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Críticas ordenadas por utilidad
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7,8
76.706
10
15 de diciembre de 2005
15 de diciembre de 2005
116 de 134 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale que no está Robert Duvall. Vale que Sofia Coppola ante las cámaras es un paquete. Vale que se hizo mucho después que las otras dos. Vale que Gordon Willis estuvo menos inspirado en la fotografía. Pero haberla visto por tercera vez la eleva a la categoría que merece, Obra Maestra entre las Obras Maestras, como sus dos hermanas mayores. Mi favorita es El Padrino II, seguida de El Padrino, pero ahora la tercera parte la situo solamente un poquito por detrás, solamente un poco. Las dos primeras horas del film son de una excelente película, pero los últimos 40 minutos son arte puro, una obra maestra como la copa de un pino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Michael Corleone intenta salvar los restos del naufragio (el inicio, con la casa del Lago Tahoe abandonada y ruinosa es el enlace perfecto con la anterior), lo que queda de la familia que rompió, atormentado por haber ordenado matar a Fredo, su hermano, e intenta redimirse haciendo tratos con grandes empresarios y la Iglesia, solamente para darse cuenta de que cuanto más alto subes, más mierda encuentras. Una historia de amor imposible, el ascenso del personaje de Talia Shire a un papel insólito y el relevo en el personaje de Andy García aderezan la primera parte, con escenas excelentes como un asesinato en una feria callejera.
Pero sin duda, la maestría de Coppola alcanza uno de los puntos más altos de su carrera en el tramo final del film, versión corregida, aumentada y mejorada de la parte del bautizio en la primera película. Porque el montaje y la planificación, no solamente visual (el sonido tiene una importancia extrema, y todos los recursos con el relacionados) y el enfrentamiento de lo simbólico (la representación de la ópera) con lo real, buscando siempre la analogía (que los críticos tocahuevos llamarán redundancia) llegan a una perfección que pocas veces he visto en un film. Y aún quedan un par de escenas perfectas en su devastación.
En fin, reivindico la magistralidad de El Padrino III. 15 años después está mejor que nunca. Todo el mundo debería de volver a verla para comprobar que está infravalorada.
Pero sin duda, la maestría de Coppola alcanza uno de los puntos más altos de su carrera en el tramo final del film, versión corregida, aumentada y mejorada de la parte del bautizio en la primera película. Porque el montaje y la planificación, no solamente visual (el sonido tiene una importancia extrema, y todos los recursos con el relacionados) y el enfrentamiento de lo simbólico (la representación de la ópera) con lo real, buscando siempre la analogía (que los críticos tocahuevos llamarán redundancia) llegan a una perfección que pocas veces he visto en un film. Y aún quedan un par de escenas perfectas en su devastación.
En fin, reivindico la magistralidad de El Padrino III. 15 años después está mejor que nunca. Todo el mundo debería de volver a verla para comprobar que está infravalorada.
Miniserie

8,0
6.861
10
5 de octubre de 2007
5 de octubre de 2007
83 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Mejor Juventud (La Meglio Gioventú, 2003), originalmente una miniserie televisiva, dura seis horas, por lo que se estrenó en dos partes. Pero, como dice Roger Ebert, "No hay película buena demasiado larga ni película mala demasiado corta". Porque La Mejor Juventud te lleva consigo, fluye sin prisa pero sin pausa.
Es la historia de dos hermanos, de su familia, de sus mujeres, de sus amigos. Y además es la historia de Italia desde 1966 a 2003. Y habla de la situación de los enfermos mentales. Y habla de terrorismo. Y de injusticias. Y de enfermedades. Y de arte. Y de miles de cosas. Pero nunca deja de ser la historia de dos hermanos.
Si la familia Alcántara ha pasado por miles de oficios y cambios para mostrarnos todos los aspectos situaciones y eventos posibles del final del franquismo, si Soñadores de Bertolucci pierde fuelle al olvidarse de las personas para centrarse en los iconos intelectuales de una época, si tantas y tantas películas y series se ven lastradas por cargarse de referencias históricas, políticas y culturales dejando de lado a sus personajes, convirtiéndolos en ejemplos idealizados o radicalizados de lo bueno y lo malo de unos tiempos pasados pero recientes y forzando los mecanismos del guión hasta extremos risibles, La Mejor Juventud muestra su trama dentro de un contexto histórico y cultural cambiante a lo largo de cuatro décadas, pero el argumento se fusiona con el contexto de manera sutil y perfecta.
