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10
4 de octubre de 2009
4 de octubre de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que nada, es ésta una hermosa y gran película. Infinitas gracias a la gente capaz de regalarnos esta clase de arte.
Esquematizando los personajes de una manera muy simple, diría que solo hay dos: el tipo idealista y el tipo realista. Obvio que el nombre asignado a cada una de estos tipos son solo referenciales; se sabe que esto no es tan sencillo, claro.
Gianni y Nicola son solo dos variantes del mismo tipo: el idealista. El primero, Gianni, es el idealista que en algún momento decidió olvidar actuar según aquellos ideales que posee. El segundo, Nicola, es el intelectual que se mantiene consecuente, a pesar de todo, a sus ideales.
Esquematizando los personajes de una manera muy simple, diría que solo hay dos: el tipo idealista y el tipo realista. Obvio que el nombre asignado a cada una de estos tipos son solo referenciales; se sabe que esto no es tan sencillo, claro.
Gianni y Nicola son solo dos variantes del mismo tipo: el idealista. El primero, Gianni, es el idealista que en algún momento decidió olvidar actuar según aquellos ideales que posee. El segundo, Nicola, es el intelectual que se mantiene consecuente, a pesar de todo, a sus ideales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Desde el filme, claro, ninguna de estas dos opciones son aconsejables: primero, Gianni no es más que el pobre hombre que "no es importante para nadie" (según su esposa fallecida); que le dice a Luciana, luego de muchos años de no verla, que "todo este tiempo he pensando en ti", solo para escuchar como respuesta "yo, en cambio, no"; que vive en la hipocresía del lujo constante y, sin embargo, prefiere no opinar sobre ciertos temas políticos, pues "es un buen tipo, pero es de izquierda", según la voz cínica del suegro. Sus éxitos nunca se condijeron con los ideales que realmente amó, alcanzando más bien una vida sosa, de comodidad y lujo material, pero también de soledad, a costa de defraudarse a sí mismo.
Por otro lado, Nicola tampoco es un prototipo ejemplar: idealista a rajatabla, deja de lado a la esposa, al hijo, al trabajo real, por perseguir ideales que, a fin de cuentas, no resultan ni tan fuertes (pues no tiene problemas para entablar una relación con Luciana, traicionando la amistad y a su familia), ni tan importantes para él (pues se da cuenta, hacia el final, que ha desperdiciado su vida, como se desprende de su lamento al saber que su hijo está pronto a casarse). Tanto él, como Gianni, no comprenden, pues, cómo es que uno debería enfrentar el entendimiento de la vida.
Antonio, por otro lado, es el tipo sencillo y realista, que si bien podemos puede dar la impresión del hombre mediocre y falto de ambición, resulta siendo el único que vive en coherencia, no con ideales sublimes y abstractos, sino con los sentimientos que tiene en cada momento de su presente. Si bien es famosa la reflexión de Gianni en esa última cena, respecto a que "el futuro ya pasó", en medio de tristeza y decepción, entendiendo que su generación nunca fue lo que pudo ser, él se equivoca y de ésto se da cuenta mientras le habla de amor a Luciana, ya al final. Antonio les tenía preparada una sorpresa; la sorpresa parece ser su matrimonio con Luciana... no lo es. Gianni, en voz alta (reflexionando, y hablando a la platea) afirma de pronto ".. así que era ésta la sorpresa que tenía preparada".
Gianni entiende su error. Luciana no lo ama y, de hecho, hace mucho que no lo ama, que ni lo piensa. La sorpresa es esa: Luciana verdaderamente ama a Antonio ya. No puede hacer más. Se ha equivocado en amar a Luciana todo ese tiempo; ella le explica cómo su amor creció en medio de esa crisis común del cotidiano simple. "Tú debes haber vivido algo parecido", dice. Él sabe que no. No tiene nada más que hacer ahí: se va.
Pues la virtud de Antonio ha sido estar en el momento, sea amando a una mujer, sea peleándose con quien merezca la pelea, sea perdonando a quienes ama. La vida es eso, finalmente: lo que hacemos día a día, el cotidiano. Las grandes ideas, las grandes expectativas, las grandes ambiciones, solo nos desatan de la realidad concreta, alejándonos de la verdadera experiencia de vivir. Y claro, así, no es posible ser feliz.
Por otro lado, Nicola tampoco es un prototipo ejemplar: idealista a rajatabla, deja de lado a la esposa, al hijo, al trabajo real, por perseguir ideales que, a fin de cuentas, no resultan ni tan fuertes (pues no tiene problemas para entablar una relación con Luciana, traicionando la amistad y a su familia), ni tan importantes para él (pues se da cuenta, hacia el final, que ha desperdiciado su vida, como se desprende de su lamento al saber que su hijo está pronto a casarse). Tanto él, como Gianni, no comprenden, pues, cómo es que uno debería enfrentar el entendimiento de la vida.
Antonio, por otro lado, es el tipo sencillo y realista, que si bien podemos puede dar la impresión del hombre mediocre y falto de ambición, resulta siendo el único que vive en coherencia, no con ideales sublimes y abstractos, sino con los sentimientos que tiene en cada momento de su presente. Si bien es famosa la reflexión de Gianni en esa última cena, respecto a que "el futuro ya pasó", en medio de tristeza y decepción, entendiendo que su generación nunca fue lo que pudo ser, él se equivoca y de ésto se da cuenta mientras le habla de amor a Luciana, ya al final. Antonio les tenía preparada una sorpresa; la sorpresa parece ser su matrimonio con Luciana... no lo es. Gianni, en voz alta (reflexionando, y hablando a la platea) afirma de pronto ".. así que era ésta la sorpresa que tenía preparada".
Gianni entiende su error. Luciana no lo ama y, de hecho, hace mucho que no lo ama, que ni lo piensa. La sorpresa es esa: Luciana verdaderamente ama a Antonio ya. No puede hacer más. Se ha equivocado en amar a Luciana todo ese tiempo; ella le explica cómo su amor creció en medio de esa crisis común del cotidiano simple. "Tú debes haber vivido algo parecido", dice. Él sabe que no. No tiene nada más que hacer ahí: se va.
Pues la virtud de Antonio ha sido estar en el momento, sea amando a una mujer, sea peleándose con quien merezca la pelea, sea perdonando a quienes ama. La vida es eso, finalmente: lo que hacemos día a día, el cotidiano. Las grandes ideas, las grandes expectativas, las grandes ambiciones, solo nos desatan de la realidad concreta, alejándonos de la verdadera experiencia de vivir. Y claro, así, no es posible ser feliz.
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