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6,8
97.248
8
26 de agosto de 2013
26 de agosto de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En “La red social” todo va a velocidad de vértigo, como la vida de su protagonista y la propia expansión de Facebook entre los internautas. Desde el inicio, su director David Fincher imprime a los acontecimientos e imágenes un ritmo tan endiablado como el de las ideas que asaltan la mente del joven informático de Harvard. No hay tiempo que perder para hacerse con el mercado ni tampoco para ser uno de los amigos de esa red social… donde hay que estar presente. La vida pasa muy deprisa y se corre el riesgo de quedarse atrás, y por eso todo vale… sólo hay que pulsar una tecla y agregarse al club virtual (o darse de baja). Fincher no hace únicamente un biopic de Mark Zuckerberg como creador de Facebook, sino que levanta la radiografía de una sociedad que necesita manifestarse y que le presten atención, que es frágil en su estructura y efímera en sus relaciones, y que muchas veces parece desorientada en su búsqueda de éxito… caiga quien caiga.
Por eso, el director construye la película de manera fragmentada, contando la historia de los inicios de la red social desde el juicio que enfrenta a Zuckerberg con varios “amigos” de circunstancias que ahora le han demandado. Todo cobra sentido a la luz del prólogo y de la última imagen frente al ordenador, ambas con su amiga Erica de interlocutora. La diferencia es que al principio ella está allí presente —aunque sea en un diálogo de sordos, porque Zuckerberg está en su mundo— y al final sólo es su foto en la pantalla lo que aparece… mientras él espera recuperar a la única persona que le dijo la verdad con franqueza. Entre medias, una azarosa vida en que el éxito llama a su puerta mientras crecen los amigos y los enemigos, con dos modelos financieros que navegan entre la lealtad de un Eduardo Saverin que estaba a su lado y el espejismo de un Sean Parker dado a los excesos.
La realidad del éxito y de la felicidad verdadera queda cuestionada por Fincher, como es el caso de la amistad aparente levantada sobre palabras vaciadas de contenido y subidas a golpe de clic. Frente a unos hombres que se mueven a ritmo de impulsos, dos mujeres —el resto son maniquíes de compañía— que se erigen en el sentido común que les falta a todos ellos: la mencionada Erica y la abogada del juicio, las únicas con los pies en la tierra y que entienden el sentido de la amistad. Una constelación de millones de amigos virtuales y sólo algunos de verdad para un genio creativo desorientado, porque la realidad se le ha ido de las manos… y se ha quedado colgado de la red. En este sentido, Fincher es implacable y rompe la película en numerosos fragmentos sin perder claridad narrativa y manteniendo el tono alocado de la historia, con tantas subtramas como puntos de vista se ofrecen para dirigir esa naciente empresa que, por momentos, amenaza con destruir la paz social.
Magistral guión de Aaron Sorkin, preciso ya desde el diálogo inicial —visto de manera retrospectiva es brillante— hasta el golpe seco y contundente del final, con un entramado perfectamente anudado por un montaje ágil que sabe dejar momentos para interiorizar sensaciones de vacío emocional y de pérdida. Buenas interpretaciones de Jesse Eisenberg y de Andrew Garfield como pareja protagonista, entre la genialidad obsesiva del friqui y la inocencia juvenil del financiero. No faltan momentos de comicidad, especialmente en torno a los gemelos Winklevoss —por ejemplo en su encuentro con el rector—, ni tampoco temas para la discusión… como ese derecho a la propiedad intelectual y la ética. Pero, sobre todo, tenemos la necesidad de establecer relaciones sentimentales… aunque sea a través de la red, pues para eso nació Facebook. Nihil novum sub sole en la era online, donde sólo hay que intentar «no ser un gilipollas» (sic) y no morir de éxito
Por eso, el director construye la película de manera fragmentada, contando la historia de los inicios de la red social desde el juicio que enfrenta a Zuckerberg con varios “amigos” de circunstancias que ahora le han demandado. Todo cobra sentido a la luz del prólogo y de la última imagen frente al ordenador, ambas con su amiga Erica de interlocutora. La diferencia es que al principio ella está allí presente —aunque sea en un diálogo de sordos, porque Zuckerberg está en su mundo— y al final sólo es su foto en la pantalla lo que aparece… mientras él espera recuperar a la única persona que le dijo la verdad con franqueza. Entre medias, una azarosa vida en que el éxito llama a su puerta mientras crecen los amigos y los enemigos, con dos modelos financieros que navegan entre la lealtad de un Eduardo Saverin que estaba a su lado y el espejismo de un Sean Parker dado a los excesos.
La realidad del éxito y de la felicidad verdadera queda cuestionada por Fincher, como es el caso de la amistad aparente levantada sobre palabras vaciadas de contenido y subidas a golpe de clic. Frente a unos hombres que se mueven a ritmo de impulsos, dos mujeres —el resto son maniquíes de compañía— que se erigen en el sentido común que les falta a todos ellos: la mencionada Erica y la abogada del juicio, las únicas con los pies en la tierra y que entienden el sentido de la amistad. Una constelación de millones de amigos virtuales y sólo algunos de verdad para un genio creativo desorientado, porque la realidad se le ha ido de las manos… y se ha quedado colgado de la red. En este sentido, Fincher es implacable y rompe la película en numerosos fragmentos sin perder claridad narrativa y manteniendo el tono alocado de la historia, con tantas subtramas como puntos de vista se ofrecen para dirigir esa naciente empresa que, por momentos, amenaza con destruir la paz social.
Magistral guión de Aaron Sorkin, preciso ya desde el diálogo inicial —visto de manera retrospectiva es brillante— hasta el golpe seco y contundente del final, con un entramado perfectamente anudado por un montaje ágil que sabe dejar momentos para interiorizar sensaciones de vacío emocional y de pérdida. Buenas interpretaciones de Jesse Eisenberg y de Andrew Garfield como pareja protagonista, entre la genialidad obsesiva del friqui y la inocencia juvenil del financiero. No faltan momentos de comicidad, especialmente en torno a los gemelos Winklevoss —por ejemplo en su encuentro con el rector—, ni tampoco temas para la discusión… como ese derecho a la propiedad intelectual y la ética. Pero, sobre todo, tenemos la necesidad de establecer relaciones sentimentales… aunque sea a través de la red, pues para eso nació Facebook. Nihil novum sub sole en la era online, donde sólo hay que intentar «no ser un gilipollas» (sic) y no morir de éxito
29 de julio de 2014
29 de julio de 2014
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película en sí, tiene un buen guión y lo fundamenta con unos grandes efectos especiales que la hacen mejor de lo que ya es. La actuaciones, la verdad, no son nada de otro mundo, un poco "tópicos". El típico que quiere salvar a todos y hacerse de notar, el que lo intenta, un malo... Por esto no es tan buena como me creía, por lo demás, generalmente la película es buena, los actores las empeoran un poco.
Recomiendo ir a verla, pero si van por los actores, mejor quedense en su casa. Es más de lo que ya hemos visto durante una década de cine con topicazos.
Recomiendo ir a verla, pero si van por los actores, mejor quedense en su casa. Es más de lo que ya hemos visto durante una década de cine con topicazos.
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