Hay películas que se te quedan en la cabeza por una escena en particular. Esto no sucede con este film: es tal la cantidad de escenas resueltas con sabiduría en el guión, precisión en la puesta en escena, y finalmente, sentimiento, sin caer en los excesos sentimentales de otras obras (a veces geniales) del cine italiano reciente, que es imposible quedarse con un momento: la escena del jukebox, la de los fuegos artificiales, la de la exposición de fotos, la de las partituras, el paseo de dos personajes a pie por la Toscana, ciertos encuentros, reencuentros y despedidas... en fin, seis horas de trama, de sentimientos y de grandes momentos.
Buenas interpretaciones, un guión excelente en el que hay algunas casualidades pero nunca inverosímiles, giros inesperados pero siempre creíbles, diálogos maravillosos y una buena selección de canciones en uno de los mejores films de los últimos años. En fin: véanla. Porque es un trozo de vida más que una película.
Es la historia de dos hermanos, de su familia, de sus mujeres, de sus amigos. Y además es la historia de Italia desde 1966 a 2003. Y habla de la situación de los enfermos mentales. Y habla de terrorismo. Y de injusticias. Y de enfermedades. Y de arte. Y de miles de cosas. Pero nunca deja de ser la historia de dos hermanos.
Si la familia Alcántara ha pasado por miles de oficios y cambios para mostrarnos todos los aspectos situaciones y eventos posibles del final del franquismo, si Soñadores de Bertolucci pierde fuelle al olvidarse de las personas para centrarse en los iconos intelectuales de una época, si tantas y tantas películas y series se ven lastradas por cargarse de referencias históricas, políticas y culturales dejando de lado a sus personajes, convirtiéndolos en ejemplos idealizados o radicalizados de lo bueno y lo malo de unos tiempos pasados pero recientes y forzando los mecanismos del guión hasta extremos risibles, La Mejor Juventud muestra su trama dentro de un contexto histórico y cultural cambiante a lo largo de cuatro décadas, pero el argumento se fusiona con el contexto de manera sutil y perfecta.
Hay películas que se te quedan en la cabeza por una escena en particular. Esto no sucede con este film: es tal la cantidad de escenas resueltas con sabiduría en el guión, precisión en la puesta en escena, y finalmente, sentimiento, sin caer en los excesos sentimentales de otras obras (a veces geniales) del cine italiano reciente, que es imposible quedarse con un momento: la escena del jukebox, la de los fuegos artificiales, la de la exposición de fotos, la de las partituras, el paseo de dos personajes a pie por la Toscana, ciertos encuentros, reencuentros y despedidas... en fin, seis horas de trama, de sentimientos y de grandes momentos.
Buenas interpretaciones, un guión excelente en el que hay algunas casualidades pero nunca inverosímiles, giros inesperados pero siempre creíbles, diálogos maravillosos y una buena selección de canciones en uno de los mejores films de los últimos años. En fin: véanla. Porque es un trozo de vida más que una película.

6,2
73.535
9
15 de diciembre de 2005
15 de diciembre de 2005
80 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui con muchas dudas a verla. Por una parte confiaba en Peter Jackson después de haber visto películas suyas magníficas. Por otra parte desconfío de los remakes porque casi nunca sale nada verdaderamente bueno de ellos.
Además, había leído opiniones para todos los gustos, alguna verdaderamente entusiasta, pero casi todas decepcionadas. A unos no les gusta la parte del principio, a otros la del medio, a otros la del final. Se suponía que los efectos especiales no estaban a la altura, que los actores (salvo la protagonista) no estaban nada bien, que sobraba metraje por todas partes... La gente la calificaba por partes, cuando otras veces juzgan sagas enteras como una unidad. Se hablaba de ella en ocasiones con tanto ensañamiento como con la nueva trilogía de Star Wars...
