo, ni el director, ¿por qué vamos a creérnoslo nosotros?

La verosimilitud no tiene cabida aquí. Lo único que vale es ver a Arnie matando a diestro y siniestro a todos sus enemigos sin apenas despeinarse. Y si lo hace en una discoteca, mejor que mejor. Lo que realmente vale es ver cómo la sangre emana a borbotones de los cuerpos sin vida del personal mientras una música lo más ochentera posible revienta los altavoces del televisor. Este tipo de cine no se mide por la profundidad de su guión, sino por el número de balas vertido y por el número de cadáveres dejado a su paso por el héroe de la función. Esto es "Ejecutor", y el que no quiera verlo, que no lo vea.

(Releyendo la crítica me doy cuenta de que estaba bastante ofendido no sé muy bien por qué en el momento de escribirla, pero me ha hecho gracia, así que voy a dejarla así, jaja; al igual que a esta peli, tampoco deberíais tomaros demasiado en serio esta crítica.)
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