Fennell retrata el pasotismo que tanto abunda ante un tema tan importante. Pone el foco en una protagonista de la que se pueden realizar muchos análisis individuales. Sin embargo, destaca mucho más la credibilidad de cada uno de los personajes secundarios. Todos y cada uno de ellos existen en el día a día de todos nosotros, y los hay por miles. El pasotismo respecto de un tema tan importante y que sufren MÁS del 50% de la población es apabullante. La intensidad con la que la directora retrata esta realidad deja paralizado, al tiempo que genera rabia en muchos críticos masculinos incapaces de empatizar.

Los crímenes contra los derechos humanos son una realidad, y Afganistán los ha vivido muchísimo más que cualquier país occidental. De leer las críticas oficiales se me ponen los pelos de punta de como dudan de la verosimilitud de los sucesos. Me parece una gran obra de divulgación educativa sobre qué ocurre a los civiles en las guerras, y cómo le puede joder la vida a cualquiera.