¿Y qué me he encontrado? Que casi todo el mundo había visto... otra película.
Porque si la grandiosidad en cine tiene un nombre, desde ahora es Kong. Si hay un remake hecho con respeto y con cariño, es esta película, llena de homenajes, de verdaderos homenajes, que no de plagios. Si hay diversión, ternura, emoción y terror, aquí están.
Porque no me parece lógico ensañarse con dos planos de efectos digitales cuando están rodeados de otros 20 perfectos. Porque esa obsesión porque "no se note nunca nada y si no, no vale" nos va a acabar impidiendo disfrutar de la magia del cine. Porque pareciera que el único con derecho a hacer películas de dinosaurios es Steven Spielberg. Y encima Kong es pura perfección, uno de los hitos de la infografía, un actor digital de primer orden.
King Kong es una historia de amor y ternura tremenda; las escenas en que Ann Darrow logra la amistad del simio a base de hacer el saltimbanqui, el baile sobre el hielo o los momentos frente a un sol posado sobre el horizonte, son puro amor al cine: dejarse llevar para contemplar la belleza plasmable en una pantalla. Nada que ver con los delirios eróticos de la versión de Guillermin.
King Kong es un film coherente, que podría tener una duración más breve, pero que está perfectamente equilibrado internamente. Ninguno de los actos, entre un prólogo y un desenlace magníficos, pierde ni ritmo, ni diversión ni interés. King Kong es un festival del exceso, pero el mismo concepto de King Kong es excesivo: o se hace un film excesivo o no se molesta uno en hacerlo...
Y además es un film sobre el amor al cine, sobre la pasión por hacer cine, por el espectáculo, llevada a la psicopatía. El director se identifica con el personaje más desagradable y rastrero de todos, retratado de manera verdaderamente negativa, no como en el film original. Por esto y por algunos aspectos secundarios, al film de Jackson que más me recuerda es a Forgotten Silver (La Verdadera Historia del Cine), un mediometraje que aprovecho para recomendar.
En fin: imprescindible para amantes del cine de cualquier y de todas las épocas.
Además, había leído opiniones para todos los gustos, alguna verdaderamente entusiasta, pero casi todas decepcionadas. A unos no les gusta la parte del principio, a otros la del medio, a otros la del final. Se suponía que los efectos especiales no estaban a la altura, que los actores (salvo la protagonista) no estaban nada bien, que sobraba metraje por todas partes... La gente la calificaba por partes, cuando otras veces juzgan sagas enteras como una unidad. Se hablaba de ella en ocasiones con tanto ensañamiento como con la nueva trilogía de Star Wars...
¿Y qué me he encontrado? Que casi todo el mundo había visto... otra película.
Porque si la grandiosidad en cine tiene un nombre, desde ahora es Kong. Si hay un remake hecho con respeto y con cariño, es esta película, llena de homenajes, de verdaderos homenajes, que no de plagios. Si hay diversión, ternura, emoción y terror, aquí están.
Porque no me parece lógico ensañarse con dos planos de efectos digitales cuando están rodeados de otros 20 perfectos. Porque esa obsesión porque "no se note nunca nada y si no, no vale" nos va a acabar impidiendo disfrutar de la magia del cine. Porque pareciera que el único con derecho a hacer películas de dinosaurios es Steven Spielberg. Y encima Kong es pura perfección, uno de los hitos de la infografía, un actor digital de primer orden.
King Kong es una historia de amor y ternura tremenda; las escenas en que Ann Darrow logra la amistad del simio a base de hacer el saltimbanqui, el baile sobre el hielo o los momentos frente a un sol posado sobre el horizonte, son puro amor al cine: dejarse llevar para contemplar la belleza plasmable en una pantalla. Nada que ver con los delirios eróticos de la versión de Guillermin.
King Kong es un film coherente, que podría tener una duración más breve, pero que está perfectamente equilibrado internamente. Ninguno de los actos, entre un prólogo y un desenlace magníficos, pierde ni ritmo, ni diversión ni interés. King Kong es un festival del exceso, pero el mismo concepto de King Kong es excesivo: o se hace un film excesivo o no se molesta uno en hacerlo...
