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Críticas ordenadas por utilidad
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Miniserie

7,2
20.225
9
13 de abril de 2020
13 de abril de 2020
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unorthodox lo tiene todo para triunfar: ser una superproducción de la plataforma con más éxito en el mundo, tratar el fenómeno polémico de las creencias y la fe de una comunidad ultraortodoxa jasídica, basarse en una historia real y estar sublimemente interpretada. Pero no “solo” esto, también aporta aires renovados a las típicas producciones sobre comunidades ultrareligiosas: está escrita y dirigida por mujeres, interpretada en yiddish, con el feminismo como eje transversal, con una estética (a pesar de todo) moderna y en formato de miniserie. Con lo cual, se sitúa en el polo opuesto de los documentales soporíferos sobre judaísmo (u otros ismos). Reconozcámoslo, así no nos hubiera interesado. Por todo esto, Unorthodox es excelente.
Ahora bien, una vez inmersas en la sèrie y cuando ya ha bajado la curva de la gráfica del interés hacia “los otros”, cuando ya hemos aprendido de las costumbres y las hemos criticado desde nuestros ojos eurocéntricos narcisistas, orgullosa y falsamente antipatriarcales, ya podemos empatizar con los personajes como seres humanos. Como iguales, como personas hermanas y no como seres perversos de una colectivo maligno. Es entonces cuando no encontramos con la fenomenal Esty, con el marido sin personalidad con muchos mami issues, con la suegra mala malísima demasiado entrometida, con el primo ludópata que es la vergüenza familiar, con el marido borracho, etc. Además de con los temas transversales: los matrimonios como única opción de proyecto vital, la presión social por el embarazo, los maltratos, el placer femenino, cánones de belleza, etc. Con la ropa y el maquillaje parecía anacrónico.
Llegados a este punto, resulta interesantísimo y cautivador el proceso de crecimiento personal de la protagonista que va desde un lugar donde prima lo colectivo a través de la opresión y anulación de la persona como individuo, hacia un espacio de autonomía y libertad individual. Este proceso pasa por tres fases: la conciencia, la huida y la liberación.
La conciencia. La protagonista sabe, casi por intuición, que ella no encaja. Sus intereses naturales, sus inquietudes, su manera de observar el mundo, la sensibilidad hacia la belleza (musical, en su caso). Su esencia. Brillantemente representado en la escena en la que le rapan el pelo mientras llora (¿qué le están arrebatando aquí, a parte del pelo?) Ella lo siente y lo sufre, pero lo no comparte. Miedo.
La huida. El salto importante empieza cuando deja de sentirlo y pasa a exteriorizarlo. No sé si el efecto catártico que desencadena la huida lo produce la violación de la primera vez que la penetran (¿alguien ha podido contenerse las lágrimas aquí?) o del resultado de la prueba de embarazo (¿y aquí?). Pero claramente hay un punto de inflexión. Ella no encaja, lo sabe y, ahora sí, huye. Valentía.
La liberación. La liberación no empieza con la huida, pasa por un proceso de deconstrucción y de construcción personal, fuera de las rígidas normas jasídicas. Este proceso está representado a través de escenas preciosas como el baño en el lago, quitándose la peluca (deconstrucción), o el concierto en el conservatorio cantando una canción judía (construcción). Libertad.
La valentía de Esty no estaba en dejar físicamente su comunidad. Estaba en reconocerse como un ser independiente y autónomo, capaz de pensar y expresar. Capaz de ser, en esencia, sin pertenecer a nada ni nadie; llámale comunidad jasídica, llámale lo que quieras.
Ahora bien, una vez inmersas en la sèrie y cuando ya ha bajado la curva de la gráfica del interés hacia “los otros”, cuando ya hemos aprendido de las costumbres y las hemos criticado desde nuestros ojos eurocéntricos narcisistas, orgullosa y falsamente antipatriarcales, ya podemos empatizar con los personajes como seres humanos. Como iguales, como personas hermanas y no como seres perversos de una colectivo maligno. Es entonces cuando no encontramos con la fenomenal Esty, con el marido sin personalidad con muchos mami issues, con la suegra mala malísima demasiado entrometida, con el primo ludópata que es la vergüenza familiar, con el marido borracho, etc. Además de con los temas transversales: los matrimonios como única opción de proyecto vital, la presión social por el embarazo, los maltratos, el placer femenino, cánones de belleza, etc. Con la ropa y el maquillaje parecía anacrónico.
