Indudablemente hay películas que marcan nuestras vidas. Pues bien, 2001 una odisea del espacio marcó mi vida hasta el día de hoy. Jamás entendí como a mi padre se le ocurrió llevarme al cine Albéniz que además era Cinerama, el colmo de la modernidad, a ver la dichosa peliculita.
De entrada el mono ya nos mete en situación de lo que vamos a ver o mejor dicho, en mi caso, a sufrir. Jamás entendí el por qué de la enorme cama en aquella habitación tan fría e inhóspita. La aparición del niño cabezón, flotando creo que dentro de su mamá, el vejete que salía a punto de estirar la pata, etc. En fin, nada de lo que sucedió ante mis ojos lo he podido descifrar. Entonces era una criatura en su niñez, pero después la vi un par de veces más a ver si lograba descifrarla y me gustaba, un poco o un mucho, y fue peor todavía. La película me parece mala y aburrida de solemnidad, se hace pesada transcurridos los primeros veinte minutos de proyección por lo menos a mi entender. Hay a quien la película le parece maravillosa pues bien, se la regalo. Para mi gusto es oscura y tétrica, demasiado silencio en un ambiente agobiante y realmente falto de oxígeno, será por su desarrollo en el espacio exterior. Desde entonces estoy de psicólogos ya que parece ser que tengo la tara de la odisea del espacio, vaya por Dios. La dichosa película me fastidió de por vida y mi papá tan fresco, qué le vamos a hacer. Bueno sin más me voy a tomar mis medicamentos a ver si mejoro de la dichosa tara y a jugar al ajedrez con mi perro, Dientes de sable, que me entretiene más que recordar la temible película, ya que me da miedo hasta decir el titulo. Creo que luego me pondré Casa Flora, a ver si mejoro algo o por el contrario voy directamente al manicomio.