Y además es un film sobre el amor al cine, sobre la pasión por hacer cine, por el espectáculo, llevada a la psicopatía. El director se identifica con el personaje más desagradable y rastrero de todos, retratado de manera verdaderamente negativa, no como en el film original. Por esto y por algunos aspectos secundarios, al film de Jackson que más me recuerda es a Forgotten Silver (La Verdadera Historia del Cine), un mediometraje que aprovecho para recomendar.
En fin: imprescindible para amantes del cine de cualquier y de todas las épocas.

7,3
46.028
10
15 de diciembre de 2005
15 de diciembre de 2005
63 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film dual, contradictorio: los bailes son peleas, las peleas son bailes, la inmensidad es íntima, las canciones son política, la oscuridad puede ser acogedora y la luz peligrosa, los nativos son inmigrantes, los inmigrantes americanos, el silencio también es música, tragedia y comedia. Las dos caras de la moneda en la misma pantalla. Un film hermoso y duro. Sin duda imprescindible.
Tres Canciones:
"América" El sueño americano: las portorriqueñas ven la cara positiva; los hombres sus limitaciones y engaños. Una canción alegre, un baile divertido: una letra amarga. Al final América es mala, pero Puerto Rico es peor. Ah, y Puerto Rico está en América.
"Gee, Officer Krupke!" O el problema de los chicos de la calle: pobrecillos, con madres prostitutas y padres borrachos y todo eso, ¿como van a ser de otra manera? Y los chicos cantando, burlándose de la policía, la justicia, los psicólogos y la asistencia social. Reafirman su identidad, son lo que son porque quieren. Ya. Hasta que el policía les planta cara: ahora vemos que ríen por no llorar.
"Cool" O la terapia para enfrentarse a un interrogatorio. La ley del silencio. Catarsis en un garaje.
Tres Canciones:
"América" El sueño americano: las portorriqueñas ven la cara positiva; los hombres sus limitaciones y engaños. Una canción alegre, un baile divertido: una letra amarga. Al final América es mala, pero Puerto Rico es peor. Ah, y Puerto Rico está en América.
"Gee, Officer Krupke!" O el problema de los chicos de la calle: pobrecillos, con madres prostitutas y padres borrachos y todo eso, ¿como van a ser de otra manera? Y los chicos cantando, burlándose de la policía, la justicia, los psicólogos y la asistencia social. Reafirman su identidad, son lo que son porque quieren. Ya. Hasta que el policía les planta cara: ahora vemos que ríen por no llorar.
"Cool" O la terapia para enfrentarse a un interrogatorio. La ley del silencio. Catarsis en un garaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Algunas escenas en la misma calle, otras en unos magníficos decorados coloristas a la par que realistas: las infinitas escaleras de incendios, las oscuras tiendas, los siniestros y sucios callejones pueden desaparecer por mor de la iluminación, las proyecciones los filtros o las dobles exposiciones para crear dentro de la imagen panorámica un espacio íntimo donde la pareja o uno de los dos puede dar rienda suelta a sus sentimientos: un salón de baile atestado se convierte en un lugar para dos de oscuridad acogedora, una tienda de ropa se convierte en una iglesia. Mundos íntimos en medio de la inmensidad de la incertidumbre, al borde siempre del precipicio. A veces la luz y las sombras dividen, como anunciando el final. La luz y la oscuridad son igual de importantes, hay algo de novela gótica en esos decorados. Como he dicho, la oscuridad a veces acoge; otras veces es el peligro. Pero el peligro y la tensión también existen a plena luz de día. Y los colores: el rojo, el color de la vida y de la muerte...
Actuar, cantar, pelearse, escenificar una violación, simplemente estar quieto. Todo se confunde con el baile, todo se une sin costuras aparentes. Las peleas entre lo real, la acrobacia y la danza, peleas que son números de baile: la tragedia; bailes que son peleas: la comedia. Un espectáculo apabullante.
El trabajo de los actores es bastante bueno. Claro que la historia no es verosímil, que esas cosas no pasan en dos días ¿o sí?