Llegados a este punto, resulta interesantísimo y cautivador el proceso de crecimiento personal de la protagonista que va desde un lugar donde prima lo colectivo a través de la opresión y anulación de la persona como individuo, hacia un espacio de autonomía y libertad individual. Este proceso pasa por tres fases: la conciencia, la huida y la liberación.
La conciencia. La protagonista sabe, casi por intuición, que ella no encaja. Sus intereses naturales, sus inquietudes, su manera de observar el mundo, la sensibilidad hacia la belleza (musical, en su caso). Su esencia. Brillantemente representado en la escena en la que le rapan el pelo mientras llora (¿qué le están arrebatando aquí, a parte del pelo?) Ella lo siente y lo sufre, pero lo no comparte. Miedo.
La huida. El salto importante empieza cuando deja de sentirlo y pasa a exteriorizarlo. No sé si el efecto catártico que desencadena la huida lo produce la violación de la primera vez que la penetran (¿alguien ha podido contenerse las lágrimas aquí?) o del resultado de la prueba de embarazo (¿y aquí?). Pero claramente hay un punto de inflexión. Ella no encaja, lo sabe y, ahora sí, huye. Valentía.
La liberación. La liberación no empieza con la huida, pasa por un proceso de deconstrucción y de construcción personal, fuera de las rígidas normas jasídicas. Este proceso está representado a través de escenas preciosas como el baño en el lago, quitándose la peluca (deconstrucción), o el concierto en el conservatorio cantando una canción judía (construcción). Libertad.
La valentía de Esty no estaba en dejar físicamente su comunidad. Estaba en reconocerse como un ser independiente y autónomo, capaz de pensar y expresar. Capaz de ser, en esencia, sin pertenecer a nada ni nadie; llámale comunidad jasídica, llámale lo que quieras.

7,1
5.707
9
25 de abril de 2020
25 de abril de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película de Ken Loach llega unos años después de la crisis que busca retratar, pero está más vigente que nunca. A partir de 2008 vinieron años duros para muchas personas, pero sobre todo para aquella población mayoritaria que es la clase trabajadora. Y, como no, aquí está Loach.
El colectivo que ha elegido esta vez para protagonizar su retrato-denuncia social ha sido una familia intencionalmente normal, (esto que cruelmente define tanta gente como) “trabajadora pero bien”. Sin (demasiado) alcohol, sin drogas, sin delitos, o dramas sociales especialmente graves. Ha huido del fatalismo del que se le acusa para mostrar un lado más esterilizado de la realidad obrera, esquivando, así, el reproche burgués al que le sienta tan mal y le incomoda tanto que se muestre el extremo; por si acaso no es la mayoría, y así se puede seguir sintiendo bien.
La familia de “Sorry we missed you” tiene una vida, dentro de su colectivo, aparentemente estable hasta que cae en la trampa de las condiciones laborales precarias teñidas de libertad de elección e independencia. Les atrapan las garras del neoliberalismo sin complejos encarnado por trabajos como los cuidados a domicilio y, sorpresa, Amazon. También, a través de la experiencia de los hermanos, el sistema educativo inglés queda salpicado por la crítica de la película; incapaz de empatizar, que no vela por la inclusión y la solidaridad, y aliado del sistema que expulsa.
El columpio del que mece la dignidad humana en manos de este sistema social se hace tan evidente gracias al cuidadísimo artilugio que es la trama de este film, que no queda ningún tema sin tocar. Sin excesivo derrotismo, sin caer en la lagrimita fácil, sin fatalismo. Es una foto completísima e impecable de la realidad capitalista actual. Es una denuncia política tan transparente y honesta, como delicada y tierna.
