Me considero un gran aficionado al séptimo arte y puedo afirmar sin ninguna duda que El Último Mohicano, de Michael Mann, es mi película favorita. Esa que todos los años veo dos o tres veces en mi proyector de casa con la emoción de la primera vez. Para mí técnicamente es perfecta, como su banda sonora. El reparto insuperable, con actores y actrices interpretando los personajes de su vida (Day-Lewis, Madeleine Stowe, Wes Studi, Patrice Chereau ...).

¡Vaya decepción!. Tras las críticas tan positivas -mejor peli del año incluida-, el domingo me hice 100 kilómetros con toda la emoción del mundo para verla en Águilas. Pero me pasó lo que jamás me había ocurrido en el cine, ni tan siquiera con 'La joven del agua': intenté quedarme dormido y no marcharme a mi cama directamente porque al menos quería ver en qué quedaba todo este truño. Pero ni tan siquiera pude dormir por los tremendos golpazos de sonido que te mete la pelí a cada momento, supongo que para tratar de meterle intensidad a la cinta. Unas subidas bestiales de sonido que impiden incluso escuchar las conversaciones de los intérpretes en muchos momentos. En resumen, las dos horas y media más largas y soporíferas de mi vida en un cine aunque la culpa la tengo yo por volver a darle mi confianza a una película protagonizada por DiCaprio.