Las canciones y la música incidental (¿o es la música de los bailes? No está claro) fusionan lo clasico y con ritmos latinos o jazzísticos. Importa poco que la pareja protagonista esté doblada en las canciones, creo que lo disimulan bastante bien. La partitura es tremenda, las canciones una sucesión de hits. Pero no están por estar: hacen avanzar la historia o nos dan información de fondo importante para entenderla. En casi todos los casos funcionan como una especie de terapia para los personajes: para reafirmarse como grupo o como persona. Es como si hubieran inventado la canción Psico-socio-política... Y también hay canciones de amor, claro. María...
Y con la música el silencio: hace poco leí que uno de los mayores inventos del cine sonoro fue el silencio. El cine mudo iba casi siempre acompañado de música, y en caso de que no fuera ¿con qué sonido se compararía para existir? El silencio es el anuncio de la tragedia, la confirmación de la desgracia. Por eso los instrumentos se callan durante la última escena. A capella duele más.
Moraleja: El odio genera odio, y eso no se soluciona con buenas intenciones. Y menos con más odio todavía. Quizás la tragedia no haya sido en vano, dos tímidos gestos abren la puerta a la esperanza. Los títulos de crédito entre grafittis. Entre Epitafios.
Actuar, cantar, pelearse, escenificar una violación, simplemente estar quieto. Todo se confunde con el baile, todo se une sin costuras aparentes. Las peleas entre lo real, la acrobacia y la danza, peleas que son números de baile: la tragedia; bailes que son peleas: la comedia. Un espectáculo apabullante.
El trabajo de los actores es bastante bueno. Claro que la historia no es verosímil, que esas cosas no pasan en dos días ¿o sí?
Las canciones y la música incidental (¿o es la música de los bailes? No está claro) fusionan lo clasico y con ritmos latinos o jazzísticos. Importa poco que la pareja protagonista esté doblada en las canciones, creo que lo disimulan bastante bien. La partitura es tremenda, las canciones una sucesión de hits. Pero no están por estar: hacen avanzar la historia o nos dan información de fondo importante para entenderla. En casi todos los casos funcionan como una especie de terapia para los personajes: para reafirmarse como grupo o como persona. Es como si hubieran inventado la canción Psico-socio-política... Y también hay canciones de amor, claro. María...
Y con la música el silencio: hace poco leí que uno de los mayores inventos del cine sonoro fue el silencio. El cine mudo iba casi siempre acompañado de música, y en caso de que no fuera ¿con qué sonido se compararía para existir? El silencio es el anuncio de la tragedia, la confirmación de la desgracia. Por eso los instrumentos se callan durante la última escena. A capella duele más.
Moraleja: El odio genera odio, y eso no se soluciona con buenas intenciones. Y menos con más odio todavía. Quizás la tragedia no haya sido en vano, dos tímidos gestos abren la puerta a la esperanza. Los títulos de crédito entre grafittis. Entre Epitafios.

7,3
3.862
9
15 de diciembre de 2005
15 de diciembre de 2005
57 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fascinante western "noir"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Durante un atraco, una joven es violada y asesinada. Su prometido, siguiendo una pista, se infiltra en una organización criminal liderada por una antigua "cantante". Sabe que la única manera de averiguar quien asesinó a su novia será seduciendo a esa fascinante mujer, ya madura. Cualquiera podría pensar que este argumento corresponde a un film noir del hollywood clásico o un thriller de cualquier época, pero se trata de un western, con caballos, sheriffs, forajidos y referencias a los indios que no andan lejos.
Fritz Lang nos deleita con este western raro a mayor gloria de Marlene Dietrich, que borda un personaje memorable de mujer fuerte que ha vivido demasiado. La investigación del crimen da lugar a que dos personajes cuenten episodios de la vida de Altar Keane, que se nos muestran en flashback (talmente como en Ciudadano Kane de Welles): el narrado por un hombre hace hincapié en aspectos bastante frívolos, el narrado por una compañera de profesión nos muestra la dignidad de Altar y el encuentro con el forajido de buen corazón que será el hombre de su vida (si hacemos caso al guión, el hombre que la convertirá en la mujer de su vida).