El colectivo que ha elegido esta vez para protagonizar su retrato-denuncia social ha sido una familia intencionalmente normal, (esto que cruelmente define tanta gente como) “trabajadora pero bien”. Sin (demasiado) alcohol, sin drogas, sin delitos, o dramas sociales especialmente graves. Ha huido del fatalismo del que se le acusa para mostrar un lado más esterilizado de la realidad obrera, esquivando, así, el reproche burgués al que le sienta tan mal y le incomoda tanto que se muestre el extremo; por si acaso no es la mayoría, y así se puede seguir sintiendo bien.
La familia de “Sorry we missed you” tiene una vida, dentro de su colectivo, aparentemente estable hasta que cae en la trampa de las condiciones laborales precarias teñidas de libertad de elección e independencia. Les atrapan las garras del neoliberalismo sin complejos encarnado por trabajos como los cuidados a domicilio y, sorpresa, Amazon. También, a través de la experiencia de los hermanos, el sistema educativo inglés queda salpicado por la crítica de la película; incapaz de empatizar, que no vela por la inclusión y la solidaridad, y aliado del sistema que expulsa.
El columpio del que mece la dignidad humana en manos de este sistema social se hace tan evidente gracias al cuidadísimo artilugio que es la trama de este film, que no queda ningún tema sin tocar. Sin excesivo derrotismo, sin caer en la lagrimita fácil, sin fatalismo. Es una foto completísima e impecable de la realidad capitalista actual. Es una denuncia política tan transparente y honesta, como delicada y tierna.

6,3
4.405
8
19 de julio de 2020
19 de julio de 2020
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tener 33 años y alguna que otra crisis identitaria, quedarse sola en Madrid en agosto mientras fuera se celebran las fiestas y verbenas de la virgen de la Paloma, las más castizas e inalterables al paso del tiempo. Quedarse como un cuadro de Hopper mirando fuera como el tiempo no pasa. A la vez inspirando libertad y expirando todo el vértigo y miedo que esta misma genera. Esto le sucede a Eva, viéndose de repente explorando todos esos rincones de su ciudad y de ella misma, redescubriendo y redibujando.
Todo el film es una ordenación de acontecimientos tan sencillos como poéticos, sin ninguna importancia aparente a medio camino del costumbrismo y el existencialismo. Los planos, las imágenes y la música no son más que un atrezzo para dar todo el protagonismo a Eva, a sus pasos -con botas de polipiel en verano-; a sus silencios, casi tan potentes como sus diálogos; a veces cargados de intelectualidad, a veces con sorprendentes destellos naif.
Itsaso Arana encarna genialmente esa figura femenina que podrían ser todas las mujeres de nuestra generación que, pasados los 30, todavía se hacen preguntas sobre los significados y los significantes de lo que tenía que ser una trayectoria vital con un camino llano, verde y con flores, y que se nos ha convertido en una carretera larga, a veces fastidiosa, a veces menos; con noches estrelladas, algunas mágicas y algunas tristes e insignificantes. Cual verbena de pueblo.
Todo el film es una ordenación de acontecimientos tan sencillos como poéticos, sin ninguna importancia aparente a medio camino del costumbrismo y el existencialismo. Los planos, las imágenes y la música no son más que un atrezzo para dar todo el protagonismo a Eva, a sus pasos -con botas de polipiel en verano-; a sus silencios, casi tan potentes como sus diálogos; a veces cargados de intelectualidad, a veces con sorprendentes destellos naif.
Itsaso Arana encarna genialmente esa figura femenina que podrían ser todas las mujeres de nuestra generación que, pasados los 30, todavía se hacen preguntas sobre los significados y los significantes de lo que tenía que ser una trayectoria vital con un camino llano, verde y con flores, y que se nos ha convertido en una carretera larga, a veces fastidiosa, a veces menos; con noches estrelladas, algunas mágicas y algunas tristes e insignificantes. Cual verbena de pueblo.

7,2
11.617
8
4 de abril de 2020
4 de abril de 2020
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Les Misérables’ es el primer largometraje de Ladj Ly pero no es la primera producción que tiene que ver con las causas y las consecuencias (o viceversa, nunca sé, en estos casos, si huevo o gallina) de la marginalidad de la periferia parisiense, concretamente Montfermeil. Es el barrio en el que nació y creció el director, el que llenó su imaginario artístico y filosófico, y el que ha dado voz y forma a este film.
