Aunque en "Una nueva amiga" François Ozon plantea un refrescante puzzle emocional que podría haber contribuido a magnificar su filmografía, la torpeza de su ejecución (y también de su propuesta) hace que la cinta resulte indigesta e inolvidable: servidor se ha pasado toda la noche atragantado con diálogos insulsos y clichés bochornosos.
El cineasta parte (o acaba en) de la convicción de la identidad líquida del ser humano. Pero aquí inclinación sexual e identidad de género se funden, o confunden mejor dicho, de manera torpe. La elección del tono cómico de la película es su mayor desacierto, aunque no el único: no frívolo, sino superficial. La elección de los intérpretes tampoco ha estado a la altura de los repartos de sus anteriores cintas. Hubiese sido más interesante contar esta historia de muerte y renacimiento, de erotismo, del poder de la femineidad al estilo de Alfred Hitchcock o Brian de Palma. Ozon se conforma (o se confirma como) con ser un Almodóvar descafeinado que conduce al espectador, sin contemplaciones, a los brazos de la vergüenza ajena. Decepcionante.