El protagonista, Vern Haskell (Arthur Kennedy) se encuentra con el mencionado bandido, Frenchy (Mel Ferrer) en una celda; la escena es divertidísima: es día de elecciones y al lado están detenidos tres políticos corruptos que saben que cuando se recuenten los votos los van a linchar, por lo que intentan de todas las maneras posibles (fundamentalmente el soborno) escapar; Lang nos deja claro que un político es muucho más despreciable que un ladrón de bancos.
La "familia" criminal de "mamma" Keane está compuesta por tipos bastante simpáticos para el espectador excepto el culpable del crimen (que desde el principio del film se nos muestra como un traidor y un cobarde) y, curiosamente el que nosotros sabemos el héroe del film.
Vern despliega sus armas para seducir a Altar, pues tiene la clave que la llevará al culpable. Altar se debate entre sentirse joven de nuevo o dejarse llevar por lo que la rodea, porque es demasiado tarde para ella, y quiere apartar al joven del mundo criminal y corrupto en el que acaba de introducirse. Es ahí donde pronuncia la frase con la que he querido titular la crítica: "Go away and come back ten years ago." Es tremenda, ¿verdad? Por su parte Frenchy empieza a sospechar, y el asesino tambien...
La película se estructura a través de una balada en off que habla de odio y asesinatos. Además, la Dietrich canta dos canciones.
El final no puede ser feliz, pero descubriremos que quizás en Vern no era todo pantomima...
En fin, un film que me ha dejado extrañamente fascinado, un western negro, de claroscuros. Un western de bajo presupuesto (por lo visto Howard Hughes cortó el grifo a mitad de producción), una muestra más de la genialidad de Lang.
Eso sí, la copia que ví, en una local, era espantosa.
Fritz Lang nos deleita con este western raro a mayor gloria de Marlene Dietrich, que borda un personaje memorable de mujer fuerte que ha vivido demasiado. La investigación del crimen da lugar a que dos personajes cuenten episodios de la vida de Altar Keane, que se nos muestran en flashback (talmente como en Ciudadano Kane de Welles): el narrado por un hombre hace hincapié en aspectos bastante frívolos, el narrado por una compañera de profesión nos muestra la dignidad de Altar y el encuentro con el forajido de buen corazón que será el hombre de su vida (si hacemos caso al guión, el hombre que la convertirá en la mujer de su vida).
El protagonista, Vern Haskell (Arthur Kennedy) se encuentra con el mencionado bandido, Frenchy (Mel Ferrer) en una celda; la escena es divertidísima: es día de elecciones y al lado están detenidos tres políticos corruptos que saben que cuando se recuenten los votos los van a linchar, por lo que intentan de todas las maneras posibles (fundamentalmente el soborno) escapar; Lang nos deja claro que un político es muucho más despreciable que un ladrón de bancos.
La "familia" criminal de "mamma" Keane está compuesta por tipos bastante simpáticos para el espectador excepto el culpable del crimen (que desde el principio del film se nos muestra como un traidor y un cobarde) y, curiosamente el que nosotros sabemos el héroe del film.
Vern despliega sus armas para seducir a Altar, pues tiene la clave que la llevará al culpable. Altar se debate entre sentirse joven de nuevo o dejarse llevar por lo que la rodea, porque es demasiado tarde para ella, y quiere apartar al joven del mundo criminal y corrupto en el que acaba de introducirse. Es ahí donde pronuncia la frase con la que he querido titular la crítica: "Go away and come back ten years ago." Es tremenda, ¿verdad? Por su parte Frenchy empieza a sospechar, y el asesino tambien...
La película se estructura a través de una balada en off que habla de odio y asesinatos. Además, la Dietrich canta dos canciones.
El final no puede ser feliz, pero descubriremos que quizás en Vern no era todo pantomima...
En fin, un film que me ha dejado extrañamente fascinado, un western negro, de claroscuros. Un western de bajo presupuesto (por lo visto Howard Hughes cortó el grifo a mitad de producción), una muestra más de la genialidad de Lang.
Eso sí, la copia que ví, en una local, era espantosa.
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