Esta vez, sin embargo, no ha buscado documentar las condiciones de vida de las personas de su comunidad, aunque sí se ha valido de todos los elementos cliché del cine de denuncia social con los que podemos hacer esta, hasta tediosa, lista: poli bueno, poli malo, poli nuevo; delincuencia; enfrentamientos entre bandas violentas; corrupción; abusos de poder a todos los niveles; y un largo etcétera. No obstante, detrás de esta morfología de fundamentos del cine policíaco y del drama social, encontramos una esencia más honda y trascendente. Por medio de esta atmósfera ha creado el escenario para que lo usemos de instrumento de discusión sobre el bien y el mal, y todos los satélites implicados en este duelo eterno y universal, desde la política, hasta la ética y la religión; igual que en ‘Lés Misérables’ de Victor Hugo en el siglo XIX. El espectador elige, los debates son claros, pero las respuestas no.
‘Les Miserábles’ busca ser la versión moderna y francesa de ‘Do the right thing’, de Spike Lee, basada en uno de los barrios más humildes de Brooklyn. Éstas, hermanas de trama con una primera parte de calma tensa que explota al final en forma de rebelión, son distintas en aproximación. No sabemos si Mookie ‘did the right thing’ o no tirando el contenedor en la pizzería de Sal; ahí estaba la moralidad que quería explorar Lee. La excepcionalidad de la versión de Ladj Ly es que no sabemos la decisión de Mookie. Hay dos Mookies en duelo a lo western, y el dilema no está en hacer el bien o no, sino en distinguir quién es el bien. O en entender qué es el bien y el mal en cada uno. Si es que lo hay.
Esta vez, sin embargo, no ha buscado documentar las condiciones de vida de las personas de su comunidad, aunque sí se ha valido de todos los elementos cliché del cine de denuncia social con los que podemos hacer esta, hasta tediosa, lista: poli bueno, poli malo, poli nuevo; delincuencia; enfrentamientos entre bandas violentas; corrupción; abusos de poder a todos los niveles; y un largo etcétera. No obstante, detrás de esta morfología de fundamentos del cine policíaco y del drama social, encontramos una esencia más honda y trascendente. Por medio de esta atmósfera ha creado el escenario para que lo usemos de instrumento de discusión sobre el bien y el mal, y todos los satélites implicados en este duelo eterno y universal, desde la política, hasta la ética y la religión; igual que en ‘Lés Misérables’ de Victor Hugo en el siglo XIX. El espectador elige, los debates son claros, pero las respuestas no.
‘Les Miserábles’ busca ser la versión moderna y francesa de ‘Do the right thing’, de Spike Lee, basada en uno de los barrios más humildes de Brooklyn. Éstas, hermanas de trama con una primera parte de calma tensa que explota al final en forma de rebelión, son distintas en aproximación. No sabemos si Mookie ‘did the right thing’ o no tirando el contenedor en la pizzería de Sal; ahí estaba la moralidad que quería explorar Lee. La excepcionalidad de la versión de Ladj Ly es que no sabemos la decisión de Mookie. Hay dos Mookies en duelo a lo western, y el dilema no está en hacer el bien o no, sino en distinguir quién es el bien. O en entender qué es el bien y el mal en cada uno. Si es que lo hay.
6
4 de febrero de 2020
4 de febrero de 2020
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un divertimento de enredos simple. Planteamiento, nudo y desenlace. La Odiesa de los Giles es una película de domingo por la tarde que se disfruta gracias al carisma tan argentino de los personajes y al humor ácido e inteligente que tiñe los diálogos. Se viste de film de contenido político (corralito de Argentina) y de justicia social (resolución del conflicto por parte del pueblo), pero es un disfraz olvidado a ratos y desvinculado en la mayoría de momentos clave de la trama. No obstante, no por ello hay que dejar de disfrutar de las maniobras de esta Odisea. Quizás sí podríamos hacerlo por el prácticamente nulo papel de las mujeres en este 'activismo popular' y por la repetición de estereotipos de género que no le permiten superar ninguno de los puntos del test de Bechdel.
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